Capítulo 4

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Pov's Piper

Cuando bajamos del ascensor, recorrimos el segundo piso en busca de nuestro cuarto. Sin embargó, vimos toda clase de números, menos el de nuestro apartamento.

—Hay que dividirnos— sugirió Camila.

—¡Estás loca, quieres partir este sensual cuerpo a la mitad!— exaltada me aleje de mi amiga —Primero te mato, cabrona.

—Lo que tienes de bonita también lo tienes de mensa— suspiró —Piper cuando digo “dividirnos” es que tú te vayas por allá y yo por acá, así podemos buscar más rápido.

—Ah, lo siento— reí nerviosamente —Como casi siempre tienes una mente criminal, todo lo que dices me asusta. Yo voy por aquí, adiós.

Corrí por el pasillo, mirando por todas las direcciones; y aunque estaba cansada, no pare de correr. Este pasillo era eterno, realmente sin quererlo, llegue a mi límite en poco tiempo.

—¡Dios! ¿¡Por qué este jodido pasillo es tan largo!?— grite tras caer al suelo exhausta.

—Que poca resistencia tienes, nena— una voz... ¿Masculina? ¡Ay, su madre! Me volví loca... Bueno, más de lo normal. Espera, ¿será que esta es la voz de mi conciencia?

—Imposible, si mi conciencia murió cuando conocí a Camila ¿Quién demonios eres voz misteriosa?— me levanté del suelo.

—Eres la primera chica en este día que no trata de robar mi inocencia en este lugar— volvió a hablar.

—Si, si, si que triste historia. Si ya terminaste de lloriquear, todavía no has contestado mi pregunta ¿Quién eres?— trate de ver de dónde venía esa voz.

—Con esa actitud se nota que no tienes novio— no me tiré, su tono burlón y descarado me hizo enfadar.

—No me digas que eres un galán y te caen las mujeres del cielo, pendejo.

—Ok, tu ganas nena— pude ver como una figura masculina salía entre las sombras —Me llamo George es un placer.

—¡Camila, me quieren violar!— grite exageradamente, fingiendo estar asustada y corriendo en círculos.

—¡Ey!, ¿Para dónde? Y ¿Por qué con tanta prisa?— el chico me acorraló contra la pared.

—Que te importa, ni que fuera tu problema— en un acto infantil, le mostré la lengua en señal de burla.

—¿Nunca te han dicho que no provoques a un hombre?— se me acercó el tal George.

—¿Ah?— hice una mueca de desagradó —¿Un hombre? ¿Papi, sumercé es tonto o es que no le dieron pipí anoche? Solo los cerdos dicen esa frase.

—Tienes razón, nena— George, se alejó levemente —No me supe expresar bien, pero me estás comenzando a fastidiar. Te aseguro que si fueras hombre, ya habría iniciado una pelea— en su distracción, aproveché para ser yo quien lo acorralara.

—Escucha princesita, no me interesa lo que estabas haciendo aquí y tampoco voy a preguntar por eso. Sin embargo, si alguien va a golpear a alguien aquí, voy a ser yo a ti por rebasar mi límite de paciencia— le di con mi rodilla en la entre pierna, justo en el sitio donde cada hombre resguarda su “preciado tesoro”.

El chico cayó al suelo, quejándose del dolor, casi al borde de las lágrimas me vio a los ojos, y yo sonreí.

—Hija de...— se retorcía por el suelo, como un gusano agonizante.

—Impresionante, eres el primer chico que se va con sus bolas intactas, tienes mucha suerte princesa— me burle, para finalmente marcharme.

Mientras caminaba por el pasillo, pude notar unas maletas afuera de una habitación. Corrí hasta ellas, descubriendo que las maletas eran de Camila y mías.

Princesos  >Zodiaco< Donde viven las historias. Descúbrelo ahora