OCHO

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-JAEBUM-


¿Por cuántos años más debía vivir así? Ya no lo quería, no me soportaba a mí mismo, mi cuerpo tampoco podía soportarlo más. Pero ¿qué podía hacer? Todos los días eran iguales.

"Necesitas un poco de fuerza de voluntad, Jaebumie."

Le escuchaba decir a mi madre, con el corazón destrozado porque su hijo no lograba huir de sus fantasmas. No era fácil, no había otra cosa que cruzara por mi mente más que la necesidad de escapar, de recuperar mis fuerzas y poder salir a conocer ese maravilloso mundo del que todos me hablaban. Lo intentaba pero había algo más fuerte, algo que me mantenía atado a esa oscura habitación, sin siquiera prestarle atención a los rugidos de mi estómago o a los dolores de cabeza que se acrecentaban conforme pasaban los días que me mantenía encerrado.

No la odiaba, ni a ella ni a ninguna de las personas que intentaran acercarse para ayudarme, aunque así lo pareciera. Me odiaba a mí, me enfadaba no poder tener control sobre lo que pensaba o sentía, siempre sumido en el mismo estado de abolía. No era esa la vida que debía llevar teniendo apenas dieciséis años, las aventuras estaban cruzando la puerta, pero qué desgracia, yo no podía abrirla.

Mi estado había empeorado tanto que consideraban que era peligroso incluso, dejarme ir a la escuela. Creían que cuando sus ojos no estuvieran sobre mí, decidiría arrojarme a uno de los caminos del pueblo a esperar que un camión tomara la decisión final. Lo había pensado, sí, pero todo deseo ominoso se detenía cuando ante mis ojos veía el rostro de mi madre, culpándose por todo, sin comprender que no era por ella que su hijo había terminado así. Parecía una solución simple, pero no lo era, para nada, y mucho más sabiendo que con eso solamente le dejaría una pesada carga a la mujer que todos los días se acercaba a mi habitación con el desayuno, sin lograr que le abriera la puerta. Jamás podría haberle hecho eso.

Cada días más hundido en aquella desgraciada existencia, me consideraba acabado. Me tenía pena, e incluso por algunos momentos, cuando parecía haber perdido hasta la cordura, me encontraba riéndome de todo aquello.

"No hay salida."

Me repetía a mí mismo, convencido de que esa era la forma en la que iba a "vivir". Pero afortunadamente él apareció, cargado de notas de clases que nunca llegué a copiar, pero que nos servían de excusa a ambos para mantenernos juntos.

"No te quiero ver aquí nunca más, vete."

Sin embargo, fueron esas las primeras palabras que le dediqué cuando supe que estaba del otro lado de la puerta. Era yo el único que podía compadecerse de mi estado. Pero luego de varios días de tenerlo parado fuera de mi habitación, pensé que quizá no era pena, que si había decidido volver a pesar de todas las cosas que le había dicho, creía en mí y no solamente trataba de mantenerme con vida. Le di vueltas a esa idea por otros cuantos días más y cuando por fin dos semanas pasaron, lo conocí. No fui yo quien tomó la iniciativa, para nada. Aquel delgado muchacho de dieciséis años también, cabello negro y piel morena, logró abrir la puerta con un destornillador que había robado del taller de carpintería de la escuela.

Las heladas sensaciones que me invadieron cuando lo tuve frente a mí, me llevaron a salir disparado de la cama, terminando en el suelo al tropezarme con alguna de las porquerías que tenía desparramadas por toda la habitación. El muchacho extendió su mano para ayudarme pero no la tomé, en su lugar junté todos los insultos que tenía acumulados en mi cabeza y se los dije sin pensar en detenerme en algún momento. Él se quedó mirándome, perplejo, pero siempre portando el brillo en sus ojos, como si en realidad no estuviera asustado o enojado, pero fascinado.

Mi madre apareció después, poniéndose en medio, gritando también. Toda la situación se tornó caótica y tuve que ponerle un alto a aquello poniéndome de pie y saliendo de la habitación después. No miré hacia atrás y no sentí culpa sino hasta que las sirenas de la policía se hicieron escuchar en el pueblo, anunciando la desesperación de mis padres. Tuve que salir de mi escondite y regresar, con la cabeza gacha y el peso en los hombros.

La habitación seguía como la había dejado esa tarde, pero una pila de hojas se amontonaba en la almohada de mi cama. La letra era desprolija, pero podía entenderse y en todas las esquinas había una carita sonriente dibujada. Mi padre se acercó por detrás cuando me disponía a desenterrar de la basura mis cuadernos y con una voz muy tranquila me habló.

"Deberías permitir que por lo menos te traiga la tarea. No te va a hacer daño hijo, y creo que le va a servir a tu madre también. Hubieras visto lo contenta que se puso cuando lo vio en la puerta de casa."

Sin mirarlo, asentí. Lo dejé caminar hacia la salida pero antes de que me dejara solo, tuve que preguntarle por su nombre.

"No nos lo dijo, solamente mencionó que iban a la misma clase y que se preocupó cuando notó que no estabas yendo."

Respondió y luego se fue.




N/A: No quiero que estas palabras, ni ninguno de los escritos que alguna vez publiqué aquí, queden como una romantización de los sufrimientos mentales. La mayoría de lxs personajes en mis historias han presentado esas características y si bien en algún momento pensé que eran "interesantes" con el tiempo y gracias a la formación que soy afortunada de recibir, he aprendido a ser más cuidadosa con las palabras que escribo y el mensaje que quiero transmitir.

Escribir es una de las tantas formas que encontré como forma de ayudarme a mí misma, de reflejar lo que siento y confortarme cuando las cosas no salen bien, cuando la nostalgia me invade o el dolor de mi alma se transporta a mi cuerpo. Quizá por eso también lxs personajes de mis historias, aunque basadxs en personas reales, llevan vidas parecidas o sienten lo mismo que en algún momento de mi vida sentí. Y así, aunque sea de esta forma (una forma que, siendo sincera, no me convence del todo) quisiera que aquellas personas que me leen y sienten que no hay salida, que cargan dolores ya sean grandes o pequeños; sepan que no están solos y que alguien allá afuera siente lo mismo y los entiende. Yo lxs entiendo.

De la misma manera, quiero que pidan ayuda cuando sientan que las cosas se salen de control, aunque sea difícil. No dejen que el silencio los avasalle. Y aunque en este capítulo, las cosas parecieran haberse resuelto de manera fácil, sé que no lo es, pero de alguna manera y en algún momento se puede superar. Yo estuve ahí y les doy fe de ello.

Como siempre, muchas gracias por leer. Que estén bien.

La última vez [JackBum]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora