TREINTA

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¿Había sido suficiente? El paulatino paso de los días que los había alejado el uno al otro, pero también de sí mismos. Que los había arrastrado a estados temibles de tristeza y los mantenía pegados a las ventanas de sus habitaciones anhelando los trigales que desde allí podían observar. La respuesta era que no, que siete años habían sigo desgastados mientras sus corazones se alimentaban de los recuerdos.

-Lo has visto.

Su madre ni siquiera tuvo que preguntarlo, era un hecho. En todos los años que Jaebum pasó en aquella ciudad, la única señal de vida que recibía de él eran las postales que le enviaba con pequeños mensajes escritos detrás.

-Necesito hacer algo ahora, ¿está bien si te llamo después?

¿Qué podía responder? Su hijo ya no tenía dieciséis años, y ni siquiera en aquel momento había podido detenerlo. Aquella llamada terminó así, con la sensación de que aún había cosas por decir.

Jaebum se colocó la mochila y caminó hacia la estación, conociendo que no era a su casa a donde se dirigiría. Y mientras el viento anunciando una nueva tormenta se empecinaba en entrometerse en su cabellera, la emocionante sensación, la misma que sentía cada vez que la lente de su cámara atrapaba el rostro de Jackson para retratarlo, regresó a él. La nostalgia se había transformado en desesperación, la de tenerlo entre sus brazos.

Las luces en el subterráneo, remplazándose las unas a las otras, y la música que resonaba en los auriculares, le hacían buena compañía a su ansioso corazón. Se mantenía pensando qué le diría a Jackson una vez que lo tuviera frente a él, imaginaba su reacción, casi sentía la reunión de sus cuerpos, muy diferentes a sus otros encuentros puesto que ahora la verdad era conocida. Su piel se erizaba con el sólo hilado de los pensamientos. No podía esperar más.

Conforme los minutos se escabullían de su reloj, al que creía conocer ya de memoria por haberlo mirado tantas veces, los sentimientos luminosos que lo acompañaban comenzaron a abandonarlo también. Jackson, aquel Jackson que se presentó ante sus ojos con sus dieciséis años recién estrenados, lo reconocía perfectamente en sus recuerdos. El cabello negro y corto que dejaba al descubierto su piel morena y grandes ojos, la sonrisa traviesa y contagiosa que se encargaba de hacerle saber que los malos días siempre llegaban a un fin, las manos tibias que acariciaban su espalda mientras las lágrimas no cesaban. Ese Jackson que había anhelado por tanto tiempo y en quien se había apoyado aún después de siete años para continuar viviendo. ¿Estaría todavía ahí?

-Ya basta, Jaebum.

Dijo el fotógrafo en voz alta, sin preocuparle las personas sentadas junto a él. ¿Qué importaba si no era el mismo? Él tampoco se sentía igual, pues los años habían pasado y la vida en la ciudad te dejaba miles de enseñanzas en el lapso de días. ¿Qué más daba? Eran ellos, aunque tuvieran que resignar la inocencia del amor que los unió, aunque tuvieran que redescubrirse en el camino. Jaebum pensaba que no había nada que quisiera más que poder mirar a Jackson a los ojos y sentirse un adolescente otra vez.

Volvió a ser visible para él, la luz del día que de alguna manera se había empecinado en terminar antes. Los cielos sobre su cabeza estaban teñidos de grises nubes mientras dispersas gotas de agua rebotaban sobre el pavimento. Los pasos del fotógrafo no querían revelar el estado de su corazón, pero le fue imposible luego de unos cuantos metros. La lluvia avecinándose le sirvió de excusa para comenzar a correr. Unos edificios más y estaría allí.

-Buenas tardes, busco a Jackson Wang.

Frente a la mesa de recepción, con los ojos iluminados y el cabello mojado, Jaebum habló.

-¿Quiere decir que busca al Señor Wang?

Asintió y continuó mirando al empleado, expectante.

-No está. Dejó el edificio hace unas horas y seguramente no vaya a regresar en un tiempo.

-¿A qué se refiere con "un tiempo"?

-Sus asistentes personales se están encargando de desalojar la oficina que estuvo ocupando y sus reuniones para las siguientes semanas fueron todas canceladas.

El fotógrafo cambió su expresión y la remplazó con confusión. La persona de la que le hablaba ese hombre no parecía ser el asistente que conoció en el estudio, más bien sonaba como si "el Señor Wang" fuera él mismo, dueño de la agencia.

-¿Es usted representante de alguna revista?

El recepcionista lo sacó de la conjunción de pensamientos y comenzó a interrogarlo.

-No, soy...soy amigo de Jackson. Nos conocimos en el estudio de fotografía para el que trabajo. Él... ¿acaso no es él uno de sus asistentes aquí?

La sorpresa en el rostro de aquella persona fue demasiado evidente, y dejó a Jaebum con la sensación de ser el único que no se daba cuenta de algo demasiado obvio para los demás. A pesar de esto, esperó a obtener una respuesta.

-El Señor Wang...su padre es el dueño de la compañía. Él se hace cargo de este edificio ahora y lo ha hecho por más de un año ya.

A ambos les costaba demasiado procesar la idea, el hecho de no darse cuenta que no había forma que Jackson fuera un simple empleado. Pero luego Jaebum lo entendió, y ya lo sospechaba sin ser consciente de esas ideas en su propia cabeza. La enorme fiesta en la que todo el mundo los rodeaba, la casa que parecía un castillo, el auto importado. Qué idiota, él apenas pagaba la renta ¿cómo podía Jackson tener esa vida siendo un mero asistente?

Los agujeros en la historia que los había reunido después de tanto tiempo, se engrandecían. Sin embargo no existía la posibilidad de poder socavarlos mientras la otra mitad no se hiciera presente. Encontrarlo se tornaba cada vez más difícil. Su teléfono estaba desconectado y la dirección de su casa era un misterio.

Jaebum intentaba no perder la calma, casi seguro que en algún momento se contactaría con él, al fin y al cabo ¿no le había prometido hacerle la cena todas las noches? Pero sus esperanzas comenzaron a esfumarse cuando el espacio a su lado en la cama se mantuvo vacío, y los mensajes que recibía, ninguno tenían el nombre que esperaba. Se preguntaba si sería así, otra vez. Una última vez que no debía ser, acciones llenas de arrepentimientos. Quería responderse a sí mismo y reconfortarse pero desde que Jackson reapareció en su vida, la autoayuda era inútil. Lo quería a él, mirándolo a escondidas, preguntándose si aquella mañana todo estaba bien, si seguiría así el resto del día. Lo necesitaba tomándolo de la mano mientras caminaban hacia la estación. Esperaba sus abrazos cuando la noche se lanzaba contra ellos. Extrañaba sus besos tibios, fingiendo despertarlo, puesto que era él quien abría los ojos dos horas antes, ansioso por poder verlo dormir. Pero otro día más empezaba, con el mismo Jaebum sentado en el piso sosteniendo una fotografía en donde un Jackson de veintitrés años lo saludaba. 

La última vez [JackBum]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora