TREINTA Y TRES

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¿Podía ser de esa manera? Que los días con los que había peleado se asomaran por la ventana y lo amenazaran con regresar. Que la fuerza que había juntado para volver al pueblo, desapareciera silenciosamente y lo dejara solo, como siempre se había sentido. Que la pequeña habitación en la que se recordaba sufriendo, fuera el lugar perfecto para quedarse. Que recostarse era lo único que podía hacer.

¿A dónde se iría su lucha entonces? Si dejaba que todos esos desconocidos rostros se acercaran y le regalaran nada más que pesadillas. ¿Qué valor tendría? ¿Qué pasaría con él?

Quizá debería intentar dormir. Pero eso era todo lo que hacía. El pueblo, transitando tan lento como siempre, le permitía pasar los días mirando el techo.

Lo sentía, algo de ese miedo, saludándolo ¿feliz de verlo otra vez? Parecía listo para cantar victoria, pero no podía ser así. Jaebum no podía dejar que sucediera. Podía detenerlo, era su único salvador.

Por eso, cuando su mamá lo llamó para cenar, se levantó de la cama y la ayudó a poner la mesa. Comió toda su comida y tomó algo de café después. Conversó con ella, le sonrió. Ella sabía que las cosas no estaban del todo bien, pero ambos estaban a salvo porque la ventana estaba cerrada y los rostros desconocidos no podían verlo todavía. Ella sabía que Jaebum era fuerte. La ciudad realmente había ayudado a su hijo.

Y suponía que era sólo una cuestión de crecer. Una cosa por la que todos debían pasar. Encontrar amor y perderlo. Encontrarlo otra vez y...perderlo otra vez.

Quizá sólo le había pasado a él. Quizá sí era especial.

Jaebum decidió que no iba a dejar pasar aquel día como tantos otros y por ello tomó su mochila y caminó hacia el lago, como si tuviera 16 años otra vez. Su caminar inició seguro, rememorando el paisaje que le esperaba, pero luego de unos cuantos metros, las rodillas parecieron dolerle y su pecho comenzó a agitarse, nervioso. Creía que no estaba preparado para enfrentarse a aquel lugar nuevamente, creía que cuando estuviera allí, los recuerdos guardados en su mente cuales fotografías, no harían más que abrir las heridas que estaba tratando de sanar.

-Vamos Jaebum, es sólo un lago.

Intentó animarse a sí mismo, cansado de dejar las horas pasar en su vieja habitación, aburrido del lento acontecer de los sucesos en el abandonado pueblo. Peleando internamente consigo mismo, daba pasos que no parecían tales, mientras intentaba distraerse de sus propios pensamientos con el paisaje que se presentaba ante sus ojos. Descubrió que nunca antes había tenido la oportunidad de prestarle atención a los detalles del camino que dirigía al lago, porque usualmente cuando se dirigía hacia allí, lo hacía corriendo a gran velocidad, consumido por la ansiedad y el deseo de encontrarse entre los brazos de Jackson.

El frío se estampó en su pecho.

Quería evitar que la nostalgia se hiciera presente, pero se trataba de intentos inútiles, de otra manera, jamás hubiera terminado en ese pueblo en donde la historia comenzó siete años atrás.

El lago era perfectamente visible desde el camino de tierra, la jungla que le antecedía no existía más y Jaebum logró sentir la molestia. Así como se encontraba ahora, aquel lugar no era más un secreto. Continuó caminando hacia el agua y se detuvo justo antes de que pudiera mojar sus zapatillas. Recordaba que nunca había sido tan fría, aunque el clima no fuera bueno, pero aun así no se animaba a meter los pies. Se quedó allí parado, dejando que el nerviosismo se esfumara y pudiera dejar de que los recuerdos se acercaran tranquilos a su mente. 

La última vez [JackBum]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora