TREINTA Y SEIS

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-¿No te molestan las luces de ese cartel?

Mientras su madre revisaba cada rincón de la sala, su padre se asomaba por la ventana siendo cegado por el neón del letrero en el edificio del frente.

-No realmente, le da un toque retro. Me gustan esas cosas.

-Claro que sí, como esa cámara con la que tomabas fotos cuando eras adolescente.

Sentenció el hombre a unos cuantos pasos de él. La sonrisa que ambos portaban desapareció cuando la preocupada expresión de la mamá de Jaebum los encontró. A pesar de haber tenido la oportunidad de hablar, la historia de su hijo con aquel amigo quedó algo rezagada, quizá porque el miedo al retorno del peligroso estado en el que su hijo se encontraba siete años atrás era mucho mayor, o porque la culpa no le permitía abrir la boca para preguntar. De una u otra forma, la creencia de que cada pequeño detalle del pasado le traería a Jaebum recuerdos de Jackson, hizo que el muchacho se sintiera algo incómodo. Ya no era un niño, y por más que el moreno asistente hubiera sido su primer amor, él estaba bien, y pensaba que nuevamente, el tiempo sería el encargado de hacer que los ásperos sentimientos se suavizaran. Pero entendió que aquello era algo que su madre no podía saber, por lo que tuvo que poner la sonrisa otra vez en su rostro y adentrarse en la habitación para regresar después con el mencionado artefacto.

-La encontré hace un tiempo en una de las cajas. Todavía funciona, ¿no es genial?

Instintivamente acercó el rostro al visor y dejó de la luz impactara en las paredes de la casa. Sus padres fueron así, retratados con la misma expresión de sorpresa que tenían cuando escuchaban la risa de su hijo. Los tres se dejaron sumergir en aquel ambiente de calidez y ternura, posaron para algunas fotos más y luego se dedicaron a preparar la cena.

Minutos antes de sentarse a comer, el timbre se hizo escuchar. Jaebum se levantó de su asiento confundido, miró a sus padres y después de segundos de vacilación, caminó hacia la puerta. No podía negar que el corazón dentro de su pecho galopaba incansablemente, pero a pesar de aquello, sus extremidades se mantuvieron tiesas a los lados de su torso hasta que luego de un profundo suspiró, tomó el picaporte y abrió.

-¡Im Jaebum!

El agudo grito se estrelló contra los oídos de Jaebum y luego, la decepción. Obviamente la mujer parada del otro lado de la entrada no era a quien el fotógrafo esperaba ver, situación que se hizo evidente en su expresión.

-¿En dónde has estado? Me tienes buscándote por todas partes.

-Lo siento, tuve que viajar a la casa de mis padres.

Respondió Jaebum, sin ganas de hacerlo.

-¿Los suegros? Y ¿qué dicen? ¿Les has contado de mí?

La helada línea atravesó la espalda del muchacho y se giró inmediatamente para ver a las personas esperando en la sala. Negó con las manos repetidas veces y después volvió la mirada hacia la mujer.

-¿Qué haces aquí? Sabes que...

Tuvo que detenerse antes de soltar la frase que le había repetido por mensajes de texto miles de veces. El horror de dejar que sus padres se enteraran de los casuales encuentros con mujeres y hombres que conocía en el trabajo, devolvió la congelada sensación a su cuerpo.

Tomó a la muchacha de uno de los brazos y la dirigió hacia el pasillo fuera de su apartamento. Cerró la puerta detrás de ellos y se acercó velozmente al rostro de aquella exuberante modelo. Sus labios se partieron peligrosamente despacio, dejando que el aire se escapara antes que cualquier palabra. No lo hacía con verdadera intención, pero para la otra persona, casi entre sus brazos, era imposible no transportarse a imaginarios paisajes.

-No deberías estar aquí, te lo dije.

El tono de voz utilizado por Jaebum se transformó en el néctar que aquella mujer había buscado desesperadamente, pero sin resultados a su favor. Con delicados movimientos, se enredó más con sus extremidades y se pegó a su pecho.

-Lo sé, pero...Jaebummie...

Con una velocidad que hizo imposible prever las acciones, Jaebum se separó de la mujer y la apuñaló con la oscura mirada.

-No me llames así. Ahora, por favor, vete.

Le dijo, con una suavidad que contrastaba tremendamente con el incendio dentro de sus ojos. Sin esperar a que la mujer tomara el elevador, se introdujo nuevamente en su casa. No tuvo tiempo de pensar en la excusa que lo sacaría de tan incómoda situación, y tampoco tenía las energías para hacerlo. A decir verdad, prefería que sus padres pensaran lo que quisieran. Jamás pensó que el sólo mencionar de ese cursi apodo le causaría tanta tristeza. Se dio cuenta una vez más, que aunque se sintiera bien, todavía extrañaba a Jackson, y demasiado. 

La última vez [JackBum]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora