Ojalá no tuviera que regresar.

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Sophie ya se había despedido de de su padre y de sus amigos, todos estaban en la sala de estar de su casa. Ella había dejado la oreja que Fred le había dado allí, para que su padre, o cualquiera de ellos pudiera hablarle, si es que ella estaba lo suficientemente cerca de la otra para oirla.

-Pero, por favor, recuerden, hay seis horas de diferencia, bien?

10 minutos después ya estaba en America, luego de registrarse en el ministero de magia de Estados Unidos.
Avril la esperaba afuera. Ella era una de sus amigas que había dejado hace un par de años , sin embargo, nunca dejaron de escribirse y ambas habían arreglado para compartir un piso.

Apenas había pasado una semana. Y Sophie deseos con tanta fuerza que el tiempo se hubiese detenido en el momento en que todo estaba bien, si eso dejaba a su padre sano y salvo, a pesar de estar separados.

Es que ella estaba muy dormida como para escuchar algo, algo que probablemente solo habría adelantado lo que ella no quería ver. Pues por la mañana, recibió una carta, la primera que recibía y era de parte de los aurores, de Inglaterra.

No terminó el desayuno y sin dar muchas explicaciones a su compañera, volvió directamente a Inglaterra. Cruzó todo el Callejón Diagon hasta la heladería. No estaba el cartel.
Los vecinos se habían amontonado alrededor del lugar y en silencio, que cuando Sophie tuvo que pedir permiso para poder pasar, todos la miraron.

-Lo siento mucho, Sophie.- escuchaba decir, miestras avanzaba. Sentía manos que le tocaban el hombro. 

Y cuando pudo llegar al frente de lo que quedaba de la heladeria, sintió que todo se venía abajo.
Ella sola miraba atónita todos los escombros, las paredes destrozadas, el techo que ahora estaba en el suelo, todo lleno de polvo y cenizas. Sophie estaba enfrente de su hogar hecho pedazos.
Decidió entrar y examinar todo, llegó hasta lo que debería ser su habitación, pero ahí no había mas que un ropero y un colchón destrozados y libros por el suelo.

-Señorita  Fortescue...- Ojoloco se había interpuesto en su vision.- Su hogar ha sido atacado, esta mañana. No podemos afirmar quienes fueron, pero aseguramos que fueron mortífagos.- Sophie clavó sus ojos en él.

-¿Dónde esta mi padre?

-No lo sabemos. Creemos que se lo han llevado porque su cuerpo no esta aquí. Es posible que este vivo.

Esas cosas fueron las únicas que Sophie escuchó. ¿Qué se supone que tienes que hacer ella ahora?

-Sophie, lo lamento tanto.- los gemelos Brown habian llegado apenas leyeron la noticia en el periódico. Sophie estaba intentando recuperar algunas  cosas de los escombros, algunos vecinos la estaban ayudando, pero la verdad es que había poco por recoger.- Todo va estar bien.- Ambos la abrazaron y Sophie rompió en llanto.

-Nunca tendría que haberme ido ¿saben? Tendría que haberme quedado.

-Sophie, no. No digas eso. Esto iba a suceder contigo o sin ti. Lamentablemente, era inevitable.

-No, no. Yo tendría que haber estado aquí. No se lo habrían llevado.- cubrió su rostro con sus manos.- Tengo miedo, chicos. Por primera vez, en mi puta vida tengo puto miedo.- estaba temblando y llorando de la impotencia. No saber si su padre estaba bien, que su hogar estuviese hecho pedazos. Luego un pensamiento le vino a la cabeza y un sentimiento de ira recorrió todo su cuerpo.

-Los mortifagos vinieron hasta aqui, hasta mi casa por mi madre, se los puedo asegurar.- dijo casi gritando.- Quieren venganza o algo...- tartamudeaba un poco al hablar.- Y les puedo jurar... estoy segura que vendran en busca de mi también. 

-Oye, eso no pasará. De ahora en más tendras mucha protección, nadie dejará que nada te pase.

Sophie por fin sintió que estaba realmente enfadada con su madre. ¿Por que tuvo que haberse involucrado en estas cosas? ¿No podia tan solo trabajar en la heladeria con mi padre? ¡Todo hubiese sido tan distinto! Sophie hubiera tenido una madre, y su padre no estaría desaparecido.

Para el mediodia, Tom, el dueño del caldero Chorreante, le ofreció una habitación y le preparó el almuerzo.

-Todo va a estar bien, Sophie. Ya verás.

-Gracias, Tom.- respondió Sophie desganada.- Pero dime cuanta verdad crees que hay en lo que has dicho. Quiero decir... El Innombrable regresó, y con el todo su maldito ejercito de mortifagos. Mi madre hizo un gran trabajo derrotándolos la ultima vez, es obvio que es una venganza. Y odio creerlo, pero no será lo último que suceda.

Las gemelas también habían vuelto al Callejón para hacerle compañía a Sophie. Las tres se encontraban de nuevo frente a la heladería, otro grupo más de aurores había venido para volver a registrar el lugar e intentar encontrar alguna pista. 

-Señorita Fortescue, quisiera hablar con usted.- era Kingsley. Sophie se acercó a el.- Quiero que me esuche. Mire... necesito que sepa que estamos haciendo todo lo posible para encontrar a su padre, pero a la que es  importante protegerla, es a ustedes. Los mortífagos han atacado su hogar por una razón, pero usted no estaba allí, por ende creemos que ellos todavía irán tras de ti. No es mi intención asustarla, sino advertirle. 

-Está bien, supongo.- dijo Sophie.

-Bien, estonces, le diré lo que vamos a hacer. Usted tiene que desaparecer sin dejar registro de sus movimientos. Solo lo pueden saber muy pocas personas. Es posible  que los mortífagos vayan en busca de usted en America, así que quiero que si alguien de allí este relacinado con usted, le advierta lo antes posible. Segundo, la enviaremos a algún lugar donde no puedan encontrarla, es muy probable que pueda ser en la casa de alguno de los miembros de la Orden, debido a que tienen escudos e protección y seguridad muy potentes. Eso se lo diremos mañana, esta noche quédese en el Caldero Chorreante. 

Sophie no iba a ponerse a discutir, era lo que su padre querría ¿no? que ella esté segura. Sin embargo, Sophie iba a tener que soportar el sentimiento de preocupación. Ella confía en Kingsley, confía en Ojocolo, sabia que ellos harían todo lo que esté en sus manos. También sabía que ella no estaría sola, tenía a sus vecinos, aunque a partir de mañana no supieran donde ella iba estar, tenía a sus amigos. Y a pesar de que tuviera todo el apoyo del mundo, Sophie no subestimaba a Voldemort, no subestimaba a nadie y tal vez por eso ella no dejaba de pensar en lo peor.

A penas terminó de hablar con Kinsley, corrió a la chimenea de su habitación en el Caldero Chorreante y logró contactar a Avril.

-Ey, Sohpie, ¿Todo está bien allá?

-No, Avril. Nada, está bien. Los mortifagos han atacado mi casa y secuestraron a mi padre. 

-¿Es en serio, Sophie? Lo lamento mucho, amiga. ¿Pero no tienen idea de dónde puede estar?

-No. Oye, escucha, no quiero asustarte, pero es algo urgente. Tienes que dejar el piso, tan pronto como puedas, si puede ser hoy. ¿Te acuerdas de lo que te conté sobre mi madre, que había luchado contra los mortífagos, y eso?

-Si...

-Pues bueno... estamos seguros que atacaron mi hogar, como venganza, por ser familia de ella. Y es muy probable que me estén buscando, y yo tengo registros en el Ministerio de que me he ido a América. Así que por favor, vete antes de que vayan. Lamento tanto hacerte pasar por esto.- una pequeña lágrima se le escapo.

-Ey, mira, estaré bien, ¿si? Ahora veré qué hago. ¿Tu dónde estaras?

-No lo sé aun, y tampoco lo puedo decir. Intentaré comunicarme pero creo que va a ser imposible.-  suspiró frustrada.- Me estoy odiando a mi misma, ¿cómo es que nunca me imaginé que esto podría pasar?

-Mira, Sophie, todo estará bien. Y si necesitas ayuda, recuerda que tienes amigos al otro lado del mundo, si es necesario construiremos un búnker. Y estate tranquila, tu padre estará bien.

-Gracias, Avril... Bueno... ya vete, no pierdas tiempo, ¿vale?

-Si si, seguro. Mucha suerte, Sophie. Nos vemos.











Rodeada De Gemelos (Fred Weasley)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora