Capítulo 9

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Al despertar le dolía mucho la cabeza y tenía malestar estomacal, entró al baño y se vio con espanto en el espejo. Llevaba el cabello en estado imposible y su cara era un desastre, se dio una ducha rápida para quitarse el olor a cigarrillo y alcohol. Bajó las escaleras casi arrastrándose.

-¡BUENOS DIAS, RACH ! – gritó su hermano y ella gruñó.

-No grites, Evan- pidió llevándose las manos a la cabeza.

-¿Por qué? ¿Resaca muy mala?

-Vete al diablo. Necesito café. – respondió mientras iba hacia la cocina, pero él la interceptó.

-Toma – dijo poniendo un analgésico en su mano- y bebe esto, es mejor que el café y menos dañino – agregó alcanzándole un vaso con un líquido verde.

-¿Qué es? – preguntó mirándolo raro.

-Un licuado de verduras, frutas y té verde. Te hará bien. No pongas esa cara y bébelo, es mucho mejor que esas cosas azules que bebiste anoche – dijo y ella frunció el ceño y se lo bebió.

-¿Cómo sabes? – preguntó

-¿Lo de las bebidas? Me lo contó Kenai cuando te trajo- respondió su hermano y entonces las imágenes volvieron a su mente.

¿Por qué tenía que haber sido Kenai quien la viera emborracharse y la llevara a casa?

Los recuerdos eran muy claros ahora, él diciéndole que dejara de beber, ella actuando como idiota, Kenai sacándola de aquel lugar y luego cargándola para entrar a la casa. Hasta ahí recordaba, hasta acomodarse contra él, cómodamente, sedada por su calor y luego, la inconsciencia.

-¿Él me trajo? – preguntó tontamente.

-Sí, hasta te llevo a tu habitación.

-¿No podías llevarme tú?

-Él ya te traía cargando, y además, pesas mucho.

-¡Cielos! Es vergonzoso.- dijo ella.

-¿Por qué? Sólo es Kenai. Además están a mano con esto, tú lo cuidaste cuando se emborrachó, ¿no lo recuerdas? – preguntó Evan, y ella recordó.

-¡Pero él tenía sólo catorce años y fuiste tú quien lo emborrachó! No podía enviarlo a casa en ese estado.- le reclamó a su hermano. En efecto, ella había salido con su novio y los había dejado solos en casa, pero al regresar ambos estaban perdidamente borrachos, porque Evan había tenido la genial idea de aprovechar su ausencia y probar el alcohol. Así habían tomado las cervezas que había en el refrigerador y habían seguido por una botella de coñac de su padre. Ella se había encargado de cuidar al pobre Kenai que apenas si balbuceaba, lo había asistido durante su descompostura y había preparado café a toneladas, mientras le avisaba a los padres que se quedaría a pasar el día en su casa, no quería mandarlo de regreso en aquel estado. Su padre y Adam, para variar, no estaban, así que se había encargado sola de aquellos pequeños traviesos, hasta que se habían recobrado. Kenai había estado muy acongojado al recuperar la sobriedad, su hermano, no.

Eso había sido mucho tiempo atrás, no podía comparar las dos situaciones. Ella era una adulta, y se sentía bastante avergonzada de haber sido atrapada emborrachándose.

-No le des tanta importancia- dijo Evan y ella suspiró.

El resto del fin de semana se quedó en casa mirando películas, quizás descansar un poco de la manera tradicional, era una idea mucho mejor que ir por allí tomando tragos azules. No estaba hecha para el descontrol, o al menos no le resultaba bien. Tampoco quiso salir por temor a toparse con Kenai, tendría que agradecerle su ayuda, y eso la abochornaba.

Amor en Alaska (En curso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora