Capítulo 20

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Rachel pasó por la cafetería de Anke, no tenía confianza con mucha gente pero sí con ella, así que le comentó al pasar que iría a comer con Kenai y su sobrino y que llevaría el postre. La alemana no hizo ningún comentario, ni indagó, sólo preguntó qué le gustaría llevar y la joven agradeció su discreción.

-No lo sé,¿qué me aconsejas?

-Al pequeño Anori le gustan los postres con fresas y crema, en cuanto a Kenai, es como tú , le gusta el chocolate – sugirió y sonrió traviesa. Rachel se sonrojó levemente porque su corazón se había sobresaltado por algo tan vano como coincidir en gustos con él.

-De acuerdo, entonces llevaré tres tartaletas de fresas y una tarta grande de las de chocolate con menta-pidió.

-Buena elección, Rachel – dijo la mujer guiñándole un ojo, y la joven sospechó que no se refería meramente a los postres.

Un rato después se encontraba frente a la entrada de la casa de Kenai, estaba nerviosa, era algo ridículo, pero no podía evitar la ansiedad, sentía que estaba dando un paso hacia adelante, hacia lo desconocido. Finalmente se armó de valor y golpeó a la puerta. Le abrió un niño que le sonrió tímidamente, al mismo tiempo salió Nieve para saludarla efusivamente y desde atrás de aquel par se asomó un hombre que terminó de abrir la puerta.

-Bienvenida, pasa, por favor – dijo Kenai y ella entró.

-Traje esto – dijo extendiendo torpemente la caja con los postres.

-Gracias – dijo él tomándolo y se lo pasó a su sobrino – llévalo al refrigerador, Anori – indicó y luego la ayudó a quitarse el abrigo – Ponte cómoda, ya termino de hacer la comida, me falta poco – dijo y ella asintió.

-¿Qué estás preparando? – preguntó curiosa, ver a Kenai en la cocina mientras sus sobrino lo asistía, era algo muy agradable, hogareño y cálido.

-Salmón marinado y papas al horno, espero que te guste, debí llegar a algo término medio para complacerlos a ti y a Anori, ni hamburguesa ni nada muy elaborado.

-Es una buena elección, señor chef – respondió y se dio cuenta que cada vez era más fácil hablar con él, bromear- ¿Puedo ayudar en algo? – preguntó mientras lo veía trabajar.

-Eres la invitada- contestó

-Pero me siento algo inútil.

-Eso jamás – dijo él girándose a mirarla, y algo en la intensidad de su mirada la hizo sonrojarse. Ella lo había dicho casualmente, pero la mirada de Kenai implicaba mucha más profundidad como si en verdad pudiese ver dentro de su caos interior.

-Tío, ¿falta mucho?- preguntó Anori y su estómago hizo un ruido elocuente que hizo reír a todos y acabó automáticamente con aquel clima que se había creado entre los dos adultos.

-Ya está, alcánzame los platos – respondió Kenai.

La comida estuvo deliciosa, la charla también fue agradable, sobre todo porque Anori se parecía mucho a su tío, una vez en confianza era cálido, dulce y divertido. Rachel temía que no la aceptara, inmiscuirse en ese día que era de Kenai con el niño, pero no fue así. Fue un momento grato para los tres y después del almuerzo compartieron el postre que ella había llevado. Tanto Kenai como Anori se mostraron entusiasmados con su elección.

-Anke me dijo cuáles eran sus favoritos – dijo ella al sentirse expuesta por el entusiasmo de ellos.

-Gracias – dijo él más entusiasmado por el interés de ella que por el postre en sí.

Tras el postre, decidieron salir a caminar, Kenai se encargó de abrigar a su sobrino , Rachel lo observó atentamente. Era extraño como situaciones así la conmovían profundamente, quizás fueran sus hormonas, quizás era que se estaba permitiendo sentir o quizás simplemente la magia de ese hombre.

Después de abrigar a su sobrino se acercó a ella y le puso una bufanda al cuello. Lo miró sorprendida.

-Hoy parece invierno, y no viniste abrigada. Además nunca se sabe cuánto tiempo permaneceremos afuera con esos dos- se justificó señalando a Nieve y al niño- Vamos – la invitó y ella asintió. Salieron los cuatro.

Anori y el perro se les adelantaron para jugar.

-¿Él está mejor? – preguntó Rachel.

-Sí, lo va superando, y está siendo rodeado de dosis extras de amor familiar.

-¿Y tu hermana?

- Está mejorando también, y rodeada por el amor de mis padres. Creo que la parte más difícil para ella es dejar ir la vida que había soñado junto a su ex marido, resignarse a que eso ya no será.

-Es difícil renunciar a los sueños.

-Lo es, pero más difícil es seguir manteniendo algo que no te hace feliz, y ellos ya no lo eran.

-Es aterrador pensar que dos personas se eligen, tienen hijos, sueños en común y que eso se derrumba un día- evalúo Rachel.

-Yo creo que lo único que se derrumba es lo que no está bien construido, también pasa con el amor si las bases no son sólidas.-Aseveró él. La joven iba a preguntarle cómo se construía un amor que durase para siempre, pero mientras dudaba en poner en palabras sus erráticos pensamientos, comenzó a nevar. Una nevisca suave, fuera de temporada.

-¡Ohhhhh, está nevando!- exclamó. Vivía allí y la nieve era parte de su vida, pero aún así le sorprendía su belleza, más cuando era suave y leve como en ese momento.

-Maravilloso – dijo Kenai acercándose a ella y sacudiéndole unos copos del cabello.

-¡Está nevando! - gritó feliz el niño, llegando hasta ellos.

-Es precioso- respondió ella y antes de que pudiera reaccionar, Kenai la tomó de la mano y salió corriendo llevándola con él, mientras su sobrino y Nieve los seguían entre risas y ladridos.

Un rato después, los adultos terminaron sentados en la tierra para recuperar el aliento.

-Creo que estoy mayor para esto, pero fue divertido – dijo Rachel sonriendo plenamente.

-Te queda bien – dijo Kenai.

-¿Mmmm?– expresó girando hacia él.

-Reírte, disfrutar sin preocuparte.

-Estoy aprendiendo a volver a hacerlo – respondió y no agregó que él contribuía en gran parte a ese aprendizaje.

El perro y el niño , cansados de corretear se acercaron a ellos.

-¿Regresamos? – preguntó Kenai a su sobrino y este asintió.

Volvieron caminando despacio, disfrutando el aire frío y el paisaje. Cuando llegaron, Kenai preparó chocolate caliente y después de beberlo, Rachel se despidió de ellos.

-Quédate, puedes cenar aquí- invitó Kenai.

-Gracias, la próxima vez, es justo que Anori y tú tengan un tiempo a solas también.

-Rachel...

-Lo pasé muy bien, en serio – aseveró ella y cuando el niño se acercó a despedirla, le dio un abrazo –Eres un encanto, gracias por todo.

-Vuelve pronto- se despidió Anori.

-Lo haré – dijo ella y Kenai la miró.

-No puedes retractarte.

-No lo haré.

-Vamos, te acompaño .

-Puedo irme sola, y no deberías dejar a tu sobrino.

-Eso es verdad – dijo contrariado- Pero al menos te acompañaré un par de metros- concluyó y así lo hizo. Caminaron juntos en silencio un trecho, hasta donde Kenai aún podía observar su casa cómodamente.

-Hasta aquí – indicó Rachel y él hizo un gesto mínimo, hubiera deseado acompañarla pero Anori era su responsabilidad.

-Es una pena que no trajeras tu camioneta.

-Quería caminar.

-Cuidate y avísame cuando llegues a tu casa – dijo serio y eso la hizo sonreír, que la cuidaran. Y también le dio valor.

-Gracias, por todo – dijo acercándose a él, se estiró un poco y le dio un beso suave, tomándolo desprevenido. Después se apresuró para alejarse antes de que él reaccionara.

Amor en Alaska (En curso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora