Capítulo 18

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En el cine, Kenai compró las entradas y Rachel compró dos tarros enormes de pochoclos y las bebidas.

-Gracias – dijo él.

-Es lo mínimo, debiste dejarme pagar las entradas.

-Creo que esto salió más, y quería invitarte al cine.- respondió sin aclarar que en realidad llevaba años queriendo invitarla.

La película era entretenida y cada tanto Kenai se inclinaba hacia ella para comentarle algo, Rachel sintió como si el tiempo volviese atrás y pudiera sentirse libre, despreocupada y un poco como estuviese en su primera cita. Sabía bien que Kenai había ido a ayudarla, pero se sentía ansiosa y emocionada con cada gesto de él, estaban rodeados de gente, pero al mismo tiempo, sentados uno junto al otro, en la oscuridad, se sentía como algo demasiado íntimo. Su mente recordaba bien quien era él, el amigo de su hermano, el niño que conocía desde siempre, pero su cuerpo le enviaba señales distintas, aquel era un hombre, uno que la hacía sentir reaccionar, que la movilizaba de mil maneras distintas. Le llevó mucho esfuerzo concentrarse en la película y parar sus pensamientos peregrinos.

Al salir del cine aún faltaba un par de horas para poder tomar el vuelo de regreso.

-¿Qué hacemos ahora? – preguntó Rachel.

-¿Qué te parece ir ahí? – respondió Kenai señalando una sala de videojuegos

-Eso es para niños – protestó la mujer.

-Es para todos, dime Rachel hace cuánto que no juegas.- Cuestionó él y la mujer sospechó que Kenai estaba cumpliendo el papel de consciencia porque la hacía reflexionar sobre cuestiones que había ignorado por mucho tiempo. No recordaba cuando había jugado libremente por última vez, sin dudas era muy pequeña. Ni siquiera había jugado con sus hermanos porque cada uno de ellos había tenido sus propias actividades y la dejaban al margen.

-No creo que lleve la ropa adecuada – intentó excusarse.

-La ropa ni nada más debería impedirte hacer algo si es lo que tú deseas. Además no se me ocurre qué más podríamos hacer mientras esperamos – le dijo y casi tuvo ganas de burlarse de sí mismo ante aquellas palabras. Había miles de cosas que se le ocurrían ahora que Rachel estaba a su lado, pero no era el momento.

- Vamos –claudicó, pero se quedó parada allí tiesa, hasta que Kenai la tomó de la mano y la arrastró dentro.

Había distinto tipo de juegos, y ciertamente gente de todas las edades. Además cada uno estaba entretenido en lo que hacía, sin preocuparse por los demás. También había parejas, parecía ser una cita usual. Había flippers, modernos juegos de computadoras, de realidad virtual, juegos para bailar o máquinas para atrapar peluches, había de todo.

-¿Qué tal ese? – preguntó él señalando una máquina para encestar pelotas de básquet.

-Solía ser buena, ¿estás seguro?- repreguntó con una sonrisa

-Tengo confianza.- afirmó él y empezaron a jugar. Jugaron piedra papel y tijera para ver quién iba primero y empezó Rachel. Luego de acertar tres tiros seguidos su sonrisa se amplió, parecía que aún conservaba el toque, miró brevemente a Kenai y él le devolvió la sonrisa cálidamente, como si estuviera orgulloso, de algo tan simple como meter una pelota en una canasta. Eso la animó y siguió jugando.

Kenai la observó detenidamente, le gustaba verla así, riendo, disfrutando, sin preocupaciones. Quiso poder hacerla sentir así siempre, quiso que ella pudiera creer en su sinceridad, por el momento se conformaría con darle ese momento de distracción

-Tu turno – dijo ella y cambió rápidamente su expresión para no agobiarla con aquellos sentimientos.

-Deberíamos haber apostado algo – le dijo al tomar la pelota.

-Perdiste la oportunidad Hayden, de todas maneras deberías ganarme primero – lo provocó.

-Lo intentaré – dijo y cuando se paró a su lado para tomar la pelota, Rachel volvió a tener esa sensación extraña de nerviosismo. Como la noche en la playa, volvió percibir lo alto que era, lo masculino, se sintió impresionada por ese hombre que estaba junto a ella y era a la vez extraño y conocido. Y quiso saber más sobre él. Se lo quedó observando mientras él encestaba una y otra vez, sus movimientos eran precisos y estaba muy concentrado. Rachel se dio cuenta que era propio de él, como si pusiera su mejor esfuerzo en todo lo que hacía, no era espíritu competitivo, era algo más , como si diera todo de sí mismo cuando se comprometía. Era una faceta muy atractiva. Le prestó tanta atención que también percibió el instante exacto en que él perdió a propósito para quedar un par de puntos detrás de ella y concederle la victoria. Nadie había tenido tanta consideración, y aunque hería su orgullo y de ser otro el contrincante hubiese exigido que jugara limpio o le diera una revancha, lo dejó pasar, porque no la trataba como a alguien inferior, sólo quería hacerla sentir bien. Tan simple como eso.

- Parece que no era tan bueno – le dijo haciéndose el inocente.

- Eso parece – dijo ella suavemente.

-¿Buscamos otra cosa?

-¿Qué tal eso? – propuso señalando un juego de baile, donde los participantes intentaba seguir los pasos que la pantalla señalaba.

-No tengo gracia para el baile, ni coordinación, me temo que mi altura no ayuda – se excusó Kenai.

-También soy un desastre, eso lo hará divertido- dijo ella y lo arrastró. Unos momentos después estaban tentados de la risa, y esta vez ninguno de los dos demostraba pericia alguna. Luego probaron juegos de realidad virtual. Así pasó el tiempo y pronto se les hizo la hora de regresar. Dejaron la sala de juegos, tomaron un taxi para ir al aeropuerto y regresaron a casa.

Rachel miró por la ventanilla, y al notar como Juneau se empequeñecía mientras el avión alzaba vuelo, sintió que su corazón también se estrujaba, como si dejara atrás algo más importante que un lugar.

-¿Estás cansada?- preguntó Kenai al notarla distraída.

-Un poco.

-Llegaremos pronto, descansa si quieres- dijo y ella cerró los ojos. No era que tuviese sueño sino que su estado de ánimo había vuelto a cambiar. Quizás al volver a casa, volvía a ser la misma de siempre, o algo más patético. Era la mujer que había salido a tener una cita a ciegas que había terminado en forma desastrosa y había sido rescatada por el caballeroso Kenai, con quien había pasado unas horas muy especiales. Se sentía como si despertara de un sueño.

Él había dejado su camioneta en el estacionamiento del aeropuerto, así que ofreció llevarla y ella aceptó. La dejó en su casa y la acompañó hasta la puerta.

-Descansa, Rachel – le dijo una vez que ella abrió la puerta.

-Muchas gracias, por todo. Sé que estabas cumpliendo con Evan al cuidarme, pero me alegra que estuvieras allí, gracias, de verdad. – le dijo y Kenai asintió. Luego se alejó mientras ella aún lo veía. Y cuando se giró para entrar en la casa, sintió unos pasos veloces que se acercaban, antes de tener tiempo de actuar, Kenai la giró hacia él.

-¿Pasa algo? – preguntó sobresaltada.

-Sí. No fue por Evan, supongo que está preocupado por ti, pero no fui por él.

-¿Qué quieres decir?

-Fui por mí, porque estaba preocupado.

-Gracias.

-Porque estaba mucho más que preocupado, porque quería ir, porque me importas mucho más de lo que crees- le dijo con intensidad y ella lo miró absorta.

-Me importas, me gustas- confesó Kenai pensando que no volvería a tener otra oportunidad, y la besó. Primero muy suavemente como tanteándola, era un beso arrebatado y no pedido, pero cuando la sintió relajarse y ceder a su caricia, mientras ella apoyaba sus manos en su espalda, la besó con intensidad, apasionadamente, hasta que se vio obligado a separarse antes de ir más lejos.

Se apartó un poco, sosteniéndola por los hombros. Ella estaba agitada, y tenía una expresión sorprendida.

-Piénsalo, Rachel. Quiero ser más que el amigo de tu hermano, quiero ser un hombre para ti. Piénsalo- dijo y luego se marchó.

Amor en Alaska (En curso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora