Me desperté con el molesto ruido del despertador que sonaba por toda la habitación. Intenté localizarlo sin despegar la cabeza de la almohada. La mesita de noche no era muy grande, aun así no daba con el dichoso reloj. Levanté molesta la cabeza de la almohada cogí el despertador y lo estampé contra la pared. Ya iban 3 en menos de un mes, mis padres no me regañaban por estamparlos y hacerlos añicos. Supongo que podían entender de cierto modo mi frustración, aunque yo sabía que en el fondo habían hecho esto para joderme la existencia. Todo nos iba de maravilla en Nueva York, ¿Por qué demonios debíamos mudarnos a Londres?
Eran las 10 cuando los gritos de mi madre pidiendome que me levantara retumbaron por toda la casa. Me incorporé y observé la habitación ya vacía, todo estaba metido en enormes cajas de cartón firmadas con mi nombre. Echaría de menos tanto esta habitación... Era mi única manera de escapar de mi familia, la cual, sinceramente, me agotaba. Me levanté a mi ritmo, despacio. Intentando disfrutar de las escasas horas que me quedaban en aquella casa.
Salí de mi habitación y me metí en el baño. Me miré al espejo y resoplé, qué asco. Enrollé mi pelo largo, medio rubio y morado en un moño y me desvestí. Entré en la ducha y esperé a que el agua caliente empezase a caerme por el cuerpo. Mala decisión, ya que las duchas de agua caliente sólo conseguian adormilarme más.
Tras 15 minutos, mi madre empezaba a aporrearme la puerta y a meterme prisa. Hacía unos días que había empezado a hacer huelga de silencio, no les dirigía la palabra a ninguno de los dos, así que, tampoco lo haría ahora. Salí de la ducha y me sequé. Volví a mi habitación y cogí la ropa que había dejado fuera de la maleta la noche anterior. Una camiseta negra con una camisa de cuadros rojos y negros y unos pitillos negros rotos. Me calcé mis zapatillas del mismo color que los pantalones y volví al baño. Me planché el pelo y me puse mi gorro de lana. Me habían dicho que allí hace frío siempre.
Bajé con indiferencia las escaleras y me encaminé a la cocina. Allí estaban ellos, esperandome a mí y a mi mellizo, Tate. Saqué mis cereales y la leche del frigorífico y me senté en uno de los taburetes de la mesa.
-¿Vas a volver a hablarnos alguna vez? -Preguntó mi madre con sarcasmo.
La ignoré y le dediqué una sonrisa irónica de esas que tanto ha visto estos últimos días. Me acabé mi desayuno y fregué el tazón y la cuchara. Mi madre después lo guardó en una caja con el resto de la vajilla. Entonces, entró Tate. Se me acercó por detrás, me agarró de la cintura y me besó rápidamente la cabeza, después, volvió a su habitación para empezar a bajar las cosas. Sonreí. Tate era el único que me entendía, a medias, porque nadie me ha sabido entender completamente. Aunque a los 14 teníamos nuestras peleas monumentales, con el paso de aquellos 2 años, habíamos afianzado nuestra relación y nos ayudabamos mutuamente, aunque cada uno tenía su vida privada.
Al cabo de una hora todas las cosas estaban dentro del coche y yo observaba la casa desde la ventana del coche. Recordando todos los momentos vividos en ella. La iba a echar de menos.
...
Tras un largo viaje, llegamos por fin a Londres. No era tan malo como esperaba, las casas por fuera eran preciosas. Había decidido dejar mi huelga de silencio, entendía que no serviría de nada. Llegamos a un barrio aparentemente tranquilo. Aparcamos delante de una casa de 2 pisos y una buhardilla. Era muy bonita y tenía muchas ganas de ver cómo era por dentro.
Me giré para ver las demás y me encontré que en uno de los balcones de la casa de enfrente había un chico que no me quitaba los ojos de encima. Al darse cuenta de que yo también lo miraba, me guiñó un ojo y yo, sin pensarmelo dos veces le sonreí y levanté en el aire mi dedo corazón.
Mi madre apareció por detrás."¡Angy Johnson! ¿Qué crees que estás haciendo? Te he dicho que esos gestos no me gustan."
Me di la vuelta y ya había vuelto a desaparecer llevando consigo 2 cajas. Volví a mirar al balcón de aquel chico, se estaba riendo por la situación y no pude aguantar una carcajada. Volví a enseñarle mi dedo corazón y me metí en mi nueva casa con mi maleta y una de las cajas con mis cosas.
¿Quién sería ese chaval? Sólo esperaba que no me molestase más. Mi paciencia se agota rápido.
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Amor A Base De Odio.
Teen Fiction-Eres un idiota, te odio. Me miró con una sonrisa pícara sabiendo que eso me ponía aún más de mal humor. -En el fondo sabes que no es cierto, pequeño mapache. -Te he dicho que no me llames así. -¿Y por qué tengo que hacerte caso? -Dijo dando un paso...