Capítulo 1... GongChan...

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Cuando era pequeño, sus padres se separaron. Podía recordar aquella ocasión con claridad...

Bajaba las escaleras lentamente, un poco temeroso, asustado. Se escondía tras el barandal de madera para no ser descubierto.

Sus padres peleaban, gritaban y estaban tan cerca, con los rostros tan rojos que, con esa edad, pensaba que la cabeza de alguno de ellos dos explotaría.

— ¡No puedes hacerlo! ¡Es demasiado para un niño! —gritó su padre

—Es pequeño y frágil. Así nadie podrá dañarlo —refutó su madre a punto de llorar.

—El médico ha dicho que puede seguir con un tratamiento ¡Uno simple, que le permita crecer como un niño normal! ¡No necesita más!... ¡Será poco tiempo!

— ¡Tú no sabes qué le puede pasar en un hospital!... ¡¿Y si le hace más daño estar lejos de su hogar?! ¡¿Si necesita a su madre?!, ¡¿Cómo lo sabré?!... ¡Puede tener ese tratamiento aquí, en casa!... ¡Aquí podría cuidarlo bien y él tenerlo todo!

— ¡¿Estás loca?! ¡Eso es demasiado costoso!, ¡¿Qué pasa si se siente mal y no contamos con lo que necesita?!... ¡Le afectará a futuro si no se recupera bien!

— ¡Le afectará más el exterior!, ¡Hay más virus y bacterias!... ¡Es mejor mantenerlo seguro aquí dentro, en su zona de confort!

— ¡De todo eso se encargará el hospital, mujer!... ¡Es un simple niño, tu no-!... ¡Por más que quieras, no puedes mantenerlo encerrado!

Después de esa noche, los problemas en su casa fueron en aumento.

Su padre dejó de vivir con ellos. Luego, durante algunos meses, los visitaba con un señor de traje y se sentaba a conversar frente a su madre acompañada de otro señor igual de elegante.

Posteriormente, su padre le preguntó si estaba cómodo en aquella casa, pero como infante con todo aquello que su mamá le daba ¿Cómo no podía estarlo? Era pequeño y tenía cualquier juguete que deseara.

Al final, su papá dejó de visitarlos y muy pronto, los dejó para siempre...

La mujer pudo mantener a su hijo encerrado en casa, todo el tiempo. Demasiado extremista dirían algunos. Aunque dada la enfermedad, que le detectaron a su hijo cuando pequeño, éste debía tomar muchas medicinas y ser muy cuidadoso con sus esfuerzos.

Por eso se volvió temerosa. Nadie querría perder a su hijo.

Con el tiempo y con los cuidados suficientes, disminuyó el riesgo de la enfermedad y el pequeño se acostumbró a aquel trato de claustro que conoció desde siempre.

Su educación fue realizada en casa. Su mamá contrataba a los mejores profesores privados y con un par de exámenes, podía obtener sus documentos sin problema.

Bastante inteligente para su edad. Sus calificaciones eran muy buenas, a pesar de todo.

Un excelente chico, que de práctica sabía muy poco...

Su madre siempre le dijo que no podía salir de casa bajo ninguna circunstancia y aún, cuando niño, eso realmente no le importaba, conforme los libros de texto y las historietas que leía, su inevitable curiosidad por lo que estaba más allá del muro de su hogar le llamaba la atención.

Con el tiempo también logró toser menos y por causas, que no quería que se repitieran, se resignó a no salir jamás, a vivir su enfermedad así.

Así que justo en ese momento, en lugar de hacer el ensayo de filosofía para el siguiente día, reflexionaba exactamente esa situación: su confinamiento.

Observó las estrellas por la ventana. Cada una de ellas era tan brillante, tan hermosa, tan distante... dentro de ese enorme infinito que desconocía por completo, del que le costaba creer que todo el que lo habitaba era malo como su madre aseguraba.

No podía confiar en nadie, no debía interactuar con nadie más o le harían daño.

A mitad de su pensar, escuchó un ruido extraño proveniente de afuera del balcón de su habitación. Seguramente se trataba del viento o una rama chocando contra los cristales; pues al voltear hacia tal dirección, no notó nada inusual.

No pasó algo más durante unos segundos, así que le restó importancia y siguió concentrándose en las hojas blancas que no llevan gran cosa escrita.

El borrador de su lápiz comenzó golpear constantemente la superficie del escritorio, entre sus dedos desesperados. No se le ocurría nada más que agregar a su trabajo sobre la teoría de la existencia, cuando realmente no tenía la experiencia necesaria y todo le llevaba a sentir temor por aquello que estaba afuera.

Suspiró. Se supone que estaba a salvo y bien en su casa por su enfermedad.

Volvió a oír ruidos extraños y se alarmó.

Contempló el ventanal una vez más, pero en esta ocasión los ruidos no cesaron. Su corazón se aceleró, se desbocó cuando vio una sombra humana pasearse por fuera.

¿Ladrones? ¿Fantasmas?

No lo sabía pero tenía mucho miedo

¿Debía acercarse? ¿Huir?

Justo cuando se levantaba para tomar cualquier decisión, la manija del ventanal giró... El peor momento para recordar que no la cerró bien porque cedió y abrió.

Evitó gritar de terror cuando percibió como ingresaba a su dormitorio

¿Debería atacar? ¿Correr?

No podía hacer nada de eso si seguía en el mismo lugar, paralizado.

Con cautela se acercó, tras agarrar la lámpara del escritorio y gracias al extenso cable del aparato, alcanzó a iluminar la silueta de ese ser viviente, que por cierto, se detuvo tranquilamente a cerrar la puerta mientras se sostenía la cabeza con una mano.

Aquel desconocido dio media vuelta... y lo primero que el chico pudo contemplar de su secuestrador fue una melena larga, castaña y sedosa, una complexión delgada y fina, un rostro hermoso y perfilado.

Unos ojos encantadores. Asustados. Abiertos con impresión y cegados de inmediato por la lámpara aún en sus manos.

Sus labios delgados y rosados fueron cubiertos por sus suaves manos en un intento por no gritar, mientras cerraba los ojos con fuerza ante la ceguera momentánea que la lámpara le causó.

Él se había quedado como una piedra. Nunca en su vida había visto algo tan hermoso, perfecto...

No duró mucho, segundos después, aquella bonita y desconocida figura cayó al suelo de la habitación, inconsciente.

My Cute Secret Boy -GongChan- B1A4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora