Capítulo 11

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Sin promesas parte II

Sus ojos suplicantes se esfuerzan en recordarme aquella promesa que hice con el corazón en la mano, pero que pronto había olvidado. Sin embargo, no fue esto lo que prometí, mi promesa fue sangre innecesaria en mis manos, y aunque creo que es innecesario en cualquier caso derramar sangre, me veo obligada a hacer algo.

La miro con culpa y suplica, necesito que me deje hacerlo sabiendo que no habrá un reproche después. Tampoco espero un alago, que estén orgullosos de mí, no pienso siquiera en estarlo yo misma, no hay más que la culpa como consecuencia, arrepentimiento, pero debo hacerlo.

Niega sin soltar su agarre, sin siquiera aflojar este. Suspiro pesado y muevo mis labios formando la palabra: —Lo siento — antes de soltarme de su agarre y empuñar el arma.

Mis manos tiemblan, al igual que mi interior, lucha por no doblegarse y hacer lo que debe hacerse, pero cuando levanto el arma y la apunto hacía los hombres que se ocultan entre los troncos, mi corazón apaga la llama que mi mente había encendido dentro de mi ser, doblega esa decisión de hacer lo que debe hacerse.

Mi mano tiembla y deja caer el arma, así sin más, sin una mirada, sin una súplica, solo un corazón latente lleno de cobardía quizás, o solo un reinado de bondad y lealtad a mi ser y mi alma.

—¡Alex! — grita Cora como advertencia.

Giro mi cuerpo y veo como sale un hombre entre la maleza con un enorme arco en sus manos, preparando la flecha para lanzarla por el aire y que esta cumpla su destino.

Todo lo que ocurre después parece hacerse en cámara lenta. Mis ojos no se apartan de esa punta metálica brillante que ahora vuela por el aire. Con miedo, permanezco ahí, solo observando, tal vez mi mente no fue capaz de articular movimiento alguno o solo acepte lo que el destino me deparaba, pero, me equivoque, ese no era mi destino, aun tenía más que hacer.

El cuerpo de Cora se cruza frente a mis ojos y se detiene cuando la flecha impacta en su cuerpo con dureza. Un disparo viene después obligándolo a caer de rodillas y soltando su arma.

Sin siquiera pensarlo, Raquel y Víctor se dirigen a este para alejarlo de toda arma mortal y para retenerlo y usarlo como rehén, o tal vez como informante.

Con dificultad, mi única reacción es tomar a Cora en mis brazos y ver su cuerpo con horror. La enorme flecha esta incrustada en su pecho. Sus labios teñidos de sangre hacen ver su rostro aún más pálido. Su agitada respiración resuena no solo en mis oídos, sino en todo nuestro alrededor.

Los disparos se han disipado, pero lo que agobia nuestros cuerpos es la desgarradora escena. Con cuidado, la llevo hasta el piso y permanezco ahí, a su lado.

—¡Mamá! — grita Frank a mis espaldas, con dolor, con toda la fuerza que hay dentro de él, como si quisiera desgarrar su garganta con tal sonido.

Aprieto los ojos y siento nauseas, culpa, dolor. Abro los ojos, y lo veo ahí, a su lado, viendo el rostro casi desfallecido de su madre mientras sujeta su mano. Sus ojos derraman lágrimas, una tras otra sin parar, sin control. Siento una mano tocar mi hombro en forma de consuelo, pero estoy demasiado débil como para mirar de quien se trata, estoy cansada y agobiada.

No puedo hacer un solo movimiento sin que me duela una parte del alma. Esto es mi culpa, tal vez no aprete el gatillo contra alguien, pero hay sangre en mis manos ahora, sangre inocente. He roto una promesa inquebrantable, lo he hecho sin siquiera decidirlo, sin siquiera sujetar el arma homicida.

Los ojos oscuros de Cora miran el cielo mientras su pecho sube y baja sin descanso. Siento un nudo en la garganta que me duele, y una fuerte presión en el pecho que me dificulta respirar.

Me mira y extiende su mano hacía mí. La tomo sin pensarlo y no aparto mis ojos de los suyos.

—Promete... prométeme que lo cuidarás — titubea con dificultad —. Lo sacarás de todo esto a salvo.

Más promesas. Aunque mi alma tiembla ante sus palabras, ¿Qué más puedo hacer?

Una lagrima se escapa y hace un fugaz recorrido por mi mejilla. Asiento y aprieto levemente su mano.

Esta vez, sus ojos van hacía su hijo, quien no a tratado de ocultar cuan herido esta, está hecho pedazos, pues su mundo se le vino encima, su única esperanza se le esfuma ante sus ojos y no puede hacer nada para evitarlo.

Sonríe forzadamente —Debes obedecerla, hazlo y estarás bien, ellos te llevarán a casa.

Frank se niega, y no separa los labios, solo se mantiene viendo a su madre y como su vida se apaga de a poco.

—Por favor — suplica en un susurro, con la voz quebrada.

—Lo haré — susurra Frank.

Cora asiente y devuelve su vista al cielo. Sus ojos brillan ante las lágrimas acumuladas en estos, pero, no hay vida en ellos, ya no. Su pecho se queda quieto, y su rostro parece congelarse, ya no hay más facciones en él, ya no hay nada más que una lagrima que baja por su sien.

—Mamá — la llama Frank.

Aprieto los labios y acomodo su mano en su vientre antes de ponerme de pie.

—¡Mamá! — repite Frank en un llamado agonizante, un grito de dolor e impotencia.

Mi cuerpo se estremece y mi corazón se comprime mientras dejo salir unas lágrimas sigilosas. Emma se acerca a Frank y lo toma de los hombros, intentando alejarlo, levantarlo de cualquier manera en que necesite ser levantado, pero lucha, lucha por seguir cerca de lo único que le quedaba y ahora yo he dejado ir con facilidad.

Raquel ayuda a Emma y después de unos segundos de lucha, Frank se detiene y hace lo único que puede hacer ahora, abrazar a Emma.

Me limpio las lágrimas y permanezco ahí, sin saber que hacer o decir. ¿Qué debo decir? ¿Lo siento? Un lo siento ya no significa nada, no significa nada ante tal acción. No puedo esperar a que Frank me perdone, que mis amigos lo hagan, eso sería estúpido.

Max se acerca y me mira, con compasión y un atisbo de dolor reflejado en sus ojos paralizantes. No sé qué más hacer, nada más que abalanzarme a él y abrazarlo. Sus brazos rodean mi cintura en cuestión de segundos. Ocultó mi rostro entre el hueco de su cuello y me quedo quieta, intentando calmar la tormenta que desató dentro de mí, intento callar las voces de mi cabeza que me reprochan una y otra vez lo que he hecho.

—Se lo que estás pensando — susurra cerca de mi oído.

Permanezco así, sin decir o hacer nada, es claro que lo sabe, pues la culpa está impregnada en mi rostro, cada ángulo, cada facción, la culpa está ahí y en todo mi interior.

—No es tu culpa — agrega con el mismo tono suave y tranquilizante.

—Claro que sí — afirmo sin duda —. Si tan solo hubiera tenido el valor de apretar el gatillo, si no hubiera sido tan cobarde

Me separa ligeramente de su cuerpo para que pueda ver mi rostro.

—Alex, se necesita valor para no tomar un arma aun estando en la guerra, solo porque tu corazón sabe que siempre hay otra manera, que es incluso innecesario.

—No hay otra manera.

—Siempre la hay.

De manera inconsciente, mi mente divaga entre mis recuerdos y me coloca días atrás, cuando mamá dijo lo mismo. Tal vez hay otra manera, tal vez hay más opciones, pero conmigo, no las conocerán. No pienso con claridad, sigo sin creer que esto es real, que en verdad debemos arriesgarlo todo y aunque anteriormente he creído estar preparada, la vida me muestra que estoy muy equivocada.

No lo estoy, estoy dentro de un capullo aun, sigo en proceso, sigo siendo débil, vulnerable, sigo siendo la presa cuando todos a mi alrededor ya se han convertido en cazadores, antes de ser cazados. Pero yo, sigo a la deriva, sigo sin tener un rumbo directo que me lleve a lo que estoy destinada a ser, a mi propósito, al papel que juego en esta historia.

¿Cómo voy a descubrirlo? ¿Cuándo lograré salir de ese capullo?

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