Capítulo12

8.3K 591 149
                                    

Laberinto

Después de haber enterrado el cuerpo de Cora y parar el sangrado del extraño, me dispuse a obtener la información que este pudiera tener. Amarrado al tronco de un árbol, cubierto de su propia sangre, siendo golpeado una y otra vez, la única palabra que ha salido de su boca es: —Muéranse.

Raquel se acerca y le da una cachetada con toda la ira y frustración que se le ha acumulado durante los últimos días. El impacto de su mano contra el rostro del extraño resuena a nuestro alrededor. Mi amiga se agarra la mano y hace una mueca de dolor mientras maldice entre dientes.

—Ya basta — digo y me acerco al hombre.

Me pongo en cuclillas frente a él y lo observo con detalle. En sus ojos veo maldad pura, así como también rabia, hacia todo, hacia todos. Pero, sigue siendo humano, aun siente, aún hay como obligarlo a hablar.

Suspiro con pesadez —No hay necesidad de más golpes — hablo tranquila —. Solo necesitamos información.

Me mira, pero no expresa nada, no hay nada más que indiferencia. Después de unos segundos, sus ojos fríos van a un punto detrás de nosotros, entre la arboleda.

—No puedes quedarte callado para siempre — agrega Max.

Sus ojos se desvían a mi amigo un par de segundos, pero luego están detrás de nosotros de nuevo.

—Esto no está funcionando, debemos irnos y asesinarlo, no podemos dejar rastros — sugiere Emma.

Niego sin verla —Vamos a conseguir esa información —digo mientras me pongo de pie —. Saca tu arma — le ordeno a mi amiga, quien me mira confundida unos segundos, pero después obedece.

—A su cabeza.

Sin decir ni una sola palabra, apunta su arma a la sien del desconocido y pone su dedo sobre el gatillo. Mis manos sudan y mi corazón late apresurado, no quiero asesinar a nadie, no quiero que alguien más cargue con esa culpa, así que rezo, rezo con toda la fuerza de mi alma, rezo para que la persona que esta oculta detenga este caos, y nos de lo que necesitamos sin más lucha, sin más muertes innecesarias, sin la necesidad de convertirnos en asesinos.

Intercambio una mirada con Emma y asiento.

—Haz...

—¡NO! — grita una voz chillona detrás de nosotros, obligándonos a girar.

Un niño de unos diez años sale de entre los arbustos con las manos en el aire, mostrando sus armas, mientras nos mira suplicante.

—Busquen francotiradores — ordeno y rápidamente todos toman sus armas y lo hacen —. Las armas al suelo — ordeno esta vez al chiquillo frente a mi.

Sin apartar sus ojos de mí, lanza su pequeño arco a unos metros frente a mí dando pasos lentos.

—¡Hasta ahí! — ordeno y lo hace.

—Les diré todo lo que quieran saber si dejan vivir a mi padre.

—Ilian — susurra el hombre a mis espaldas.

—¡No hables! — grita Raquel.

—¿Vienes acompañado? — pregunta Víctor.

Niega repetidas veces con la cabeza.

—Un solo movimiento, y tu padre muere — amenaza Max sin bajar su arma.

Asiente —Entiendo, ¿Qué quieren saber?

—Creo que lo más importante, ¿Por qué nos cazan? — inquiere Emma.

—Supervivencia, mientras menos personas haya, menos monstros también.

Zona Cero © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora