Capítulo 21

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La calma

La noche paso rápido, apenas logre dormir un par de horas antes de que amaneciera y las actividades de todos comenzaran. Las palabras de Eva no han dejado de rondar por mi mente, creando muchas más incógnitas que aun no tienen respuestas. Max tampoco me facilita las cosas, ¿Qué me esta pasando? ¿Por qué me siento así junto a él?, sin embargo, sea lo que sea, no tengo tiempo para pensar en esas cosas.

—¿Te sientes bien? — pregunta Víctor acercándose a mi cama donde estoy recostada viendo hacia el techo —. No te has levantado.

Lo miro y me siento en la orilla de la cama y el me acompaña.

—Estoy bien... un poco confundida.

—Se que no confías, y creo en ti, lo sabes ¿No?

Sonrío y lo miro. Asiento y tomo su mano con delicadeza —Lo sé.

La puerta se abre con brusquedad y veo a un Max agitado entrar por esta.

Lo miro confundida, al igual que el lo hace conmigo y su primo.

—¿Estás bien? — pregunta Víctor.

Max lo mira unos segundos antes de bajar la mirada y limitarse a asentir mientras intenta recuperar el aliento.

—Necesitaba hablar contigo Alex... a solas.

Frunzo el ceño y siento mi estomago dar un giro de 360 grados. De nuevo la extraña sensación en mi cuerpo. Trago saliva y miro a Víctor antes de levantarme de la cama.

—Vamos — murmura antes de tomar mi mano y arrastrarme fuera de la habitación, para seguir por el pasillo hasta que logro percibir una puerta roja al final del pasillo, la única puerta roja que eh visto en este lugar.

Aunque claro, no es que conozca cada rincón de este lugar, apenas visite las habitaciones que Eva me quiso mostrar. ¿Cómo sabe Max de esto? ¿A dónde me lleva?

—¿A dónde vamos? — pregunto temerosa.

—Es una sorpresa — responde entusiasmado.

Suspiro —No me gustan las sorpresas — admito.

Nos detenemos frente a la puerta y se gira para verme con una enorme sonrisa en el rostro antes de abrir la puerta, dejándome ver un hermoso y radiante amanecer que ilumina todo a su paso.

Camino al exterior maravillada. Estamos en la azotea, en el punto más alto de este enorme edificio, el punto perfecto para observar la belleza que nos regala el mundo, un pequeño detalle que destella luz y la contagia a su paso.

Incluso con tanto silencio, sin pájaros cantando a fondo, o volando frente a la hermosa vista, es perfecto.

—Quería que vieras lo hermoso que aun nos regala el mundo — dice con sigilo.

—Es hermoso — susurro, pues mis ojos han quedado tan extasiados que mi cerebro casi a olvidado como mover mis labios.

—Sabia que te gustaría — dice colocándose frente a mí.

Y de nuevo, los nervios invadiendo mi cuerpo.

Suspira y comienza a jugar con sus manos de manera nerviosa.

—Alex... me gustas mucho mucho y te aprecio, me preocupa esta situación tanto como a ti y te apoyare en todo, en cualesquiera que sean tus decisiones.

Mis labios se mantienen inertes, mis ojos no dejan de ver el azul de los suyos y mi corazón no deja de latir con prisa. Las palabras parecen esfumarse y mi mente no logra reaccionar ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Qué debo decir? ¿Qué es lo que debo sentir?

Sin posibilidades de decir palabra alguna, Max se abalanza hacia mí, tomándome delicadamente de la cintura, juntando sus labios con los míos en solo cuestión de segundos, quitándome la posibilidad de reaccionar.

Mi interior explota en cientos de emociones, las ideas vuelven, los sentimientos, los recuerdos y mis reacciones también.

Me separo de él con delicadeza, sin embargo, esto aún provoca que me mire confundido y con pena debido a mi reacción. Seguro ahora está arrepintiéndose de lo que hizo. Sin embargo, no lo hago porque me disguste lo que hizo, sino porque estoy completamente confundida. Todo a ocurrido muy rápido, su regreso, la aparición de este virus, la información que Eva me brindo. Es demasiado que procesar.

Retrocede un par de pasos con vergüenza —Yo... lo siento, no se en que estaba pensando es solo que...

—No — me apresuro a decir —. No tienes por que disculparte es solo que...

Me mira con tranquilidad esperando que termine mi oración, esperando con paciencia, sin ocultar su dulzura.

Sonrío ante dicha reacción y continuo con mi oración —Es mucho que procesar... estoy confundida, con todo.

Sonríe ampliamente y asiente, como si con esas palabras comprendiera todo, como si eso fuera lo que esperaba que dijera.

—Entiendo... te daré el tiempo que necesites.

Niego —No puedo pedirte eso.

Vuelve a acercarse a mi tímidamente y me toma suavemente de las manos —No es necesario que lo hagas.

—Gracias — susurro.

Luego de permanecer en silencio, solo contemplando la hermosa vista, Max se despidió de mí diciendo que tenía cosas que hacer, sin embargo, no dio ninguna otra explicación, aunque claro, tampoco se la pediría, no tengo porque entrometerme en sus asuntos, aunque me mate la curiosidad, además, también tengo cosas que hacer, como buscar a Emma con desesperación, pues necesito urgentemente hablar con ella.

5 pisos, 10 habitaciones y 15 pasillos son los que eh recorrido en busca de mi mejor amiga, quien parece haber desaparecido sin rastro alguno. Estoy cansada, con la respiración agitada y desesperada por saber de ella.

Me encontré antes con Víctor en la sala de entrenamiento; parecía disfrutar las clases que voluntariamente tomó. Parece haber encontrado una forma de lidiar con su dolor y eso me da mucha felicidad, me llena de luz el saber que sigue luchando por el mismo.

Continuando en mi búsqueda, me encontré también con mi madre, mi hermano y Frank, en un huerto de cosecha. Mi madre siempre ha amado los jardines, pero cuando comenzaron los problemas dejo de disfrutar de ellos, ya no tenía tiempo para pensar en otras cosas que no fueran los infinitos problemas que trataba de resolver con desesperación.

Mi hermano y Frank parecían disfrutar como mi madre les explicaba y los incluía en todo, pero vi en los ojos de mi madre, en su voz, incluso en sus movimientos como lo disfrutaba, después de tanto tiempo. Es como si tuviera un reencuentro con un ser amado al que no veía desde hace años.

Verla así, verlos a todos disfrutar tanto de los pequeños detalles que antes ni siquiera podíamos percibir, me brinda paz y calidez, me abriga el corazón con una manta de amor hacía cada uno de ellos, y hacia la oportunidad de poder disfrutar de estos pequeños placeres de la vida; una vez más.

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