Capítulo 16

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Blanco

Abro los ojos lento, dejando que estos se acostumbren a la intensa luz blanca que me recibe. Una vez que estoy consciente me siento asustada, pero al ver a mis amigos y familia dormir en camas individuales, dentro de una enorme habitación blanca en su totalidad.

Mis pies descalzos tocan el piso frío causándome un escalofrío, pero a la vez, una sensación agradable, pues es un piso limpio y fresco, algo que me recuerda tanto a mi casa, a los días en que todo iba bien, pero a la vez nada lo estaba.

Suspiro y camino con cuidado, observando todo a mi alrededor con curiosidad. Suspiro y toco la pared con mi mano derecha, la textura en suave, pero parece fuerte.

La puerta se abre haciéndome girar en esa dirección con sorpresa. Una joven de unos 17 años, de cabello castaño oscuro, tez blanca y ojos color avellana me dedica una rápida mirada y luego se acerca a la cama que acabo de dejar vacía, coloca un bulto de prendas blancas perfectamente acomodadas y un par de botas sobre esta.

—Es ropa limpia, el baño esta por allá — dice señalando la puerta detrás de mí, al fondo de la habitación —. Cuando tus amigos despierten traeré ropa para ellos, el comedor esta al frente, si necesitas algo más, estaré ahí.

—Gracias — digo con una sonrisa.

Sonríe y asiente como despedida antes de salir de la habitación.

Me acerco a la cama y tomo la ropa en mis manos, sintiendo la textura de la tela, probablemente no es ni parecida a la seda, pero en estos momentos, mis manos la sienten así. La acerco a mi rostro e inhalo profundo, limpio. El olor es fuerte y fresco, hace días no sentía una prenda tan suave, tan limpia, tan normal.

La tomo en mis brazos y me apresuro a entrar al baño, el cual tiene la misma tonalidad blanca que hace este lugar tan espacioso y perfectamente reluciente.

Con ansias me despojo de mi ropa por completo y abro el grifo. El agua tibia rápidamente impacta en mi cuerpo dejándome una sensación de paz y relajación. Miro hacia abajo, el agua que recorre por mi cuerpo llega al suelo en una combinación de color marrón y rojo. Mi vista se pierde en esta, recordando todo lo que pasamos en tan solo unos días, lo que todo esto nos hizo, como nos cambió, como lo hizo con mis amigos.

De manera repentina, mis ojos comienzan a llenarse de lagrimas y un nudo se forma en mi garganta. Me abrazo a mí misma sintiendo un dolor latente en el pecho, como si este ardiera con el fuego de los vivos recuerdos.

Mis manos no han quitado una vida, pero las siento llenas de sangre, repletas de muertes con las que siento cargar incluso sin siquiera haber podido sostener un arma más de cinco minutos.

Con cuidado, me siento y dejo salir las lágrimas, las dejo salir sin reproches, las dejo unirse con el agua que cae sobre mi cuerpo y luego se va por el drenaje.

Después de haber estado en la ducha alrededor de veinte minutos, al fin salgo vestida, secándome el cabello con una toalla. Me detengo al ver a mis amigos despiertos, viéndome con sorpresa.

Sonrío y Emiliano rápidamente corre para abrazarme. Dejo la toalla en la silla a mi lado y abrazo con fuerzas a mi pequeño hermano.

—Lo cumpliste — murmura contra mi vientre —. Nos trajiste a casa.

Sus palabras me hacen sonreír, pero también sentir un hormigueo por todo el cuerpo, no se si esto sea nuestra casa, no se si ahora estamos seguros, pero por el momento, no arruinare la felicidad y emoción que ahora siente mi hermano, que sienten todos.

—Ella siempre cumple sus promesas — dice Víctor acercándose a nosotros con una sonrisa.

Lo miro y sonrío —Es algo que me enseñaste.

—Bueno, ahora que estamos todos despiertos, tomemos una ducha para ir a comer algo — dice Max desde un rincón.

—Tienes razón — digo y separo a mi hermano de mí.

—Es tu turno Emiliano — le advierte mi madre.

Mi hermano asiente sin reproches y entra al baño de inmediato seguido de mi madre, quien pasa a mi lado regalándome una sonrisa.

La puerta del baño se cierra y todo queda en silencio, pues mis amigos comienzan a tender sus camas, todos excepto Frank, quien solo esta sentado en la orilla de su cama, sin decir ni una palabra, sin apartar su mirada del suelo.

Mi sonrisa se desvanece y suelto un suspiro antes de caminar hacia él con cautela.

—¿Puedo sentarme? — digo en un tono suave, se lo que esta pensando, se cuanto esta sufriendo, ahora más que nunca, pues su madre debería de estar aquí con él y yo soy la culpable de su ausencia.

Me mira y asiente sin ninguna expresión en su rostro.

Me siento con cuidado y me mantengo unos segundos en silencio, ¿Qué se supone que debo decir?, es claro que diga lo que diga no arreglara nada, no me llevara al pasado y evitar la muerte de Cora, no hará que deje de doler su ausencia.

—Se lo que estas pensando — susurra sereno, tomándome por sorpresa.

Frunzo el ceño y lo miro.

—No es tu culpa — dice y me mira. Sus ojos brillan por las lagrimas acumuladas, haciendo que el azul de sus ojos resalte, pareciendo que estos son solo diamantes.

Bajo la mirada al sentir un nudo en mi garganta y mi vista nublarse una vez más —Lo es — asiento —. Debí ser yo, y en todo caso, habría sobrevivido de no haber estado tan débil tan herida.

Su pequeña mano se posa sobre la mía, haciendo que mis ojos una vez más, miren los suyos con ternura.

Niega —No puedes cargar con ese peso, esa culpa te consumirá y no debe ser así, ese peso no te corresponde.

Lo miro sorprendida, es tan solo un niño por fuera, pero es todo un hombre en su interior, será un hombre bueno, bondadoso, noble y valiente, como su madre.

Una lagrima se resbala por mi mejilla y lo abrazo sin siquiera pensarlo. Sus delicados brazos me rodean y se apega a mi cuerpo.

—Cumpliré mi promesa, te mantendré a salvo incluso si eso se lleva mi vida.

—Siempre cumples tus promesas, creo en ti.

Río levemente y asiento sin separarme de él.

Ya no se trata de solo una promesa que le hice a Cora, ahora es una promesa hacia él, hacia mí, una promesa que cumpliré a toda costa, pues el merece ser feliz, merece vivir la vida que su madre siempre quiso para él y estoy dispuesta a dársela.

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