Capítulo 08

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Sin lucha

Abro los ojos de a poco, conforme estos se acostumbran a la intensa luz blanca que emana con brillo de todos lados. Como mi mirada borrosa me lo permite, examino el extraño lugar en el que he despertado. Lo único que puedo distinguir son paredes blancas, al igual que una puerta del mismo color y un enorme cristal oscuro frente a mí, igualando por unas cuantas pulgadas el tamaño de la pared.

Mis oídos perciben un bip seguido de otro y otro. Con un dolor punzante en los extremos de mi cabeza, me incorporó en la cama y la puerta inmediatamente se abre. Una joven mujer de unos veinte años, melena oscura y ojos verde claro camina directo a mí, con una jeringa enorme en su mano izquierda.

La miro con confusión, pero las ansias de saber donde me encuentro se apoderan de mi y me hacen que mis labios se muevan sin pensar en si es apropiado o no preguntar.

—¿Dónde estoy? — son las palabras que salen de mi ronco pecho.

Sus pasos no se detienen hasta estar a mi lado, pero en ningún momento sus ojos me miran, mucho menos sus labios se mueven para responder, lo cuál me causa un escalofrío que viaja desde mi espalda, hasta la punta de mis dedos.

Durante unos segundos, sus ojos verdes me miran, pero no hay más que indiferencia en ellos, como si no entendiera lo que hago, como si las palabras que salieron de mi boca hace unos segundos, no fueran nada mas que balbuceos.

Atraviesa la intravenosa con la punta de la jeringa y vacía el líquido azul brillante que contenía, poco a poco.

—¿Qué es eso? ¿Por qué hace eso? — preguntó aun mas confundida, esta vez incluso asustada.

Una vez que la jeringa esta vacía, la retira y se da media vuelta, dándome la espalda sin siquiera mover sus labios. Sus pasos firmes van directo a la puerta, pero no pienso quedarme sin recibir una sola respuesta.

—¡Oiga! ¡Quiero una respuesta! — exijo intentando sentarme en la orilla de la cama, pero mis movimientos torpes y lentos me lo prohíben —. ¡Vuelva! — grito con debilidad, pues mi lengua se arrastra por mi boca como si estuviera anestesiada.

Cada extremidad de mi cuerpo siente un cosquilleo y un cansancio exagerado. Me recuesto sobre las almohadas y llevo mi mirada al techo. Blanco, tanto como la luz que golpea mis ojos, pero ya no los lastima, ya ni se inmutan, pero siento como lentamente, la intensidad de la luz disminuye, hasta que después de unos segundos, me percato de que mis ojos, comienzan a cerrarse, dejando la luz atrás.

Abro los ojos sobresaltada, con la respiración agitada y el corazón golpeando fuerte contra mi pecho. Mis ojos buscan cualquier cosa familiar que me diga que estoy en casa y así es. Mis amigos duermen dispersos en la sala.

Ya tranquila, me pongo de pie y camino en silencio hasta la pequeña terraza. La brisa me envuelve, al igual que el silencio. Miro el cielo, la luz tan radiante que emana la luna y lo pequeñas que se ven las estrellas a su lado.

Suelto un suspiro con cansancio, en realidad no sé lo que hago, no sé lo que viene en mi futuro, pero quiero salir de aquí, proteger a mi familia y a mis amigos, quiero hacerlo sin importar nada, pero ¿Qué debo sacrificar? ¿Qué es lo que tendré que hacer para lograrlo?

Escucho la puerta abrirse, por lo que inmediatamente me giro y veo a Víctor. Me sonríe y se acerca a mi sigilosamente. Ambos levantamos la mirada, hacía el cielo estrellado, apreciando la libertad que este tiene.

—¿Estas bien? — murmura.

Asiento —Si ¿Tu lo estás?

De reojo veo como se encoje de hombros y suelta un pesado suspiro, Cargado de cansancio, decepción, dolor y confusión.

—¿Crees que los vuelva a ver algún día? ¿Después de esta vida?

Lo miro, pero él a mi no, mantiene su mirada en el cielo. Su rostro es iluminado por la luz de la luna, sombrío, frío, inexpresivo. Jamás lo había visto de tal modo, nunca me dejo conocer esa parte de él o solo es que tal vez nunca hubo una verdadera razón que lo hiciera de esta manera.

No puedo ni siquiera imaginar el dolor que ahora siente, que todos mis amigos sienten, no puedo acercarme y decir unas cuantas palabras que alivien su dolor, pues no funciona así, se que hay una lucha en su interior, un mar de batallas por diferentes razones que no llego a conocer.

—Los verás, nos rencontraremos con todos aquellos que justo ahora no están.

—¿Crees que las demás ciudades estén igual? — pregunta cambiando de tema.

De nuevo miro las estrellas —No lo sé pero tengo fe.

—¿Fe en qué?

—En que todo esto pasará, que quedará en el pasado.

Muy en el fondo de mi interior, una voz me lo dice, me lo exige. Me exige confiar en que habrá un mejor mañana, en que pronto recordaremos esto como una pesadilla y que pase lo que pase, seguiremos unidos, y saldremos que todo esto como lo comenzamos; juntos.

—¿Le crees?

Me encojo de hombros —No lo sé.

—¿Qué hay de esa señora? ¿A que se refería con lo que te dijo?

Aprieto los labios y siento un nudo en el estomago al recordar la escena. Dolor y culpa es todo lo que siento al revivir su imagen en mis pensamientos. Tal vez no podía hacer mucho por ella, pero pude hacer más de lo que hice, debí haber hecho mas por ella.

Retrocede unos pasos —Esto es muy complicado ¿Enserio vamos a sobrevivir a esto?

Frunzo el ceño y lo miro —¿Tú crees que no?

Se encoje de hombros mientras niega levemente —No somos soldados, ni héroes o guerreros Alex, somos solo adolescentes que, por suerte o desgracia, han llegado hasta aquí, sobreviviendo repetidas ocasiones.

—Peleamos por nuestras vidas, por la de nuestras familias, eso es lo que nos ha hecho sobrevivir.

—Solo tú tienes una familia por la cual luchar. Yo ya no tengo nada, en cambio tú, tienes quien te motive a seguir adelante — se acerca y toma mis manos —. Te prometo que haré lo que esté en mis manos por que así sea. Mereces mucho más que esto Alexandra.

—Víctor

Niega interrumpiéndome —No digas nada, solo mantente fuera de peligro — sonríe y planta un beso en mi frente, dejándome completamente sin palabra alguna.

Sus palabras han estremecido mi alma, contraído mi corazón. Jamás imagine que su dolor fuera tan grande como para permitir que esas palabras tan fuertes salgan de su boca sin titubear. Es mi mejor amigo, comparto su dolor, pero definitivamente me rehusó a creer que ya no hay nadie aquí por quien pelear deba pelear.

Sin decir nada más, Víctor entro a la casa y me dejo hundida en un mar de profundos pensamientos agobiantes que me alejaron por completo del sueño y el cansancio que siente mi cuerpo. Mi pierna aun sigue sanando, al igual que mi abdomen, que, aunque no fue una herida grave, me fue desconcertante ver que al principio esta tenia un color extraño.

Todo lo que esta ocurriendo, pasa de una forma muy extraña y rápida, lo que nos arrebata la posibilidad de asimilar o al menos entender lo que ocurre. No hay nada, y la única información que tenemos, está incompleta y viene de bocas desconocidas. ¿Debemos creer en esto? ¿Debemos creer en un par de desconocidos? ¿Acaso podemos confiar?


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