Austin me conduce a un árbol que está en uno de los extremos del patio de la casa, que por cierto, no sé a quién le pertenece.
-Sube, yo voy tras de ti, cuidando que no te caigas. -la voz de Austin suena totalmente armoniosa y suave, como si no tuviera ningun tipo de prisa. Yo tampoco lo tengo, pero la incertidumbre me está carcomiendo por dentro.
Subo escalón por escalón con mucho cuidado hasta que...
-¿No estarás viendo mi trasero? -me detengo.
-No. -suspira.
-Estoy con vestido, subiendo delante tuyo una escalerita. No hay forma de que no lo estés viendo. -hablo en modo, se que me mientes.
-Tengo tu trasero en mi rostro pero estoy más preocupado porque esto salga bien que en observarte, así que continúa. -no cambia por nada en el mundo su tono de voz, e increíblemente le creo lo que me dice, pero también logra ponerme más nerviosa de lo que ya estoy.
Una vez consigo llegar a la cima, es cuestión de segundos para que Austin llegue a mi lado.
-No entres aún. -toma un control pequeño del bolsillo de sus pantalones y presiona el único botón que este tiene.
Unas pequeñas lucecitas que recorren todo el contorno interior de la casita del árbol me llaman a abandonar la especie de balconcito en el que estamos y asomarme a la entrada a la casita.
Cuando parecía que no podía impresionarme más, lo que hay en el interior cambia eso.
Una mesa baja, con una caja de pizza encima. A cada lado de esta hay un almohadón, supongo para sentarnos. En el fondo se pueden ver algunos juguetes viejos y otros más nuevos, pero las luces pequeñas le dan un toque de delicadeza que sumado al hecho de que esto es un lugar para niños no me da otra cosa que ternura.
Pero no es la ternura que me puede dar un perrito en la calle, es una ternura que me hace sentir halagada. Y eso, de vez en cuando, es una emoción que todos deberíamos sentir.
-Que hermoso. -atino a decir.
-Sientate. -señala con su mano uno de los almohadones y hago lo que dice. El hace lo mismo, quedando justo enfrente mío.
-¿Tú solo hiciste esto? -le pregunto dándole una mirada nuevamente al lugar.
-¿Tengo que ser sincero? -entrecierra sus ojos en mi dirección.
-Si. -contesto sin ninguna duda, algo divertida porque no sé qué esperar.
-Emily participó de esto. -confiesa.
-Mi vida, adoro a esa niña. -no puedo evitar hablar con la ternura reflejándose en mi voz.
-Es gracioso que una niña de su edad tenga tantas ideas. -se ríe levemente y cualquiera que esté a menos de diez kilómetros de distancia podría ver con claridad el amor que tiene Austin por esa niña.
-¿Donde estamos? -cuestiono.
-En una casita del árbol. ¿Acaso no has tenido infancia Sam?
-Tonto. -le saco la lengua.
-Es la casa de mis abuelos. Ellos están de viaje y pensaba venir aquí hoy, solo que al venir con Emily surgió la idea de subir. ¿Sabes hace cuánto tiempo no subía aquí? -revolotea su mirada alrededor de la casita y finaliza su recorrido con esta cayendo sobre mi- Creo que desde que tenía algo de once años.
-Años... -murmuro para mí.
-Emily fue quien menos la utilizó, y sin embargo fue ella quién me animo a subir hoy. -la ironía atraviesa sus palabras.
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Teen Fiction-Sam, ven aquí. Austin ya llegó. Desde ahí, todo cambió. Tengo mi grupo de amigos de toda la vida, ¿Entendieron eso, no?, MI grupo de amigos. Oh, olvidé mencionar que puedo llegar a ser un poco, tan solo un poco, celosa. Bueno, volviendo a lo que...