-¡Austin salgamos de aquí! ¡Ahora mismo! -le grito y luego suelto un chillido agudo.
-Vamos, mandarina. Nada malo sucederá. -el muy idiota se ríe.
-¿De qué rayos te ríes? Te odio. -refunfuño y golpeo mi pie contra el piso de la camioneta.
-Sabes que eso no es verdad. -me mira por un instante y vuelve la vista al frente- Hay muchos autos a esta hora. -creo haber escuchado, ya que lo dijo más para él que para mí.
Aunque debo estar equivocada, realmente equivocada, ya que no hay nadie cerca de nuestro vehículo. Y esa es una de las cosas que más me aterran.
-Será verdad si en menos de un minuto no salimos de aquí. -lo amenazo.
-Puedo vivir con ello. -se encoje de hombros- Podré volver a hacer que me quieras. -sonríe orgulloso.
-¡Austin Miller! Déjate de idioteces y sácame de aquí. Tengo miedo. -comienzo a lloriquear. Claro que todo es mentira, pero necesito que me haga caso, y al parecer he tenido que llegar al punto del capricho.
Austin detiene la camioneta y suelta un suspiro.
-En serio, confía en mí. -tiene la mirada posada en el camino indefinido que estábamos siguiendo. Su mano izquierda la tiene apoyada sobre el volante y la derecha sobre la caja de cambios. Todo esto lo observo entre los mechones de cabello que cubren mi rostro, para dramatizar más el hecho de que estaba llorando.
Lo observo, lo observo y no lo dejo de observar. Es extraño, porque cada vez me parece menos disparatado todo lo que dicen nuestros amigos. El observarlo detenidamente es lo que me ayuda a pensar con mayor claridad las cosas.
Estamos en medio de la nada, razón de toda mi escena, metiéndonos con la camioneta en un lugar desconocido para mí y no lo sé para Austin.
-¿Tu sabes con exactitud a dónde me estás llevando? -corro los mechones de cabello que cubren mi rostro y lo miro expectante.
-Si. -afirma con total seguridad y por un momento casi confío en él- Por favor, confía en mí, yo sé que te gustará. -sonríe y su rostro me genera ternura- Cree en lo que te digo. -insiste.
-Si estás equivocado no me puedes pedir ni una sola vez más que confíe en ti, ¿De acuerdo? -lo señalo con mi dedo índice, en lo que yo creo, una escena amenazante a la cual le debe temer. Al menos esa es la intención.
-De acuerdo. -una sonrisa se extiende por su rostro. Pone la vista al frente y se acomoda en su asiento. Sus manos se colocan en la tan erguida y la más correcta de las posiciones a la hora de manejar; 10 y 2, y con la sonrisa aún plasmada en su rostro vuelve a encaminarnos hacia el desconocido destino al que me lleva.
Al cabo de unos 5 minutos el silencio reinaba el ambiente, cabe aclarar que este no fue incómodo, sino que hasta agradable, ya que era un silencio normal, simple. Esa simpleza duró solo esos cinco minutos, ya que Austin acaba de encender la radio. Sinceramente fue totalmente inservible ya que a los segundos de que el artefacto se puso en marcha, las voces de los locutores o en su defecto, de los cantantes se tornaron algo terroríficas debido a la falta de señal.
-Creo que esto no fue una buena idea. -murmura y roto mi cabeza al mejor estilo el exorcista en su dirección.
-¿Cómo dices que dijiste? -pronuncio sin evitar sentirme en mi momento de gloria, ya que siempre quise sentirme como Hannah Montana.
-Deja de citar a una de tus ídolas en momentos como estos. -Austin me regaña.
No entiendo absolutamente nada.
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Los Populares
Roman pour Adolescents-Sam, ven aquí. Austin ya llegó. Desde ahí, todo cambió. Tengo mi grupo de amigos de toda la vida, ¿Entendieron eso, no?, MI grupo de amigos. Oh, olvidé mencionar que puedo llegar a ser un poco, tan solo un poco, celosa. Bueno, volviendo a lo que...