XVIII

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—Ni siquiera está tan mal —comentó Allyson al bajar del auto de Dave—. Es decir, imaginaba que sería un lugar horrible, oscuro y asqueroso, pero no es ninguna de esas cosas, al parecer.

Dave solo profirió un ahogado "Hmm" mientras ella lanzaba una mirada a los alrededores en el aparcamiento del centro comercial y luego al enorme cartel del supermercado.

—¿Entramos? —agregó, al ver que él no hacía amago de moverse.

Él asintió sin más, caminando hacia las enormes puertas de cristal. El supermercado se encontraba al final de un extenso pasillo lleno de escaparates de muchos otros comercios, sin embargo Allyson prefería mirar a Dave de soslayo cada tanto y sonreír.

Apenas habían hablado en los últimos treinta minutos, aunque a ella tampoco le importaba mucho porque estaba demasiado ocupada pensando en lo sorprendente que resultaba que Dave la hubiera buscado por sí solo.

Dave entró en el establecimiento unos pasos antes que ella y Allyson se preguntó si era posible que alguien olvidara cómo ir de compras. Tomó un carrito y lo arrastró hasta alcanzarlo a la mitad de un pasillo.

—Muy bien. ¿Qué quieres comprar?

No tengo idea —respondió él, mirando ambos lados, como si estuviera perdido.

—¿Viniste al supermercado sin tener idea de lo que quieres comprar? —se burló—. Dime que es una broma.

Dave la miró, frustrado.

—Si viniste para burlarte...

—No me burlo, lo juro. Solo dí lo que te gusta.

—Bueno, me gustan éstas —señaló, con algo en las manos.

Allyson se acercó para poder ver de qué se trataba.

—Esos son caramelos ácidos —indicó.

—Tu preguntaste por lo que me gustaba.

—De acuerdo. Lo llevaremos, ¿Algo más?

Él volvió a enfocar su atención en los anaqueles y pocos segundos después volvió a depositar en el carrito otros tres artículos más. Todos eran dulces.

Allyson puso los ojos en blanco, pero no hizo ningún comentario al respecto. Durante los siguientes quince o veinte minutos lo observó en silencio, esforzándose enormemente en no decir nada acerca de sus elecciones y en contener la risa.

—Siento que estoy de compras con un niño de ocho años —se quejó. Ni siquiera fue consciente de las palabras hasta que las escuchó—. Tal vez lo mío sea la decoración, pero sé que vas a morir si comes todo eso.

—Aja... —Dave ni siquiera estaba mirándola. Su vista se encontraba fija en alguna cosa sobre el anaquel— ¿Cubierta de chocolate blanco o de caramelo?

—¿Ah...? —Allyson casi se asfixia con su saliva. ¿Qué...?

—Las galletas —aclaró Dave mostrándole dos paquetes de galleta idénticos y agitándolos en el aire— ¿Cubiertas de chocolate blanco o de caramelo?

¡Ah, las galletas! Joder. ¿Qué le importaban a ella las galletas?

—Chocolate blanco —respondió sin siquiera pensarlo.

El silencio volvió a caer sobre ellos, mientras Allyson rogaba al cielo que Dave no hubiera interpretado correctamente su reacción, aunque sabía que era casi imposible dado el rubor que obviamente la delataba. Agradeció que al menos él tuviera la decencia de fingir que no lo había notado.

—Hace como diez paquetes de caramelos que excediste el límite de ese cupón —comentó, algunos minutos después, solo para romper el silencio.

—Olvida el cupón, Allyson —replicó Dave— ¿Éstas o éstas otras?

Y ahora ¿Qué piensas? (YAQH 4)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora