Capítulo 21: "JUEGO PERVERSO"

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Cerró la puerta con cuidado.

Por fin se había quedado dormida.

— ¿No quieres comer algo? El grandioso Soren se ofrece a prepararte un sandwich— Le sonrió al darse vuelta. Alexander negó.

— No quiero morir de intoxicación.

— ¡Eso es cruel! ¡Además sabes que soy un perfecto cocinero! — Hizo un amago de berrinche y se fue a la cocina— ¿Jamón o atún?

Siempre ignorando el rechazo.

— Atún— Musitó con sus brazos cruzados.

Y siempre a su lado.

Alexander se preguntaba que falla neuronal tenía Soren como para querer seguir a su lado a pesar de cómo le trataba. Dirigió sus pasos a la cocina iluminada cálidamente. Soren partía el pan con una sonrisa eterna en su rostro. Alexander apoyó su cabeza en el marco de la puerta. El danés lo notó y le guiñó el ojo.

— Dos minutos más y probarás mi delicia de atún con lechuga.

— Dirás que en dos minutos más moriré por culpa de un envenenamiento— Dijo. Soren se rió, ignorando las palabras mordaces. Porque para él no eran mordaces, era simplemente el comportamiento típico de Alex.

— Hay gaseosa en el refrigerador para que saques— Se lamió una mano cuando un poco de la salsa de tomate se le cayó en la mano. Alexander rodó los ojos, cerdo asqueroso.

— Lávate las manos antes de seguir haciendo mi pan— Soren se rió. Alexander sacó del refrigerador la gaseosa y al voltear chocó con la mirada atenta del danés.

Alex alzó una ceja.

Qué.

Los ojos celestes siguieron mirándole fijo, indefinibles, pasivos, cálidos.

— Gracias por desperdiciar una navidad por acompañarme en el hospital— Y Alex por primera vez notó las ojeras y el cansancio que guardaba. El noruego se alzó de hombros restándole importancia. Soren se palmeó la frente, ensuciándola con salsa pero que en él parecía más sangre de una víctima — ¡Se me había olvidado, mientras comamos abrirás el regalo asombroso que te he comprado! ¡Es tan asombroso como yo, y es decir mucho!

— Eres un idiota.

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El bus rojo lo dejó como siempre en el paradero de la esquina, a tres cuadras del instituto. Se bajó y se arregló la bufanda gris alrededor de su cuello pálido y tibio para protegerse del frío viento matutino.

Y estornudó por doceava vez en lo que iba desde que salió de la casa.

Era 7 de enero y hace dos semanas Alfred...pues había pasado eso. Desvía la mirada tratando de focalizar su cabeza en otra cosa, pero le dificulta el saber que aunque desvíe el tema de su mente, no podrá esquivarlo de la misma forma en unas pocas cuadras más allá cuando se encuentre con el americano. Y eso, le está produciendo un nudo en el estómago insoportable.

Y un nuevo estornudo se hace presente.

Agh, demonios. Se secó la nariz con un pañuelo. Ya la piel adquiría un leve tono rosáceo debido a tanto roce.

¿Por qué mierda se tuvo que quedar tanto tiempo bajo la nieve y el frío? Se pregunta molesto.

Es que a él pues que le pagaban por ser imbécil, no halla otra explicación.

Se acomodó las manos enguantadas en su chaqueta deportiva, tratando de no perder calor corporal. Hacía demasiado frío. Y la nariz le dolía, lacerada de tanto que se limpiaba. Una situación más que conocida y detestada a causa de los resfríos de cada año.

A tres pasos de ahorcarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora