Capítulo 17

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Después de dos largas horas el médico volvió para decirnos que podíamos pasar de uno en uno.
El padre de Stiles salió de la habitación y su mirada se fue rápidamente hacia mí.
- Está dormido, pero puedes pasar a verle, si quieres - me dijo el Sheriff.
- Yo... Creo que es mejor que los demás vayan antes.
- Madison, eres su mejor amiga, ve tú primero - contestó Lydia.
- Scott también es su mejor amigo - respondí.
Miré a mi hermano que se frotaba las manos contra el pantalón nervioso y asintió con la cabeza indicándome que pasase antes.
Abrí la puerta y la cerré detrás de mí suavemente intentando no hacer ruido.
Me giré y le vi. Estaba tumbado en la cama con el pelo revuelto, los ojos cerrados, la boca entreabierta y con múltiples heridas repartidas por todo el rostro.
Me acerqué sigilosamente y tomé asiento a su lado.
De pronto comenzó a moverse y abrió los ojos.
- Lo siento, lo siento, lo siento. No quería despertarte - dije.
- No pasa nada - bostezó - Ya estaba despierto.
Sus ojos conectaron con los míos y nos quedamos mirándonos fijamente unos segundos.
- ¿Me abrazas ya o qué? - bromeó rompiendo el silencio.
Sonreí y rodeé su cuello con mis brazos cuidadosamente para no hacerle daño. Cerré los ojos cuando sentí como abrazaba mi cuerpo y escondía el rostro en el hueco de mi cuello.
- Hueles muy bien - susurró sin soltarme.
Me reí.
- Me acabo de duchar. Llevaba cuatro días sin hacerlo - respondí.
- ¿Cuatro? - preguntó.
- No me he movido de aquí.
- Madison... - dijo en tono de reproche, como cuando alguien riñe a su hijo.
- Stiles... - contesté imitándolo.
- No me hace gracia que te hayas quedado cuatro días sentada en esos sillones.
- No podía dejarte - confesé.
- ¿Has dormido?
- Seis horas.
- ¿Esta noche?
- En los cuatro días - dije y noté como frunció el ceño contra mi piel.
- Hoy vas a tu casa a dormir.
- No voy a moverme.
- Necesitas hacerlo - respondió abrazándome un poco más fuerte.
- Lo que necesito es que salgas de aquí cuanto antes - contesté separándome para mirarle a los ojos.
- El médico ha dicho que solo tengo que estar veinticuatro horas más y podré reposar en casa - explicó acariciando mi mejilla.
- Menos mal que estás bien... - murmuré.
El sonrió y nos volvimos a quedar en silencio.
- ¿Harías una cosa? - preguntó de pronto.
- Claro, ¿qué pasa?
- ¿Podrías besarme? - soltó y le miré abriendo mucho los ojos - Mierda, la he cagado. Sé que querías tiempo y yo te estoy pidiendo que me beses... Es... Es estúpido yo...
Entonces le besé. Le besé e interrumpí todo lo que me estaba diciendo mientras evité rozar la herida que tenía en el labio inferior.
Noté como se relajaba y sus latidos comenzaron a ir ligeramente más rápido.
- Debería ir dejando pasar a los demás - susurré juntando mi frente con la suya.
- ¿A los demás? - preguntó cerrando los ojos.
- Están todos detrás de esa puerta.
- ¿Y tú?
- ¿Yo qué?
- ¿Vas a quedarte en los sillones?
- Sí - respondí separándome del todo.
- Vete a casa... - me pidió.
- Sales de aquí en veinticuatro horas, no voy a moverme - anuncié.
- Eres una cabezota - contestó sonriendo ligeramente.
Me reí y le peiné el pelo con los dedos.
- Te quiero, ¿lo sabes no? - dijo al cabo de unos segundos.
Mi corazón se paró durante unos instantes.
- Y yo a ti - respondí.
Volví a dejar un beso sobre sus labios y salí de la habitación.

STAUNCH / Stiles Stilinski Donde viven las historias. Descúbrelo ahora