Capítulo 18. Real.

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Cuando entramos en la habitación, lo único que puedo hacer es contener una exclamación

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Cuando entramos en la habitación, lo único que puedo hacer es contener una exclamación.

El lugar está lleno de películas por todos lados; hay estanterías con películas, mesas con películas apiladas, hay películas por el suelo y películas haciendo malabares unas encima de las otras. Hay películas antiguas y películas nuevas. Todas las películas que te puedas imaginar. Las paredes están llenas de pósteres de películas. De las paredes cuelgan unas bombillas de luz azul que le dan a la habitación un ambiente de calma. Hay un proyector apoyado en la ventana, que da directamente a una gran pantalla que se extiende detrás de un enorme campo de hierba. Doy un paso hacia delante, incapaz de quedarme quieta. Dejo las palomitas y las cervezas sobre la mesa que hay en el centro de la habitación. Me aproximo a la estantería que tengo más cerca y recorro con las yemas de mis dedos los lomos de las películas. Reconozco algunas; otras me resultan totalmente desconocidas.

—Es alucinante, ¿verdad? —dice Shawn, acercándose a donde estoy. Asiento, incapaz de emitir palabra—. ¿Entiendes por qué me gusta tanto este sitio?

—Sí —susurro—. Es genial, Shawn.

Nos quedamos un rato en silencio, mis ojos recorriendo los títulos de las películas que hay en la estantería. Doy un respingo cuando siento una mano sobre mi hombro. Me echo hacia atrás y miro a Shawn, quién desliza la mano fuera de mi hombro con lentitud. Él sonríe. Me fijo en que sus ojos se encojen cuando sonríe, y que el final de estos se arruga como si se tratase de una pasa. Resulta totalmente adorable.

Shawn levanta su mano para enseñarme lo que lleva en ella. Es una carátula de mi película favorita. Grease.

Suelto un grito de emoción y tomo la caja con mis manos, analizándola, con una sonrisa en mi rostro. Alzo la mirada para mirar a Shawn, quién acaba de soltar una carcajada al verme emocionarme tanto. ¡Es que es Grease! Puede que la haya visto trescientas veces, pero sigue emocionándome tanto como la primera vez.

—¿Cómo lo has sabido? —pregunto.

—¿El qué?

—Que es mi película favorita.

Shawn se encoge de hombros, sonriente.

—En realidad, no lo sabía. Lo supuse.

—¿Lo supusiste? —repito—. La película favorita de la mayoría de las chicas es El diario de Noah. ¿Por qué no pensaste que era esa?

—Porque tú no eres como la mayoría de las chicas, Leslie.

Los oscuros ojos de Shawn clavándose en los míos me aseguran que lo que dice es lo que piensa. Que no me está mintiendo. Que él no será como Devon. Él no se irá con otra chica ni me dejará tirada. Él se quedará a mi lado. Que me apoyará siempre. Que me ayudará en todo lo que pueda.

O quizá solamente me lo esté imaginando.

—Mejor vamos a ver la película —susurro, con el nerviosismo palpable en mi voz. Shawn asiente. Agarra mi mano, esta vez sorprendiéndome, y tira de mí hacia el proyector. Una sensación me recorre por todo el cuerpo. Es un cosquilleo que baila, que se mueve, que hormiguea a través de mis dedos y de mis manos. Continúa a lo largo de mis brazos y se une en mi pecho, en mi corazón. Desde ahí, se dispara al resto del cuerpo como un impulso eléctrico. Todo mi ser tiembla. ¿Qué es esto que estoy sintiendo? Que alguien me lo explique, porque yo no lo sé.

El cliché perfecto © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora