Capítulo 21. Me importas.

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Shawn me encuentra un cuarto de hora después

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Shawn me encuentra un cuarto de hora después. Cuando se agacha a mi lado, estoy encogida en una esquina del pasillo, con las rodillas pegadas a mi pecho y el rostro enterrado entre las manos. Susurra palabras en mi oído, pero no puedo escucharle. Las palabras de Trenton no salen de mi mente.

Patética.

Sola.

Vacía.

—Leslie... Tienes que escucharme.

Aprieto los párpados y después abro los ojos. Asomo la cabeza entre mis manos y veo los ojos de Shawn, coronados por espesas pestañas oscuras, tan cerca de mí que puedo distinguir su iris de su pupila.

—Shawn... —susurro. La voz se me rompe en la mitad de su nombre.

—¿Qué ha pasado? —pregunta suavemente, acariciando mi espalda—. Estás temblando, princesa. Vamos, tienes que beber algo de agua.

Shawn coloca su brazo rodeando mi cintura y tira de mí para levantarme, pero yo me resisto. Lo único que quiero hacer es volverme invisible y esconderme debajo de las sábanas de mi cómoda cama. O que me trague la tierra. Eso tampoco estaría mal.

—No —murmuro.

—¿Cómo que no? Estás débil. Necesitas recuperarte.

Sacudo la cabeza.

—No quiero que nadie me vea —admito, mordiendo mi labio inferior. Shawn lleva su mano a mi rostro y acaricia mi mejilla con ternura. Aprieta sus labios en una sonrisa de conformidad.

—Te llevaré a un sitio, princesa —dice—. Vamos.

Vuelvo a negar.

—Tengo clase...

—Que les den por culo a las clases —dice Shawn, tomando mi mano entre las suyas y apretándola—. Estás débil, triste, no quieres que nadie te vea y mucho menos puedes aguantar cinco horas más de clase. Tú y yo nos vamos ahora mismo.

Soy yo la que aprieta los labios ahora. No voy a detenerle, ahora mismo estoy en un estado de trance en el que no me entero de la mitad de lo que está pasando. Estoy en algún lugar muy lejano, pero sigo sintiendo la mano de Shawn sujetando la mía y su brazo rodeando mi cintura, ayudándome a incorporarme. Sin saber cómo, recorremos el pasillo, bajamos por las escaleras hasta la planta baja, y salimos por la puerta principal del instituto entre las mareas de estudiantes. Muchos de ellos me miran y se ríen; otros se apiadan de mí y bajan sus cabezas. Sin embargo, el único que me importa y que está para mí es el chico que me está sujetando.

Shawn me guía hasta el coche y, tras pedirme las llaves, me ayuda a aposentarme en el asiento del copiloto mientras que él ocupa el puesto de conductor. Me ofrece un pañuelo antes de arrancar el coche, gesto que le agradezco en voz baja.

El cliché perfecto © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora