Capítulo 13. Cassie.

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Doy un portazo al entrar en casa para que mis padres sepan mi estado anímico antes de verme la cara

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Doy un portazo al entrar en casa para que mis padres sepan mi estado anímico antes de verme la cara. Estoy roja de furia. Además de que Shawn esté enfadado conmigo, de que me haya dejado abandonada en un sitio que ni siquiera aparecía en Google Maps y de que haya dicho que soy igual a mi madre, también me ha tocado dar vueltas a las afueras de San Francisco durante casi dos horas antes de conseguir encontrar el camino a casa. A menos de veinte minutos de llegar a casa, se me ha pinchado una rueda y he tenido de cambiarla. Al final, las malditas rosas sí que estropearon los neumáticos de mi Beetle.

Furiosa, me quito mi chaqueta, que está empapada, y la coloco sobre el radiador con violencia. Los cabellos chorreantes y ahora de un color cerca al castaño se pegan a los lados de mi rostro, impidiéndome ver. Me los aparto de la cara entre bufidos. Para colmo, se ha puesto a llover mientras estaba cambiando la rueda y no he tenido más remedio que calarme hasta los huesos. Hoy no ha sido un buen día, definitivamente.

—¿Leslie, eres tú? -—regunta una voz escaleras arriba. La identifico como la de mi padre.

—¡Sí! —grito, tras recogerme el pelo en una goteante coleta.

Oigo pasos bajando las escaleras mientras me descalzo. El señor del tiempo en la televisión jamás dijo que habría lluvias hoy. Es más, dijo que iba a hacer un día estupendo. Mi delineador de ojos, mis vaqueros cortos y mis medias dan fe de ello. Sin embargo, el delineador ha acabado deslizándose por mis mejillas en oscuras gotas, mis vaqueros encogidas por culpa de la lluvia y las medias pegadas a mis piernas y más transparentes de lo que deberían.

Mi padre sale de la sombra del pasillo y la luz artificial del recibidor le da de pleno en el rostro. Tobías tiene ojeras oscuras bajo los ojos y expresión cansada. Tiene todo el aspecto de haber estado escuchando a mi madre despotricar sobre sus compañeras de trabajo y sobre los altos que están los precios en el inframundo, de donde proviene. Es una broma, pero cada vez se convierte más en una teoría factible. El origen de mi madre es desconocido, jamás me ha hablado de su infancia, así que bien podría provenir del infierno.

—¿Has estado fuera? —cuestiona, frunciendo el ceño. Alzo mis cejas y señalo mi empapado atuendo.

«No, he decidido darme una ducha con la ropa puesta. ¿Tú que crees?»

Sin embargo, no lo digo.

—He estado con Shawn —digo entre dientes, recordando los últimos minutos antes de que Shawn desapareciera entre los matorrales y me dejara tirada. Recuerdo lo que ha hecho Devorah y la furia me recorre de nuevo. Mi padre me mira con sorpresa—. Tengo que hablar con mi madre.

Me dirijo escaleras arriba, hacia la habitación de mis padres, sin cambiarme de ropa antes. Tengo cosas más importantes que hacer. Abro la puerta de la habitación de golpe, descubriendo a mi madre bajo las sábanas, leyendo un libro con sus gafas de lectura sobre su nariz. Parece complacida al verme; una diabólica sonrisa se dibuja en sus labios. ¿Qué demonios la tiene tan contenta?

El cliché perfecto © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora