Capitulo 5: La fiera

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-¡Rápido! -Helen miro al sirviente con seriedad


-Si, señora -el, nervioso, se apresuro en colocar el baúl en el carruaje.


-Se acerca un caballo -Elsa empujo a su hija al interior del carruaje.


-Es Javrik, sube -miro su cochero -Prepárate, si no puedo subir al carruaje, inicia la marcha, os alcanzare.


-Pero señora -el frunció el ceño


-Harás lo que te ordeno -y acomodo su sombrero y miro a Javrik que freno su caballo y se bajo rápidamente, acercándose a ella con las riendas del caballo en su mano.


-¿Os habéis vuelto loca? -Javrik miro el carruaje -No podéis marcharos


-¿Vos vais a impedírnoslo? -y ella le miro desafiante, después sonrió -Lo imaginaba. Es lo mejor para todos.


-No creo que el opine lo mismo -y Javrik miro a Ewan, que cabalgaba a toda prisa hacia ellos.


-¡¡No os atreváis!! -gritaba azuzando a su caballo -¡¡No llegareis lejos!!


-Eso lo veremos -y ella le quito las riendas del caballo a Javrik y subió -¡Leonard marchaos!


-¡Eh! -Javrik la miro sorprendido -¿Que hacéis? -después miro al carruaje que iniciaba su marcha.


-Gracias por vuestro animal, os lo devolveré sano y salvo -le sonrió y movió las riendas, iniciando el trote en otra dirección.


-Es lista -Javrik sonrió, observando como ahora su tío, tendría que escoger entre el carruaje o ella.


-¡¡No te quedes ahí!! ¡¡Sigue al maldito carruaje!! -y Ewan paso ante él, claramente siguiéndola a ella.


-Esto empieza a ser estresante -y él le quito uno de los caballos a uno de sus guardias y se subió a él. Al salir del patio principal dos sirvientas se apartaron, con cestos de fruta -¡Disculpen hermosas damas! -y se sonrojaron al oírle.


-¡¡eah!! -Helen azuzaba su caballo, apurándolo


-¡¡Parad!!-Ewan se acerco a ella, cabalgando detrás -¡¡Parad ahora!!


-¡¡Os dije que nos marcharíamos!! -sonrió y azuzo más a su caballo


-¡Y yo que no lo haríais!-y el consiguió ponerse a su lado -¡¡Para ese maldito animal!!


-¡¡Iros al infierno milord!! -y ella se inclino hacia delante


-¡Vos lo habéis querido! -y Ewan salto sobre ella. Cayeron, sobre el lateral del animal, el sujetándola con fuerza y procurando llevarse el impacto en el suelo. Después rodo rápidamente, aprisionándola sobre el verde prado, con su cuerpo. -He de admitir que no permitís que me aburra querida.

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