Capitulo 22: ¿Traición?

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El carruaje paro ante la puerta principal del palacio, el cochero bajo y abrió la portezuela mientras Alexander bajaba de su caballo.


-¿Todo bien? -pregunto a su esposa al tiempo que la ayudaba a bajar.


-Perfectamente -Eara sonrió, con su hijo entre sus brazos -Ha dormido casi todo el camino.


-¿Y tú? -se inclino hacia ella y deposito un beso en los labios, después, cargo al niño.


-Estoy bien -y alzo la vista hacia las puertas de Palacio, ante la que dos guardias esperaban. Y sonrió levemente. Estaba nerviosa, regresar, después de tanto tiempo, cuando su vida había cambiado completamente. Antes ese lugar había sido como una cárcel para ella y ahora, ahora la incertidumbre la carcomía. Un mes después del nacimiento de su hijo, un mensajero del rey se había presentado en el Condado de Winston y le había entrego los presentes enviados de su majestad. Un sonajero de plata, una manta con el escudo de Winston bordado con hilo de oro y lo que más le sorprendió, una corona. Una pequeña corona que cavia en su mano, de hora y engarzada con rubís.


-Señora -los guardias se inclinaron y abrieron la puerta, después se inclinaron de nuevo ante Alexander que caminaba tras ella.-Conde de Winston.


-Buenas -asintió a los guardias y entro en el palacio, tras su esposa. Frunció el ceño y hablo en voz baja -¿Porque te siguen tratando como El Rubí? ¿Señora? Condesa.


-Alexander -ella le miro sonriendo, mientras atravesaban la sala principal -Aquí siempre seré el Rubí, La Dama de Essex o Lady Lancaster. Aunque sea tu Condesa. -muro al frente y bajo la voz, conteniendo la risa -Quizás podríamos pedir que te pongan el titulo de Lord Lancaster o Caballero de la casa de Essex.


-Con mi título tengo suficiente, querida Condesa - y recalco la última palabra mirándola con una ceja alzada.


-Bienvenida señora -El mayordomo personal del rey, se acerco a ellos y se inclino levemente, miro a Alexander -Conde de Winston -y fijo la vista en el niño -Si me lo permiten, quisiera darles la enhorabuena por el nacimiento de su hijo.


-Gracias -Alexander asintió.


-Síganme -señalo con la mano otro pasillo y comenzó a caminar.


-No vamos a la sala principal -Eara frunció el ceño.


-No -el negó con la cabeza y miro hacia atrás sonriendo -Su majestad les recibirá en sus dependencias privada, en el salón.


Eara se sorprendió con la noticia. Ella solo había estado en ese hala del palacio en tres ocasiones, la primera, a su llegada, cuando su tío la trajo y la presento a su padre, la segunda cuando se coló en la habitación del Rey y la tercera el día de su boda, el día en que el la llevo a aquella sala en la que se encontraba el cuadro de su padre.


El mayordomo paro ante la puerta y la abrió, haciéndose a un lado para que pasaron. Eara entro primero y su esposo que cargaba al niño tras ella.

La DuquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora