El carruaje paro ante la puerta principal del palacio, el cochero bajo y abrió la portezuela mientras Alexander bajaba de su caballo.
-¿Todo bien? -pregunto a su esposa al tiempo que la ayudaba a bajar.
-Perfectamente -Eara sonrió, con su hijo entre sus brazos -Ha dormido casi todo el camino.
-¿Y tú? -se inclino hacia ella y deposito un beso en los labios, después, cargo al niño.
-Estoy bien -y alzo la vista hacia las puertas de Palacio, ante la que dos guardias esperaban. Y sonrió levemente. Estaba nerviosa, regresar, después de tanto tiempo, cuando su vida había cambiado completamente. Antes ese lugar había sido como una cárcel para ella y ahora, ahora la incertidumbre la carcomía. Un mes después del nacimiento de su hijo, un mensajero del rey se había presentado en el Condado de Winston y le había entrego los presentes enviados de su majestad. Un sonajero de plata, una manta con el escudo de Winston bordado con hilo de oro y lo que más le sorprendió, una corona. Una pequeña corona que cavia en su mano, de hora y engarzada con rubís.
-Señora -los guardias se inclinaron y abrieron la puerta, después se inclinaron de nuevo ante Alexander que caminaba tras ella.-Conde de Winston.
-Buenas -asintió a los guardias y entro en el palacio, tras su esposa. Frunció el ceño y hablo en voz baja -¿Porque te siguen tratando como El Rubí? ¿Señora? Condesa.
-Alexander -ella le miro sonriendo, mientras atravesaban la sala principal -Aquí siempre seré el Rubí, La Dama de Essex o Lady Lancaster. Aunque sea tu Condesa. -muro al frente y bajo la voz, conteniendo la risa -Quizás podríamos pedir que te pongan el titulo de Lord Lancaster o Caballero de la casa de Essex.
-Con mi título tengo suficiente, querida Condesa - y recalco la última palabra mirándola con una ceja alzada.
-Bienvenida señora -El mayordomo personal del rey, se acerco a ellos y se inclino levemente, miro a Alexander -Conde de Winston -y fijo la vista en el niño -Si me lo permiten, quisiera darles la enhorabuena por el nacimiento de su hijo.
-Gracias -Alexander asintió.
-Síganme -señalo con la mano otro pasillo y comenzó a caminar.
-No vamos a la sala principal -Eara frunció el ceño.
-No -el negó con la cabeza y miro hacia atrás sonriendo -Su majestad les recibirá en sus dependencias privada, en el salón.
Eara se sorprendió con la noticia. Ella solo había estado en ese hala del palacio en tres ocasiones, la primera, a su llegada, cuando su tío la trajo y la presento a su padre, la segunda cuando se coló en la habitación del Rey y la tercera el día de su boda, el día en que el la llevo a aquella sala en la que se encontraba el cuadro de su padre.
El mayordomo paro ante la puerta y la abrió, haciéndose a un lado para que pasaron. Eara entro primero y su esposo que cargaba al niño tras ella.
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La Duquesa
RomanceCuando Ewan MacLain es informado por uno de los guardias que protegen las Tierras Archivald, que su prometida exige que la reciba, ¡Exige! Lo enfurece hasta límites insospechados, pero entonces piensa, ¿Que prometida? Y ahí comienza la diversión par...