17 de septiembre del 2007
Cada pareja tenía su propia rutina, eran dos almas que se unían, dos mundos que tenía que coexistir en el mismo espacio. Aioros lo sabía mejor que nadie.
Lo había visto, las velas aromáticas que Shaka y Mu compartían que llenaban todo su hogar de un relajante olor a sándalo y que posiblemente prendían antes de bañarse. De la rosas que Dethmask regalaba a Aphrodite qué siempre las colocaba en el jarrón del recibidor, orgulloso de las muestras de amor de su pareja.
Ahora Shion y Dohko no eran extraños de lo mismo. Pero algo había diferente que las otras parejas jóvenes no tenían, desorden. Aioros no supo diferenciar qué era de quién, ni descubrir sus personalidades, por sus pertenencias. Los dos parecían realmente uno.
Cada acción, ropa, shampoo, jabón, podía ser del otro. Fue frustrante, era confuso, pero al mismo tiempo exitante. Un juego mucho más entretenido.
Al menos sabía que siempre compraban jabón de miel y avena. Shampoo para la caída del cabello, con extracto de sábila. Usaban pasta de dientes para la sensibilidad. Comían muchas verduras y arroz. Nunca compraban maní, ni otros frutos secos. Tampoco consumían alimentos sintéticos ni bebidas azucaradas.
Se levantaban a las 5.30 AM. A veces Dohko regaba el jardín, otras veces lo hacía Shion. No tenían mascotas. Tampoco se hacían regalos, sólo en su aniversario, donde se regalaron un libro y una moledora de café. Nunca recibían visitas.
Hasta que llegó la hora, la elección de flores iba a ser difícil, no podía ser cualquier flor, tenía que ser especial, como ellos. Como el largo cabello y exótica belleza de Shion, la tranquilidad y fiereza de Dohko.
Optó por lirios.
No tenía llave, pero tampoco ellos pusieron seguro, no había alarma. Era un barrio tranquilo, no tenían de qué preocuparse. No había segundo piso y sabía dónde estaban las habitaciones.
La madera no crujía, el silencio era el hermoso sonido de la noche. Estaban durmiendo en ese momento, donde más desprevenido y frágil se encuentra uno.
Iba a usar la misma técnica de apretar sus cuellos. No trajo ningún cuchillo ni arma cortante, le trajo problemas la otra vez y no quería arriesgarse, una arma es una gran responsabilidad, deshacerse de ella o solo tenerla consigo era una confesión segura.
Shion y Dohko dormían en lados opuestos, este último mirando la puerta, era evidente quien iba a ser primero.
Se acercó como un felino a su presa, y apretó sostuviendo su cuello, la escena no le causó sensación alguna, parecía más bien una película grabada de nuevo y vuelta a reproducir. Solo que para su edad, Dohko sí era fuerte.
Shion no se despertaba, al menos sabía que era él quien tomaba las pastillas para dormir. El cuello de Dohko sonó como un roca golpeando el cemento, cómo conocía ese sonido y lo había extrañado.
La lengua afuera, los ojos desorbitados y el rostro morado, que poco a se relajaba y que lo moldeada tal cual como lo vio dormir. Sus dedos masajeaban su cara bronceada, el sólo deseo de ver a Shion de la misma forma también lo emocionaba.
Shion era el siguiente, pero algo tenía que salir mal.
- Tú fuiste, tú lo mataste... Mátame como lo hiciste con él...
Pero no hablaba de Dohko, era alguien más.
- Pudiste haber evitado su muerte sabes, señaló a su compañero ya muerto. Pero preferiste quedarte y hablar conmigo. Incluso fingiste dormir...
- Quiero que me mates... Igual lo vas hacer, solo tenía que saber quién eras, yo sabía que vendrías a por nosotros...
Sus ojos eran aterradores, no tenía miedo, lo miró fijo a los ojos, con una extraña seguridad que hasta Aioros temió.
- Vamos acércate... Hazlo.
Nunca iba olvidar esos ojos, esos hermosos ojos llenos de tristeza, una tristeza que lo miraba con pena, lo odió con todas su fuerzas.
Ese día no colocó las flores como siempre lo hacía. Las tiró al otro lado de la habitación, las piso una y otra vez. Sin embargo, agarró el rostro de Shion, ya inerte y lo besó, con un sentimiento que llegaba a la desesperación que desgarraba su pecho, mordió su labio, la sangre corría por las camisuras de sus labios, sin entender qué sucedía, la confusión le dolía.
Al salir, vio un portaretratos, lo observó con detenimiento. Habian dos personas, Shion y un niño de cabello lila que le llegaba hasta los hombros, ambos se veían sonrientes, estaba en un lugar especial, de esos que son derivados para momentos importantes en tu vida. Las últimas palabras de Shion, lo habían desencajado, pero ahora tenían sentido. Era su padre, el progenitor de su primera víctima.
Por qué no lo había notado, esos dos puntos en la frente, tan característicos, se limitó a pensar que era parte de algún tipo de culto o estética, pero en el fondo eran familia.
No se sintió mal, tampoco se conmovió, pero la sensación no dejaba de ser extraña. No los había visto en la boda, ese rostro no se puede olvidar tan fácilmente. ¿Acaso se habían peleado? ¿No se llevaban bien? Mu era adorable, Shion de igual manera, los genes algo tuvieron que hacer. ¿Pero por qué no invitar a su propio padre a la boda?
Tiró al portaretrato al suelo, hasta que el vidrio se rompiera. Pasó lo mismo que con Aphrodite. Nunca supo todo de ellos. ¿Tan complicados eran los seres humanos? ¿Tantos laberintos habían en sus mentes y vidas? Los insectos que asesinaba en su infancia se veían tan simples...
El dolor de cabeza se intensificó al salir y al llegar de casa, la carga era demasiada, las pocas fuerzas que tenía lo hicieron suspirar sonoramente, quiso llorar, en ese momento, su corazón se quebró, apretó los puños con tanta fuerza que las articulaciones le empezaron a doler. No podía olvidar ese sabor en la boca, la sangre de Shion... Se deja caer en el sofá de la sala con pesadez.
Pero la luz se enciende, recuerda que no está solo, ahora tiene que darle explicaciones a alguien, lo han esperado en casa. La mirada de Saga refleja enojo y desconfianza.
- ¿Dónde haz estado?
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Moth (Saint Seiya)
Fanfiction(Saint Seiya - AU) Aioros siempre ha sido un chico solitario. Poseedor de una soledad que ni las víctimas que carga han podido satisfacer, ni el amor más sincero lo va a poder salvar. Pero el amor tiene muchas formas igual que los deseos más humanos...