Capítulo XXVIII

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8 de marzo del 2015

Aioros no se encontraba en casa, era justo lo que quería. Nunca había hecho esto en su vida, pero su hermano Kanon lo hacía cuando era niño con algunos vecinos, recolectaba información, buscando cosas que las personas querían ocultar. Sus habilidades de pequeño detective relucían desde tan joven edad.

Primero recorrió la oficina que tenía al igual que él en su hogar. Buscó en los libros tratando de ver si algo estaba escondido ahí, pero no había nada. Los rollos fotográficos estaban ahí, sin algo sospechoso dentro.

Revisó los cajones incluso los que tenía llave, pero no había nada, no había ni lo más mínimo que pudiera detectar algo que alimentara sus dudas.

Lo siguiente, era su ropero, el lugar donde estaban guardado todo lo que usaba incluso en situaciones mucho más íntimas. Pero aún en las zonas ciegas dentro del pequeño espacio, no encontró lo que quería.

Saga se sintió aliviado, pero tampoco satisfecho con el resultado. Posiblemente era algo relativo con su pasado, la trsite infancia que alguna vez que le comentó ligeramente, algo que tenía que respetar por amor a su novio.

¿Pero el amor también puede ser absorbente y aún así ser llamado amor?

Se sentó en la cama que ambos compartían, solo que esta vez estaba sentado en lado que le pertenecía a Aioros, izquierdo mirando la ventana. Movió sus pies para colocarse en una posición más cómoda. Y algo trabó su movimiento.

Parecía como una madera estuviera levantada, no podía saber qué era, levantó la alfombra que lo cubría. Sacó esa maderita suelta y encontró lo que parecía el principio de una caja. Poco a poco la movía para que saliera de la pequeña endidura.

Hasta que salió.

La caja era de color lila, con los bordes ensuciados y gastados por el tiempo. Quiso abrirla pero algo lo detuvo ¿Tendría derecho de continuar y ver su contenido?

De igual manera, ese era el objetivo, no solo era la curiosidad, sabía que eso era un dominó, si lo hacía ahora, el quebrantar su privacidad, lo iba hacer siempre.

Lo abrió...

Su mirada no fue de horror, fue de tristeza... La caja estaba llena de insectos ya secos, algunos opacos, tiesos, hechos bolita decorado con flores ya secas, residuos de metales, tornillos, alambres y algunos objetos que no entendía su procedencia.

La decoración le producía una especie de melancolía que se apoderó de todo su cuerpo por qué no solo reflejaba está idea de muerte, de lo desquiciado o maníaco que puede ser coleccionar estas cosas. Sino más bien era el hecho que solo una persona en el mundo podía hacerlo, que reflejaba su mente y lo perturbada que podía ser...

Por qué a veces se busca la otra belleza, esa que todos temen, que se tiene que ocultar, por qué nadie entiende, Saga lloró...

Aioros no tenía un amante, no ocultaba un sucio secreto, o tenía un esposo que aún no se divorcia, o un hijo perdido, la mente de Saga había volado en esos planos así de torcidos para desconfiar de él... Pero no...

Aioros era un rara-avis, así como él... Y ahora Aioros estaba sufriendo... Pero tal vez siempre fue así.

Moth (Saint Seiya)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora