PRÓLOGO

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Cada paso que daba me hacía sentirme más mareada, más pesada. Iba de camino a mi casa, caminado por las calles de California. Esa misma noche había quedado con mi amiga, Maddie, para ir a una discoteca de la ciudad y la noche no había terminado muy bien. Estaba sola, eran las cinco de la madrugada y no sabía dónde estaba Maddie. A medida que iba caminando, las cosas simples me hacían reírme, incluso me tropecé con un bordillo y tuve que sentarme para recobrar el equilibrio, el mundo me daba vueltas, y tuve que cerrar los ojos cuando un coche me deslumbro con sus luces. El coche se detuvo hasta quedar a mi altura. Mi corazón empezó a acelerarse, pero a la vez sentía que estaba inmóvil, como si la sangre no llegará a partes de mi cuerpo. La ventanilla se bajó y dejó al descubierto un rostro de un chico rubio que me sonrió de una manera espeluznante.

—¿Qué estás haciendo sola?— Me pregunto como si una mujer no pudiese ser capaz de andar sola a altas horas de la madrugada.

La cabeza me daba vueltas, quería responderle, decirle que no tenía ningún derecho para hablarme, gritarle que se fuera, pero sólo podía balbucear, me sentía tan estúpida.

—¿No me piensas decir nada, puta asquerosa?— escuché risas que provenían desde la parte de atrás del coche.

Le miré con los ojos en blanco e intente levantarme para llegar a casa lo antes posible, pero los pies se me enredaron y acabo siendo una misión imposible. Escuche como la puerta se abría, unos pasos se acercaban. Un chico robusto me cogió por detrás y me levantó, dejándome bruscamente sobre su hombro, empecé a patalear, el pánico se apoderó de mí, empecé a gritar, diciendo palabras que no tenían sentido alguno. Me metió en el coche, me sentó en el medio y empezó a acariciar mi pierna por encima del pantalón vaquero que llevaba puesto. El conductor, el chico rubio que había bajado la ventanilla, arrancó el coche y piso el acelerador. No sabía a donde me estaban llevando, y solo podía acordarme de  Maddie, me había dicho que le avisará cuando llegara a casa, estaba preocupada, no tenía ni idea de quién eran y encima uno de ellos me estaba manoseado la pierna como si su vida dependiera en ello. Intenté moverme, solo consiguiendo movimientos patosos que no me ayudaban en nada, quería coger mi teléfono, pero no estaba ahí, se me tendría que haber caído cuando el chico me cogió bruscamente.

—¿Vas a ser buena con nosotros?— Me dijo el chico que me estaba tocando la pierna.

Las lágrimas empezaron a caer de mi rostro.

—Déjame... en paz—conseguí decir.

—Déjala en paz, cuando lleguemos allí, entonces empezaremos, quiero restregarle por la cara nuestra conquista de esta noche a ese cabrón de Harry, ese hijo de puta...—dijo el rubio.

No quería hacer preguntas, me daba mucho miedo lo que esos chicos eran capaz de hacerme. Me sentía tan indefensa... joder, quería llamar a Maddie, a la policía, a alguien, no me merecía esto.

El coche se detuvo delante de una casa que estaba abarrotada de gente, la cual seguro que iba incluso más borracha que yo. Me cogieron de las muñecas sin importarle si me estaban haciendo daño y me condujeron hasta la casa. Dentro olía a alcohol en estado puro y también al sudor de los cuerpos que bailaban y andaban de un lado a otro. El grupo de chicos que me tenían sujetada se estaban acercando a otro grupo de chicos que estaban jugando a los dardos.

—¿Cómo va la noche hijos de puta?—pregunto el rubio. No entendía por que se acercaba a ellos si no les caían bien.

—¿Qué estás haciendo?—le pregunto un chico con los ojos verdes y el pelo rizado.

Tenía los ojos rojos, inyectados en alcohol o a saber en que cojones.

—Mira te presento a esta monada—dijo arrastrándome hasta dejarme delante del chico de los ojos verdes, este ni siquiera me miró, no tenía ni el mínimo en interés en una chica como yo, las chicas de la sala eran todas diferentes. No entendía nada de lo que estaba pasando, ¿los chicos que me habían secuestrado para llevarme hasta este chico? Bueno al menos me alegraba la idea de que yo no le interesaba en absoluto. — ¿La ves? Pues mis amigos y yo nos la vamos a follar ¿te apuntas? —mis ojos se abrieron como platos, mi asuste y las palmas de las manos empezaron a sudarme, sentía mi rostro caliente, y notaba como las lágrimas caían por mi rostro.

—No permitas esto...—susurré solo para que el chico de los ojos verdes me escuchará y pudiera poner un poco de orden en este caos. Las muñecas me dolían, no podía moverme.

—Me importa una mierda lo que vayas a hacer, vete a la mierda— dijo, en ese momento sentí impotencia, me sentía como un puto objeto.

El chico rubio sonrió de una manera malévola y me llevo hasta una habitación. Los tres chicos empezaron a manosearme el cuerpo, intentaban quitarme la ropa. Hacía movimientos patosos, para intentar quitarme sus manos de encima, eran muchos y no podía. Note como unas manos me quitaban el pantalón.

—¡parad!¡joder!— empecé a gritar descontrolada, no quería que esto me pasara a mi, tenía 17 años y no quería tener que decir que había sido violada.
Unas manos me taparon la boca. De repente la puerta se abrió de golpe y el chico de los ojos verdes entró con su grupo de amigos, este me cogió, mientras que sus amigos le daban una paliza a los otros. Me llevó fuera de la casa, rumbo a un lago que estaba cerca, me dejó sobre la hierba y se sentó al lado mío. No me miraba y se lo agradecía, me sentía sucia, utilizada. Empecé a llorar desconsoladamente. Sucia y utilizada. No paraba de pensar en esas palabras que me amargaban.

—Siento no haberlos parado antes, no sabía que eran capaces de hacerlo.

—Me siento utilizada, joder, es la sensación más desagradable que he podido experimentar, yo no quería, y a ellos le daba igual—dije entre sollozos.

El chico suspiro.

—¿Cómo te llamas?— Me pregunto.

—Carly— le conteste sin apartar mi mirada del lago.—¿y tú?—le mire a los ojos verdes.

—Harry.

Fue suficiente, solo al escuchar ese nombre se me revolvió el estómago de nuevo.

—Joder, sabes que era por ti, ¿lo sabes?

—¿Qué coño estás diciendo?

—ellos querían restregarte por la cara esto ¿por qué?

—Muchas preguntas por hoy, voy a llevarte a casa.

—Está bien

No me parecía justo, después de lo que casi estuvieron a punto de hacerme, necesitaba respuestas, pero por otra parte tampoco me apetecía, tenía la cabeza saturada de todas las cosas que me habían pasado esa misma noche. Harry me llevo a casa. Cuando estaba allí cogí el teléfono fijo y llame a Maddie.

—Hola Maddie, te llamo por aquí porque he perdido mi teléfono de camino a casa.

—Ya me estaba preocupando, ¿está todo bien entonces?—Me preguntó.

—Perfectamente— mentí.

[capítulo uno] [completo sin editar]

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Ángel Caído | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora