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Eran las 4 y media. Estaba esperando en la recepción el psicólogo, una enfermera muy maja me había ofrecido agua nada más entrar, pero la había rechazado.

El lugar olía a caramelos y a algodón de azúcar. La verdad es que me estaba agobiando por el dulzor que se respiraba en el ambiente.

Una enfermera con una bata rosa palo salió de un cuarto y dijo mi nombre en voz alta. Me levanté y me dirigí a su lado.

—La doctora le está esperando, siga todo recto por este pasillo. 

Hice lo que me indicó. Llegué a otra sola, donde el aire acondicionado estaba encendido. "¿Qué persona necesita esta temperatura en pleno Diciembre?" Como si la psicóloga hubiese leído mi mente se dirigí a mi con estas palabras:

—Ay lo siento, es que soy muy calurosa y prefiero esto a que me salgan charcos de sudor en los sobacos.

Era la primera vez que me reía a gusto, esta señora era muy simpática, no le importaba no parecer seria. Prefería que fuese amistosa, a final de cuentas voy a tener que contarle mi vida y todas mis preocupaciones, prefería que fuera de esta forma a no un palo recto serio. 

—No te preocupes. 

Saqué de mi bolso una chaqueta para ponérmela, tenía los pelos erizados por el frío que hacía entre esas cuatros paredes. Era una consulta muy minimalista, en tonos blancos y grisáceos, lo único interesante de la sala era el sofá que había en el centro de color azul turquesa que contrastaba con el blanco y el gris. Me senté en una esquina, mientras que Mercedes se sentaba en la otra punta. ambas queríamos mantener la distancia, porque aún no teníamos confianza la una en la otra. 

Mercedes carraspeó su garganta.

—Bueno, mi nombre es Mercedes Campos, y voy a ser tu psicóloga durante el tiempo que sea necesario. Quiero que sepas que todo lo que hablemos aquí se quedará, como es propio de un profesional, aquí. Otra cosa que es súper importante, por no decir la que más, es que tengas confianza en decir todo lo que se te viene a la cabeza. Yo no estoy aquí para juzgarte, ni mucho menos, yo solo quiero ayudarte, este es mi trabajo. 

Me daban ganas de decirle que ya sabía su nombre porque había estado buscando información sobre ella y su carrera. 

—Haré lo que pueda— intenté sonreír de una manera amigable. 

—Ahora voy a hacerte una serie de preguntas para poder conocerte mejor. 

—Está bien— asentí, tenía miedo de las preguntas que podía hacerme, pero me había prometido a mí misma que iba a contestar con sinceridad, no quería perder el tiempo con ella, ni mucho menos que ella lo perdiera por mí. 

—Y bien, dime cómo te llamas.

—Carly, Carly Beer.

—Ah, que nombre más bonito, fíjate que casualidad, tengo una sobrina que se llama Carly. 

No sabía si le decía eso a todos sus clientes para conseguir su confianza o es que en realidad tenía una sobrina que se llamaba igual que yo. Tampoco quería saberlo. 

—Eres muy joven, ¿cuántos años tienes?

—17, pero el 25 de diciembre cumplo los 18. 

Me di cuenta de que faltaban escasamente dos semanas para mi cumpleaños. 

—¿Tienes problemas con tus padres o algo por el estilo?

Boom. 

—Realmente, es imposible que tenga problemas con ellos en estos momentos. 

Mercedes no sabía porqué lo estaba diciendo. Era el momento correcto para contarle todo lo que estaba pasando y por qué estaba allí. 

—Lo digo porque ambos de ellos están muertos.  

Los ojos de Mercedes se abrieron, seguro que en estos momentos estaba criticándose a si misma por no haber preguntado con más delicadeza. 

—Por eso estoy aquí. No tenía relación con mi madre, entonces su muerte no me afectó, pero la de mi padre, eso es lo más duro que me ha pasado. 

—¿Qué le ocurrió a su padre?

—Entró en coma.

—¿Así de repente?

—Sí.—mentí. No podía contarle la verdad. Había jurado ser sincera, pero habían detalles que no influían en el hecho de que mi padre estuviera muerto. 

—Lo siento mucho. 

Le agradecí de corazón sus palabras con una sonrisa tristona. 

—Por eso estoy aquí. La muerte de mi padre me ha cambiado. Antes era feliz, me gustaba gastar bromas y reírme, ahora ya no lo siento de la misma forma. 

—Sigues siendo la misma persona, lo único es que la muerte de tu padre es un suceso tan presente que aun no has conseguido saber cómo hacerle frente. Aunque suene obvio, lo único que necesitas es tiempo y hablar de cómo te sientes, pero no solo conmigo, ¿tienes pareja? ¿amigas, amigos?

—Ahora ya tengo unos cuantos.

—Tienes que hablar con ellos y darles le oportunidad de que sepan qué hacer para que te sientas mejor, es muy simple, ¿qué te apetece hacer ahora mismo?

La verdad es que no lo había pensado, solo había estado escondida entre las sábanas de mi cama y no había escuchado a mi voz interior. Ahora me apetecía ir al McDonals y comerme un helado. 

—Me gustaría comer un helado. 

—Pues eso es lo que vamos a hacer. 

Mercedes se levantó de su lado del sofá y se dirigió a coger su bolso, y sus gafas de sol. Ya estaba lista para salir. 

—¿Pero usted puede hacer eso? O sea irse del trabajo...

—¿Quién dice que me voy del trabajo? Voy a seguir con mi paciente, pero en un espacio diferente. Pequeña, soy mi propia jefa, no te preocupes por lo que me pueda pasar. 

Fuimos en metro hasta el McDonals más cercano, eran dos paradas. No estaba acostumbrada a coger el metro, no me gustaba, aunque era muy práctico.

 No estaba acostumbrada a coger el metro, no me gustaba, aunque era muy práctico

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[capítulo treinta]
[completo sin editar]

Ángel Caído | Harry StylesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora