||Capítulo 11||

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―¡Ponle algo de vida! ―exclamó la directora mientras Jimin realizaba una doble pirueta―. ¡Más pasión!

Lo intentó.

Retorcerse, saltar, girar y bailar hasta el agotamiento se le daba muy bien. Tenía una resistencia al cansancio superior a la de los demás, incluso en eso superaba a Jong In, por mucho que él fingiera no estar agotado. El chico era elegancia y expresaba las emociones con un giro de muñeca o una caída de pestañas. 

Jimin no tenía su porte ni su majestuosidad: tenía físico y aguante.

¿Cómo expresar pasión si nunca la había experimentado? ¿Cómo expresar esas emociones si jamás las había sentido?

Lía se quedó callada cuando él acabó su solo. Los demás chicos hablaron entre ellos, mirándolo y riéndose por lo bajo. Excepto Jong In, porque él
nunca reía ni compartía chismes.

―¿Sientes algún respeto por esta profesión? ―le preguntó la directora.

A Jimin se le vino el mundo encima cuando escuchó aquella pregunta.

―Por supuesto que sí.

―¡Pues demuéstramelo! ―gritó Lía poniéndose frente a él.―. Ponle pasión, joder. Tengo a treinta chicos en el piso de abajo capaces de levantar la
pierna igual que tú, ¡dime por qué eres diferente a ellos! No me transmites nada, Jimin. ¡Nada! Y llevas casi dos semanas trabajando, no veo ningún avance.

―Es que… ―empezó a murmurar.

―No quiero escuchar excusas, quiero que hagas lo que tienes que hacer. Bailar. Es tu trabajo. Baila. Ahora. ―La directora señaló el centro del salón y Jimin se dirigió hacia allí, luchando por reprimir las lágrimas―. Esto es una pérdida de tiempo ―masculló pasándose la mano por el pelo, después de que él terminara de bailar―. No escuchas.

―Lo siento, yo…

―¡He dicho que no quiero excusas! Vete de aquí. Ensaya en otra parte. ¡Largo!

En mitad de un silencio atronador, Jimin recogió sus cosas de forma apresurada y salió del aula temblando. La primera semana había sido dura, se había tenido que habituar al ritmo de trabajo y rendir a un nivel superior al que estaba acostumbrado.

La esperanza puesta en las pruebas lo había animado a seguir adelante y, en ese
momento, la idea de abandonarlo todo había pasado por su cabeza demasiadas veces en menos de cuarenta y ocho horas.

Se dio una ducha de agua caliente muy larga. Apoyó las manos y la frente en los azulejos para que el agua le corriera por la cabeza, el cuello y la espalda.

No lloró. Estaba deseando hacerlo, llorar a lágrima viva hasta despellejarse las mejillas, encogerse y abrazarse las rodillas para acallar la angustia, balanceándose en el fondo de la bañera.

Pero no lo hizo.

Quince minutos más tarde, se puso ropa de calle y salió del teatro para su cita con SeungRi. Con toda la presión de los ensayos y todo lo relacionado con Yoongi ―pensamientos que se negaba a dejar entrar en su cabeza y que mantenía bajo llave, rodeados de candados y cadenas―, apenas había podido pensar en una forma de decirle que no quería tener nada que ver con él.

―Gracias por tu paciencia, SeungRi. ¿Has pedido ya?

―No ―dijo él sonriendo. Se levantó para apartarle la silla y lo ayudó a ponerse cómodo―. Te estaba esperando.

Un camarero se les acercó para tomar el pedido.

―¿Qué van a tomar?

―Ensalada de fruta y zumo, por favor ―pidió Jimin.

Baila para mí || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora