||Capítulo 3||

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Tras una agotadora clase de saltos, piruetas y giros imposibles, Jimin se derrumbó sobre la cama plegable que había en el vestuario. Le temblaban las piernas y sentía un revoltijo en el estómago por la ansiedad: en menos de media hora se presentaría al ensayo con la directora, y aunque debería sentirse pletórico y animado, estaba hecho un manojo de nervios.

Se dio una ducha, y, cambiado con ropa limpia, se dirigió al aula sin dejar de retorcerse las manos. Se revolvió el flequillo, se alisó una arruga de la media, se toco el labio inferior y, tras darse ánimos a sí mismo, entró en el salón.

Era una hermosa sala blanca y luminosa, con una pared completamente de cristal que mostraba una fabulosa vista de los tejados de Seúl. En un extremo, en contraste con la blancura casi celestial, se alzaba un maravilloso piano de cola. Se dio cuenta de que era el primer bailarín en llegar, pero dentro se encontraba Jeon JungKook y el señor Lee, el maestro pianista.

―Buenos días, Jiminnie ―lo saludó con buen ánimo.

―Buenos días, JungKook.

―Si estás aquí, significa que has hablado con Lía.

―Sí, lo hice. Me dijo que me presentara, aunque no sé lo que tengo que hacer... ―murmuró retorciéndose las manos.

―Ya sabes cómo funcionan los ensayos ―dijo él pasándole un brazo por los hombros para acompañarlo junto al piano―. Quédate tranquilo, hazlo como de costumbre y deslúmbranos a todos. Cuando venga la directora, escucha lo que tenga que decirte. Estamos haciendo pruebas, pero ya verás lo fácil que es. Solo tienes que dejarte llevar, como en todos los ensayos. ¿Has calentado ya?

―Uh..., no. He salido de clase y me he dado una ducha.

Lo condujo hacia las barras.

―Vamos, Jiminnie, relájate ―animó con entusiasmo. Lo soltó y apoyó una mano en el listón de madera, colocándose frente a Jimin―. Lee, ¿nos ofreces un poco de acompañamiento?

El pianista inició un adagio y, mientras calentaban, las demás chicos fueron llegando. Jimin se puso tenso cuando descubrió que uno de los aspirantes era Kim Jong In, un excelente bailarín muy celoso de su trabajo, competitivo y territorial. El joven captó de inmediato su presencia y lo observó durante un rato con sus ojos de color azul transparente.

No solía dejar traslucir nunca ninguna emoción, pero Jimin tuvo claro que no lo quería allí.

―Hola.

El gélido saludo hizo que Jimin se estremeciera.

―Buenos días, Jong In ―contestó, amable.

Sin decir nada, el pálido bailarín empezó con su calentamiento formando un muro de hielo a su alrededor.

Jungkook subió una pierna a la barra para estirar y Jimin lo observó. Admiraba al primer bailarín por su actitud amable y por su increíble presencia escénica.

Siempre interpretaba los papeles más fuertes porque tenía un cuerpo muy masculino, era como un príncipe, con temperamento y vehemencia.

―¿Todos listos?

Lía Kim llegó al aula como una inesperada ráfaga de viento helado. Jimin apoyó los talones en el suelo, sintiendo la extraña sensación de encontrarse fuera de lugar. Aunque estaba ansioso por aprender cosas nuevas y demostrar que tenía una técnica sobresaliente, la directora trabajaba de forma diferente con los principales que cuando estaba con el cuerpo de baile, por lo que lo juzgaría de un modo diferente al que él conocía.

Ese perfeccionismo que tanto alababa la crítica agotaba la paciencia de los miembros más jóvenes del grupo. Era tan exigente en los ensayos que hacía sangrar a sus bailarines ―metafóricamente hablando―, y no les daba tregua hasta que les había exprimido hasta la última gota. Sus broncas con los bailarines más veteranos eran tremendas, y cuando maldecía en inglés, hacía temblar las paredes.

Baila para mí || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora