||Capítulo 12||

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Yoongi lo ayudó a levantarse. Se sentía como un imbécil, no podía dejar de tocarlo, y tampoco podía aguantar las ganas de besarlo. Nada de lo que hacía calmaba esa necesidad y sabía que, si no se acostaba con él al menos una única vez, moriría dejando algo pendiente.

Lo miró de reojo: parecía estar más calmado después de su crisis. Rememoró el chocolate que había comido de su boca y fantaseó con la idea de derretir helado sobre su pene, para que él pudiera sentir el frío y el calor mientras lo estimulaba sin descanso.

―Vamos a sentarnos por allí.

Bajaron hacia la orilla del río. Jimin vaciló antes de sentarse sobre las piedras y Yoongi puso los ojos en blanco antes de dejarse caer a su lado para observar el constante movimiento del agua.

Escucharon el sonido de las gaviotas mezclado con la música que provenía de la feria. Yoongi sacó el frasco de hacer pompas y sopló para formar jabonosas esferas, fingiendo ser un niño despreocupado que no tiene nada mejor que hacer.

«Excepto follarte a conciencia, precioso».

Las burbujitas se mecieron con la brisa y desaparecieron en el cielo. Jimin se dedicó a explotarlas, riéndose, y él se quedó mirándolo como un imbécil.

Jimin era brillante y luminoso y Yoongi tenía la tentación de salvarlo de la oscuridad a la que se podía ver abocado si continuaba exigiéndose más de lo que podía.

Era un luchador, su disciplina era digna de admiración y él lo respetaba por eso. Debajo de toda esa fachada de rectitud había un alma tierna deseosa de compartir experiencias.

Angustiado por el descontrol de sus emociones, empezó a contarle historias sobre los barcos y los pescadores y los tesoros que traía la marea a tierra firme tras un día de tormenta.

―¿Cómo te hiciste eso?

Yoongi se dio cuenta de que se refería a la cicatriz que él tenía en la muñeca. Bajó la mano y se la mostró a Jimin, que lo observó con atención.

―Fue con un trozo de cristal ―explicó―. Es más de lo que parece.

―¿No te cortó ningún tendón? ―preguntó preocupado.

―Algún día te lo contaré.

Él parecía muy concentrado observando la cicatriz, así que él aprovechó la distracción para revolverle el cabello, Jimin contuvo el aliento y bajó la cabeza, ruborizándose.

―A ver, precioso, ¿cómo se llama el tío ese que quieres interpretar? De qué va la historia y eso. Cuéntamelo. Háblame de algo, no quiero seguir haciendo monólogos.

―Ya te lo dije, se llama Galatea. Es una escultura.

―¿Eso significa que tienes que estar quieto durante toda la representación?

―Por supuesto que no tengo que estar quieto ―contestó―. Pigmalión es un rey que busca un esposo, pero como no le gusta ninguno, decide crear al hombre perfecto. Por eso da forma a Galatea. Es un poema de Ovidio ―Su tono resabido hizo que se le tensaran los pantalones. Se puso a hacer pompas y trató de escuchar lo que le estaba diciendo―. En el primer acto, el rey cae agotado después de dar el último golpe con el martillo y se duerme sobre el pedestal. Y tiene un sueño. La coreografía de esta parte es complicadísima, exige mucha resistencia y mucha técnica y por eso me encanta. Galatea es una estatua que representa un ideal de perfección,
sus movimientos tienen mucha potencia..., hay que hacer muchísimas variaciones, estás en constante equilibrio haciendo algo precioso con ejercicios muy difíciles. Me encanta el agotamiento, me dan ataques de euforia aunque me tiren todos los músculos mientras siento calambres.

Baila para mí || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora