||Capítulo 26||

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Su corazón latía a mil por hora. Estaba nervioso, aliviado, eufórico: por primera vez sentía lo que era la felicidad. No podía dejar de mirar a Yoongi, tan guapo y tan
excitante, con la mirada relajada después del orgasmo. Le había dicho todo lo que podía decirle, se había expuesto, le había entregado su cuerpo y su corazón, y no
quería entregárselo a otro que no fuera él.

Le acarició las cejas y Yoongi se inclinó para besarlo. Todavía estaba vestido, lo que era perturbadoramente excitante. Y todavía estaba dentro de él, colmándolo
por todas partes. Deslizó las manos por la enorme espalda, buscando los bordes de la camisa para tocar su piel caliente y húmeda. Quería disfrutar al máximo las
sensaciones del cuerpo de Yoongi, explorar cada centímetro y descubrir qué cosas lo volvían loco.

En mitad de aquel apacible silencio, escucharon unos golpes en la puerta de la habitación. Yoongi miró hacia allí frunciendo el ceño. Durante unos tensos segundos,no dijeron nada, ni siquiera respiraban.

Sonaron tres golpes más.

―Jimin, sé que estás dentro. Abre la puerta, por favor.

«¡No puede ser!»

Tragó saliva mientras los oídos le pitaban. Yoongi apretó la mandíbula y lo miró fijamente, llevándose un dedo a los labios para indicarle que estuviera callado. Se
mordió los labios cuando él se retiró de su interior, levantándose de la cama evitando hacer demasiado ruido.

―¡Jimin! Quiero que abras la puerta. Ahora.

Se levantó de la cama y cogió una bata del cajón. Dios mío, ¿qué podía hacer? ¿Esconderse dentro del vestidor? Miró a Yoongi, que se arreglaba la ropa lo mejor
que podía, aunque nada podía hacer para disimular el rubor de sus mejillas ni su cabello despeinado. Pensó que si se quedaba callado y quieto, se cansarían de llamar.

Los golpes se hicieron más fuertes.

―Jimin, sé que estás dentro. Y sé que hay alguien contigo. Abre la puerta, por favor ―aunque la voz sonaba autoritaria, estaba llena de calma.

Se echó a temblar. No quería abrir la puerta. Podía adivinar lo que sucedería si encontraban a Yoongi dentro de su habitación. Tenía que afrontar la situación como un adulto, pero no quería. Quería seguir dentro de su fantasía, de su sueño cálido de amor. Quizá si cerraba los ojos…

Golpearon la puerta de nuevo. Se fijó en que Yoongi había puesto una silla para bloquearla cuando él se acercó para coger la chaqueta que había dejado doblada
encima. Cuando agarró el respaldo para retirar el mueble, el menor negó con la cabeza y lo detuvo. Sabía que se estaba comportando como un niño pequeño, pero el miedo y el dolor ante la pérdida que estaba a punto de sufrir lo tenían paralizado. No había llegado hasta aquí para perderlo todo.

Yoongi le dio un beso en los labios y él lo abrazó. Si ignoraban los golpes en la puerta, se cansarían y se marcharían.

―Abre la puerta, precioso ―le susurró Yoongi.

―No quiero…

―Me amas. Y yo te amo a ti. No va a pasar nada malo. Solo tienes que decirlo en voz alta. Todo saldrá bien, confía en mí.

Sí, confiaba en él. En quien no confiaba era en su padre. Yoongi no sabía lo que decía, y no podía detenerse a explicarle por qué no quería abrir la puerta. Dios, todo se estaba desmoronando y Jimin había estado tan feliz que no estaba listo para enfrentarse a la realidad.

―Jimin, abre la puerta. No quiero tener que echarla abajo ―dijeron desde el otro lado.

Miró una última vez a Yoongi. Tenía que ser fuerte, tenía que enfrentarse a sus padres, ese momento tenía que llegar tarde o temprano, así que mejor ahora, cuando
el amor rebosaba de su pecho. Besó las manos de Yoongi para grabarse su tacto en los labios y abrió la puerta.

Baila para mí || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora