||Capítulo 20||

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Yoongi no estaba en el jardín de Jin y tampoco lo estaba esperando en el porche de la casa de SoRa. Volvió a experimentar una angustiosa sensación de decepción por no poder verlo.

 Enseguida rechazó aquella emoción, no podía darle tanta importancia. 

Nada de sentimientos.

Abrió la puerta de la casa de SoRa muy despacio, esperando a que él apareciera por sorpresa. 

Como no lo hizo, se sintió molesto. Pero Yoongi era libre de ir a donde quisiera, no tenía la obligación de estar ahí siempre que él deseara. 

Hasta su nariz llegó un olor a limón que antes nunca la había recibido en el interior de la vivienda. Paseó la mirada por el salón, con la incómoda sensación de que algo no encajaba. Había más luz, las cortinas estaban descorridas y las ventanas, abiertas. Al observar los muebles, percibió que estaban brillantes y ordenados. 

―Creía que nunca llegarías. 

Jimin se volvió y encontró a su madre cruzada de brazos bajo el marco de la entrada a la cocina.

Tras ella estaba Yifan, observándolo a través de resplandor de los cristales de sus gafas. 

―Hola ―respondió un poco tenso―. ¿Qué haces aquí? 

―Comprobar que cumples con tus horarios ―dijo sin rodeos―. Tu comportamiento de estas semanas es un poco anárquico. 

―Trabajo mucho ―se defendió él, buscando una silla para sentarse. Se quitó las botas acolchadas y movió los pies hasta que le crujieron los huesos. Se sintió un poco mejor cuando vio a su madre apretar los labios con disgusto; ese gesto la desquiciaba―. Sé cuándo entro, pero no puedo saber cuándo termino un ensayo. Hoy he trabajado con Lía personalmente. 

Su madre lo miró de una forma extraña durante un segundo entero. Jimin estaba acostumbrado su muro de frialdad, por eso aquel brillo le dio escalofríos. 

No supo cómo interpretarlo. 

―En ese caso no te quedarán fuerzas para seguir ensayando. 

―Ya me he tomado un descanso y ahora me pondré a trabajar. 

No estaba seguro de tener fuerza suficiente para seguir ensayando después de haber sido vapuleado por la directora. 

―¿Y después? 

―Después, seguiré trabajando ―respondió muy serio―. Luego, me iré a dormir. Y mañana, seguiré trabajando. Es lo que hago, mamá. Gracias por limpiar y llenar el frigorífico, pero no era necesario. 

―Sí que lo era ―dijo Sung Ryung con naturalidad―. No voy a enseñar la casa a los compradores tal y como estaba, oscura y sucia. Mañana vendrá un equipo a arreglar el jardín. 

―¿Compradores? ―Jimin lamentó que su voz sonara demasiado aguda―. Habíamos dejado claro que la casa era mía y que no estaba en venta. 

―¿Qué vas a hacer tú con esta casa, Jimin? Debes venderla, y, con el dinero que consigamos por ella, comprarte tu propia casa. En Gangnam, por ejemplo. 

¿Hablaba su madre en serio? ¿Marcharse a Gangnam? 

Aquella sería una gran oportunidad para él; no era tan mala idea la sugerencia de Sung Ryung si no fuera porque sonaba a despecho. 

―Yo no quiero ir a Gangnam―murmuró, molesto. 

―Aquí no haces nada. Necesitas salir. ―Cualquiera podía pensar que su madre le estaba ofreciendo palabras de aliento para que diera un salto en su carrera y fuera a buscar trabajo a una compañía mucho más importante, pero Sung Ryung poseía la capacidad de convertir aquella motivación en un reproche―. Por mucho que te duela el hecho de que SoRa ya no esté, esta casa no es para ti. 

Baila para mí || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora