||Capítulo 21||

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La comparación no podía ser más precisa. Sí, era su compañero de baile, aunque la danza que practicaban era mucho más intensa y rozaba un límite perturbadoramente personal.

 Igual que bailar en privado con Lía.

Los dos lo frustraban, lo llevaban al límite, lo hacían llorar. De dolor. De placer. Y había satisfacción absoluta en ambos casos, una satisfacción profunda, incomprensible, a la que deseaba abandonarse sin medida y que no podía evitar correr a buscar. 

Cuando se calmó, se secó las lágrimas con las palmas de las manos y respiró hondo. Se sentía más liberado ahora que le había dicho aquello. De hecho, tenía ganas de contárselo todo. 

―Gracias ―murmuró. 

―Gracias a ti, precioso. Cuando confías en mí, me siento muy honrado. Mi único deseo es que estés bien. 

Él le acarició el muslo, y en aquel preciso momento quiso expresar el anhelo que Yoongi despertaba, un deseo que nacía desde lo más profundo de su ser y que era parecido al irrefrenable deseo que sentía a la hora de bailar. 

Quería transmitir emociones electrizantes cuando danzaba, expresar con su cuerpo la alegría, la tristeza, el dolor o la desesperación.

El deseo, la libertad y el amor. 

Podía rendirse una y otra vez al placer de Yoongi, podía dejar que él le proporcionara mil y un orgasmos durante meses, semanas. Podía, incluso, tumbarse a recibir sus azotes hasta que le provocara un dolor insoportable. 

Pero si no liberaba nunca el deseo, si no mostraba las ganas que tenía de complacerle a él, jamás podría expresar nada. Si no lo desafiaba, nunca sería capaz de saber hasta dónde podía llegar. Si no lo complacía, se sentiría como el sucio egoísta que solo pensaba en su carrera. 

Se equilibró sobre él y con un movimiento fluido, propio de su profesión, se sentó sobre sus muslos a horcajadas. Yoongi se echó para atrás, sorprendido, y lo agarró por la cintura. Esbozó una sonrisa calmada, seductora, que avivó las llamas de su sexo. El hormigueo que sentía en la piel del trasero se incrementó. 

―Quiero complacerte. Necesito tocarte. Quiero... ―iba tan acelerado que apenas podía hablar. 

El cuerpo de Yoongi exudaba una abrasadora energía que sobrecargaba sus sentidos. Se acomodó un poco mejor y se balanceó hacia delante hasta que notó la dureza de su erección entre los muslos. 

Él se tensó. 

Jimin se ahogó.

Le dolía el miembro.

Estaba desnudo en cuerpo y alma. Durante un instante, cuando lo miró a los ojos, estuvo a punto de ceder y rogarle que lo atara.

El pensamiento disparó el recuerdo de sus manos sobre su cuerpo, cómo lo volvía loco con sus dedos y sus palmas.

Placer y dolor. Suavidad frente a firmeza.

Jimin quería aprender a dejarse llevar. 

Quería ser apasionado, quería expresar sin vergüenza. Y también quería complacer a Yoongi. No era egoísta. Quería devolverle una mínima parte de todo el placer que le debía, quería ser ese chico que él le pedía ser, quería estimularle y complacerle. Quería arrancarle gemidos de placer como él hacía. Observar cómo se retorcía igual que aquella mañana en la que había buscado ansioso su erección bajo las sábanas para agradarle. 

―Quiero tocarte. 

Le alzó la camiseta y colocó las palmas de las manos sobre sus pectorales. Él le clavó los dedos en los muslos y Jimin curvó los suyos para hundirle las uñas en la dura piel. Movió las manos hacia abajo, dejando surcos rojizos sobre su abdomen, arrancándole un gemido. 

Baila para mí || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora