||Capítulo 23||

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El sexo con JiSeok era extremo y acalorado. La muchacha anhelaba que la llevaran al límite, explorar los difusos límites entre el placer y del dolor.

 A Yoongi le encantaba escuchar cómo suplicaba por un orgasmo mientras él la dominaba mental y físicamente, observando su entrega total y absoluta. 

―Desnúdate. 

Ella lo hizo, se quitó el vestido temblando de anticipación; en sus ojos refulgía el anhelo de la sumisión. 

Su melena negra le cubrió el rostro cuando se arrodilló y agachó la cabeza. Colocó las manos sobre los muslos, con las palmas hacia arriba.

Yoongi se pasó la mano por el pelo, nervioso. Aquellos gestos eran naturales en JiSeok tanto como respirar, estaban en su memoria física igual que los movimientos
de Jimin cuando caminaba o alzaba las manos. Sacudió la cabeza y apretó los dientes.

―He dicho que te desnudes, no que te arrodilles ―espetó con brusquedad.

―Lo siento, señor ―murmuró poniéndose en pie.

―Levanta la cabeza y mírame.

Era preciosa. Tenía un cuerpo voluptuoso, unos pechos pequeños y unos muslos bien torneados.

Yoongi la recorrió de arriba abajo observando cada centímetro de deliciosa piel bronceada. Sabía que a pesar del tono oscuro se enrojecería a la primera palmada y las marcas de las cuerdas permanecían grabadas durante varios días.

Observó que no tenía marcas recientes, ni de ataduras ni de azotes.

«No es Jimin».

Apartó el oportuno pensamiento sintiendo un tirón en el vientre. Quería estar con alguien que lo deseara de verdad, que deseara complacerle, que deseara
ponerse en sus manos y le entregara su confianza.

―¿Cuándo fue la última vez que te sometiste, JiSeok?

―Hace una semana, señor.

―¿No has tenido relaciones desde entonces?

―No, señor.

―¿Por qué? ―No debería estar haciéndole aquellas preguntas personales, no eran necesarias.

Pero JiSeok era generosa y entregaba hasta sus más íntimos pensamientos.

―No encontraba al Amo adecuado, señor. Hoy, en cambio, estoy deseosa de complacerle.

Se acercó a ella y le cubrió el rostro con las manos. Tenía las mejillas calientes y ruborizadas, pero se dio cuenta de que no eran de la tonalidad que a él le hubiese
gustado que fueran.

Tenían que ser más rosadas, de un tono más intenso.

«No es Jimin».

―¿Señor? ―preguntó JiSeok después de que Yoongi pasara un buen rato sin hacer nada más que mirarla.

¿Cómo sonaría esa palabra si la decía Jimin? El bailarín sollozaba su nombre cuando sucumbía al orgasmo, una prueba irrefutable de la entrega absoluta. Apretó los dientes.

―No digas una palabra.

La besó. JiSeok se estremeció. Lo sintió en las palmas de las manos, en las vibraciones que brotaron de su piel cálida. No había rastro de vacilación cuando aceptó
las caricias de su lengua, ningún temblor, ni un solo suspiro de sorpresa. Solo erotismo, pura complacencia y sumisión.

Su olor inundó la habitación, fresco y picante. JiSeok era una amante deliciosa y el hombre que la dominara para siempre sería muy afortunado.

«No es Jimin».

Baila para mí || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora