||Capítulo 27||

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Se despertó temblando. Había tenido otra pesadilla y no recordaba muy bien los detalles, pero la sensación de parálisis y entumecimiento tardó un buen rato en desaparecer.

Se cubrió con el edredón y lloró un poco más.

Había tocado la felicidad con los dedos. Había sentido su calidez envolviéndole el corazón y ahora solo era un recuerdo agradable revestido de nostalgia.

Llamaron suavemente a la puerta de su habitación.

―Joven, su desayuno está listo. Chen está esperándola abajo.

A él le encantaban los lunes. Después de un aburrido domingo sin bailar, sin ver a sus compañeros y sin sentir la música acariciando su piel, estaba ansioso por empezar la jornada en la compañía. Pero ese lunes no quería ni siquiera levantarse de la cama. Apenas podía sentir otra cosa que pesar.

Estrechó con fuerza la corbata de Yoongi entre los dedos. La había encontrado anudada a la cama cuando regresó de hablar con su padre, llevando en brazos la carpeta que contenía todos los antecedentes del hombre al que amaba.

No la había tocado desde que la dejara sobre la silla. No quería leer lo que había dentro; si lo hacía, todos los recuerdos de Yoongi quedarían envenenados.

Tampoco quería esconderla, prefería mantenerla a la vista para tenerla bajo control, como si así pudiera evitar la tentación de abrirla.

Se lavó la cara, se maquilló para disimular las ojeras. Se vistió y guardó todas sus cosas en la bolsa de ballet. Todo excepto el teléfono móvil,
ya que su padre se lo había quitado para evitar que se comunicara con Yoongi. Bajó por las escaleras del patio para evitar cruzarse con sus padres y salió por la puerta de atrás. Cuando llegó a donde estaba aparcado el Jaguar, no dijo ni una palabra. No saludó a Chen como de costumbre; de hecho, ni siquiera lo miró. Se metió en el  interior y esperó a que él pusiera en marcha el motor.

El trayecto hasta la compañía fue un infierno. Jimin derramó lágrimas en completo silencio; ni siquiera el calor de los asientos o las melodías de Chopin lo tranquilizaban. Al contrario, lo ponían más triste. Cuando llegó a la compañía, ni Chen ni él dijeron nada. Jimin sabía que, aunque le preguntara por Yoongi, el chófer no le respondería.

Había sido él quien lo había sacado de su habitación como a un delincuente, y a Jimin se le revolvían las tripas de preocupación.

Desayunó en la cafetería. A pesar de no tener apetito, necesitaba energía para los ensayos y las clases, así que comió sin saborear nada. Entró en el aula cuando todos estaban en pleno calentamiento, dejó caer la mochila y comenzó a estirar.

―Estás muy tenso. Relaja los brazos ―dijo Dilan Maroyal cuando pasó junto a él. Cubrió su hombro con una mano y colocó la palma de la otra sobre su
vientre, sin llegar a tocarlo, dejando un espacio por el que fluyó una chisporroteante energía―. Inspira hondo, desde el estómago, hacia arriba…

Jimin se dejó envolver por su voz sedante. El maestro lo guio con suaves inspiraciones, y, a medida que estiraba los músculos, estos se despertaron trayendo a su memoria los cálidos recuerdos de Yoongi. Se le humedecieron los ojos.

―Jimin, quizá quieras tomarte un descanso ―susurró el profesor.

―No, no ―negó con la voz quebrada―. Quiero dar la clase. Por favor.

El maestro se mantuvo a su lado unos minutos antes de comenzar con los ejercicios. Le advirtió un par de veces que tenía que hacerlos más despacio, llenando su espíritu con los pasos de ballet.

A medida que su cuerpo entraba en calor, su corazón se fue llenando de paz. Echó un vistazo al resto de la clase cuando se cambiaron las zapatillas y descubrió a Jungkook en el centro charlando con sus compañeros.

Baila para mí || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora