||Capítulo 16||

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La jornada no resultó ser tan terrible como esperaba, se sintió muy reconfortado tras el ensayo con sus compañeros. Tendría que conformarse por el momento con eso, con el mundo que él conocía, el de su grupo, el de sus amigos.

Porque, por más que se esforzara, Lía nunca estaba complacida.

Guardó las medias dentro de la bolsa de papel y se dirigió a la salida. Sin embargo, se detuvo en mitad del pasillo, pensando en la perspectiva de ensayar en casa de SoRa con Yoongi revoloteando cerca.

Jungkook le había dejado grabada una desconocida emoción en la piel y no le apetecía sucumbir a la lujuria de Yoongi.

Quería bailar a solas.

Nada de Metamorfosis, solo él y la música.

Sin ensayos.

Sin presiones.

Sin distracciones.

Y eso no lo encontraría en Winter Garden.

Buscó un aula vacía, necesitaba exorcizar la energía acumulada cuanto antes, sacar de dentro la preocupación. No había bailado tan mal como la directora decía, había sido apasionado, un poco atolondrado quizá, pero apasionado, al fin y al cabo. Porque de eso se trataba, de ser imperfecto, de bailar con pasión.

Se quitó el suéter, se colocó las zapatillas y quito algunos mechones de su frente. Eligió una canción al azar que había en el reproductor de CD y comenzó a dar vueltas. Siempre que iniciaba una danza lo hacía con un propósito, con una intención.
Dentro de él había una pequeña Lía, una directora exigente y malhumorada que le gritaba que hacía este o aquel paso de forma incorrecta.

Cuando era más joven, se movía con la música, dejando que la magia de las notas fluyera por su cuerpo.

Ahora ya no podía bailar así.

Paró cuando notó calambres en las pantorrillas. La música había sido preciosa, una composiciones de violín y piano. Sacó el CD, pero era una grabación con el nombre «Piano 2» escrito con rotulador negro, así que no podía saber a qué músico pertenecía.

―Hola, Jimin.

Dio un respingo y el disco se le cayó de las manos.

―Jungkook, ¡me has asustado! ―protestó mientras se agachaba a recogerlo.

―Lo siento.

El bailarín se acercó a él. Llevaba el abrigo en un brazo y su bolsa deportiva en el hombro. Jimin se dio cuenta de que su cabello estaba húmedo; olía a jabón y su piel estaba limpia.

Se estremeció.

―¿Por qué sigues aquí?

―Estaba con esgrima. Tengo que mejorar el juego de pies ―comentó sonriendo―. ¿Y tú? Creía que ensayabas en casa de tu abuela.

―Sí ―respondió, acariciando el borde del CD. Sintió que tenía que explicarse un poco más y añadió―: Pero hoy me apetecía bailar.

―Serías perfecto como Galatea. Tienes una técnica sobresaliente, se nota que tu abuela te enseñó. Haces cosas que los otros chicos no hacen.

―Solo es técnica, cualquiera puede ejecutarlo ―dijo encogiéndose de hombros.

―No te quites méritos, eres tan pasional que resulta difícil controlarte. Como Galatea ―dijo guiñándole un ojo.

Jimin notó que se ruborizaba.

―Yo no soy apasionado ―murmuró―. Ya has oído a la directora, no soy lo bastante bueno.

Baila para mí || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora