||Capítulo 8||

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―¿Y? ¿Cómo fue la prueba?

Tae dio un trago a su martini y lo miró esperando su respuesta.

―Bueno... ―murmuró Jimin acariciando el borde de la copa mientras recordaba lo que había hecho por la mañana―. Supongo que bien.

―¿Supones? ―preguntó Tae alzando las cejas.

―Sí, no sé... Lía me ha convocado el lunes a la misma hora.

―Eso es que ha salido bien ―exclamó dando unas palmadas―. Pues ya está, ahora vamos a pasarlo bien, vamos a bailar y vamos a frotarnos contra esos cuerpazos que nos esperan allí.

Miró hacia la pista de baile con gula. Estaba en pleno apogeo; un apretado grupo de jóvenes bailaba una mezcla de música clásica y electrónica, imbuidos en el influjo del ritmo y el desenfreno.

―¡Me encanta esta canción! ―chilló su amigo, arrastrándolo hacia el centro.

Se sumergieron en un mar de cuerpos danzantes. Tae levantó los brazos y comenzó a mover el cuerpo dejándose llevar por la música. Jimin lo imitó, animado en parte por la bebida. Le gustaba bailar, aunque no en las discotecas. Para él era algo espiritual y muy personal, pero mientras se movía empezó a sentir la energía brotando del suelo y cerró los ojos para mecerse con el ritmo de las canciones.

Sorprendido por el calor que subió hasta su cabeza, continuó bailando, repleto de euforia. Estaba pasándoselo bien con su amigo, no estaba en un ensayo, así que
no hacía falta hacerlo bien, solo moverse y absorber las vibraciones de la música. Abrió los ojos y descubrió que a Tae no le había costado nada desplegar su encanto, estaba rodeado de chicos que se turnaban para bailar junto a él. Contagiándose del ambiente festivo y animado, Jimin volvió a cerrar los ojos y levantó
también los brazos, dejando fluir la energía por todo su cuerpo.

Era por el efecto de tantas bebidas. él no era así, tan atrevido ni tan desenvuelto. Pero se sentía bien, animado, capaz de cualquier cosa, porque la primera prueba le había salido bien.

El aire crepitó a su alrededor, era caliente, y, cuando respiraba, le ardían los pulmones. Pronto empezó a sentir el galopar del corazón y el retumbar de la música en el vientre, detrás del ombligo. Su piel se volvió hipersensible y se le erizó el vello de los brazos. Sus terminaciones nerviosas despertaron y sus pies, aunque doloridos por la agotadora semana, se movieron solos por toda la pista.

Un hormigueo en la nuca fue la advertencia previa antes de que una mano se posara descarada en su trasero. No le sentó nada bien que lo tocaran, y la manera desinhibida de bailar de Tae comenzó a incomodarlo.

Sin mirar hacia quién le había metido mano, Jimin salió de la pista atravesando una marea de cuerpos apretados, la camisa se le bajó por el hombro.

Cuando consiguió llegar al otro lado, recompuso su vestimenta, y, fingiendo que no había pasado nada, se sentó en su banqueta de la barra, bebió el cóctel de un trago y pidió otra copa y unos aperitivos para llenar el estómago.

Cargada con una bandeja, su chaqueta y el abrigo de Tae, llevó todo a una mesa libre y se acomodó en el sofá, degustando los canapés con avaricia.

Se chupó los dedos, algo que nunca hacía en su casa porque era de mala educación. El incidente de la pista se desvaneció en su memoria y volvió a sentirse muy animado, dio un trago a su bebida y observó la brillante decoración del local, embobado con los colores de las luces de neón.

―¡Creía que te había perdido! ―exclamó Tae dejándose caer en el sofá junto a Jimin, resoplando―. ¡Has pedido la cena! Jo, tío, qué bien, tenía hambre...

Baila para mí || YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora