Capítulo tres

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Mark apagó el computador y se tomaba su café mientras iba a su cama y en su mesita de noche, había un libro el cual contenía varias historias pero se dispuso a leer una historia corta, "El gato negro del famoso escritor Edgar Allan Poe" le encantaban las historias de terror y suspenso y por ende Edgar era su escritor favorito para esos géneros, luego de terminar la historia tomó un pequeño descanso de ojos, para luego leer otra historia corta pero al despertar de nuevo ya era el otro día, se había quedado dormido sin darse cuenta, fue como caer en coma, como si su cerebro se hubiese desconectado después de un largo día lleno de emociones y travesías, el libro reposaba en el suelo con un tanto sentido de olvido, mientras que la tasa de café se encontraba acomodada en la mesita de noche, como llegó allí no sabe, solo sabía que allí se encontraba.

Haciendo un gran esfuerzo se dispuso a levantarse quedando sentado en la cama mientras se incorporaba y su cuerpo se acostumbrara rápido al siguiente paso que era levantarse y caminar y no marearse de inmediato, una vez entrando en confianza con su cuerpo se dispuso a ir al baño para lavar su dientes y su cuerpo, estando en el espejo miraba su desordenado cabello como si de una guerra entre Alemania y Rusia se tratara, desordenado y disparatado, ojeras y un rostro algo desorbitado ya que poseía marcas producidas por la cobija por permanecer en una misma posición mientras dormía. Una vez terminada su sesión diaria después de despertar, se dirige al comedor, no hay comida para él servida, que raro, se preparó unas panquecas de volada ya que llegaría tarde a clases si no se apresuraba.

Oscuridad total, pero una pequeña luz a lo lejos deja ver una silueta negra y un poco alta, la está mirando, Sara no sabe qué hacer si correr o simplemente quedarse allí pensando que no es con ella, pero, no hay mas nadie solo ellos dos, Sara da una pequeña vuelta pero al mismo momento que lo hace la silueta se mueve a su mismo son, ya el miedo, y la inseguridad se adueñaron de su cuerpo, ya en lo único que podía pensar era en correr, pero no sabía por qué esa persona no hacía nada más que mirarla, y ¿Quién era esa persona? ¿Por qué solo la miraba? Preguntas que en esos momentos Sara se hacía sin respuesta alguna, sus creencias en fantasmas y lo paranormal eran muy altas, y pensaba que era uno de ellos, un fantasma, ¿Era malo o bueno? ¿Imaginación o realidad? Pensaba y pensaba y no encontraba respuesta alguna, de momento se dispuso a correr pero mientras más corría más oscuro se disponía el ambiente, de un tirón miro hacia atrás y allí se encontraba la silueta, observándola sin hacer esfuerzo por alcanzarla cuando de inmediato vivió a su estado normal con su mirada al frente, allí, allí estaba la silueta frente de ella, sin poder ver su rostro.

Sara despierta y de un solo golpe queda sentada en su cama, respirando desenfrenadamente tratando de incorporarse y darse cuenta que todo era una pesadilla, una maldita pesadilla.

A continuación se dispone a mirar su reloj pared y se da cuenta como siempre que se está siendo tarde para sus clases.

—Tres páginas solo tres páginas querido reloj.

Se dispone a leer 3 páginas de un libro, Los juegos del hambre.

—Ya es tarde, me comeré las panquecas camino a la universidad, que eran como unas tortillas de harina de trigo. Piensa Mark mientras toma su mochila y dirige su cuerpo a la puerta para marcharse, de pronto, su madre.

—Que te vaya bien en la escuela hijo.

Mark no sabía qué hacer, no sabía que responder, ni que pensar, eso no pasaba, ella no lo trataba así, no le demostraba ningún tipo de afecto, simplemente no encontraba algo que decir, simplemente la abrazó y la besó.

—Gracias. Susurró Mark.

A continuación se dispone a marcharse a la universidad, solo tenía en mente que llegaría tarde a clases, ya lo otro lo tenía decidido, trataría lo menos posible de estar cerca de Sara. De momento le llegó un vago recuerdo, Elizabeth, la profesora Elizabeth, ella lo dejó irse una hora antes, ella le dijo que él un día se volvería hacia ella y le contaría sobre su tristeza.

No sé dañarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora