Capítulo veinticinco

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Eran las seis de la mañana cuando se despierta Mark.

—¿Todo ha sido un sueño?. Se pregunta él mismo mientras poco a poco se va incorporando.

Al despertar se dispone a pensar si todo fue solo un sueño. Estaba solo en la habitación, una habitación que desconocía y no sabía exactamente si todo lo que pasó con Sara era real o un simple sueño, estaba confundido, solo quería verla y asegurarse que todo era real. De momento le dio por pensar y pensar sin parar, no podía ser un sueño, estaba muy asustado y ya comenzaba a ponerse triste. Sara era su mayor deseo, su vida. A continuación se levanta de la cama y se dispone a ir a la cocina y apenas abrió la puerta, un fuerte y agradable olor a café invadió sus fosas nasales y al llegar a la cocina nota que allí está su realidad, allí estaba Sara preparando el desayuno, ella a penas verlo se dirigió hacia él con gran entusiasmo y mucha felicidad.

—Tenemos mucho café y está muy rico. Claro lo hice yo, buen día príncipe. Dice Sara en tono bromista mientras lo abraza y lo besa.

Mark, estaba totalmente feliz por haberse dado cuenta que todo era totalmente real. Ya llevaban dos días en un gran hotel de Cancún.

—Buen día mi hermosa dama. Si, en efecto, huele muy rico y seguro sabe más rico. Dice Mark.

Estaban en su gran luna de miel, compartiendo y visitando lugares exóticos.

—¿Qué podemos hacer doctor?. Pregunta Victor.

—Lamento decirles que nada, simplemente ya no se puede hacer nada. Su madre nunca quiso hacerse los exámenes pertinentes ni tenía ninguna intención de curarse y el cáncer fue creciendo y creciendo. Nunca quiso tratar la leucemia. Responde el doctor a cargo del caso de la Sra Samanta.

—Pero debe haber una solución, debe haber una forma, usted no me puede decir que no se puede hacer nada, siempre se puede hacer algo, no me diga otra vez que no se puede hacer nada, no lo acepto. ¡NO LO ACEPTO!. Se descontrola Isabella y comienza a llorar mientras Victor trata de calmarla.

—Lo siento mucho, de verdad, pero ya no se puede hacer algo. Lo lamento. Dicta el doctor.

—¿Cuánto tiempo le queda?. Pregunta Isabella destruida, con una voz muy decaída.

—No lo sé, días, o tal vez horas. Su estado está en fase terminal. Responde el doctor.

Esa noticia devastó a Isabella y a Victor. Isabella no paraba de decir lo mal que se sentía por no haber pasado tiempo con su madre, por abandonarla. Se echaba la culpa de todo, decía que por culpa de ella era que su madre no había querido hacer los tratamientos. Se sentía totalmente culpable.

La Sra Samanta ya se encontraba hospitalizada debido a un fuerte mareo que la llevó a desmayarse. La tenían en observación pero no le quedaba mucho tiempo.

—No quiero que estén tristes, así es la vida pequeños. No estaremos aquí para siempre, además la muerte apenas es el comienzo o así dicen. Quiero que estén contentos y sigan su vida, sigan trabajando y con mucho ánimo. Sé que es difícil pero deben hacerlo, deben prometerlo. Por otra parte quisiera pedirles que por favor le digan a Mark y Sara que la vida siga, que tampoco se desanimen y se pongan tristes. Cumplan sus sueños, todos cumplan sus sueños. Los amo y siempre los amaré. Dice la Sra Samanta a sus hijos.

—No puedo prometerte eso mamá, pero puedo intentarlo. Debiste hacerte el tratamiento. Dice Isabella con lágrimas.

—Lo harás cariño lo harás. Dice la Sra Samanta.

—Lamentamos mucho habernos separado de ti, por favor perdónanos. Dice Victor.

—No, aquí quien debe pedir perdón soy yo, yo fui quien los impulsó a hacer eso, si yo fuera ustedes también lo hubiese hecho. También me hubiese ido. Aclara la Sra Samanta.

No sé dañarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora