Capítulo dos

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Día a día Mark se iba a un rio después de clases, no quería pasar gran tiempo en su casa, su familia es muy tranquila, casi no hay problemas pero él no se siente de la familia, jamás le preguntan cómo esta o como le fue en el día, si tiene tareas o si quiere algo, jamás lo toman en cuenta, como si fuera un intruso, es por ello que prefiere ir al rio, a leer, hacer sus tareas o visualizar ese entorno tan hermoso como él lo denomina. En clases, la Profesora Elizabeth que le da Matemáticas, se dispone a dar su clase como todos los martes a primera hora, a parte Elizabeth es psicóloga y se la lleva muy bien con su lógica, ella piensa que si todos los humanos usaran la lógica este mundo fuera distinto. En un momento dado de la clase la profesora coloca unos ejercicios a resolver de inmediato, un silencio total fue partícipe de dicha tarea, Elizabeth muy atenta se dispone a observar a Mark, había algo que la inquietaba, para ella, ese chico tenía algo su instinto de psicóloga se lo hacía descubrir.

—Se terminó el tiempo, muéstrenme sus ejercicios. Dice Elizabeth con tono controlado.

De este modo uno por uno fue pasando para mostrar sus ejercicios, al momento de la llegada de Mark, Elizabeth corrigió sus ejercicios y estaban todos resueltos correctamente.

—¿Qué te gusta hacer?. Pregunto Elizabeth muy tranquilamente sin mirarlo a la cara.

Mark completamente confundido responde

—Leer. Responde Mark finalmente.

—Si mal no recuerdo esta es tu única clase los martes, ve, puedes salir y disfruta de un grandioso libro tu día te espera. Responde Elizabeth.

Mark queda paralizado, faltaba una hora de clases y la profesora le había dicho que ya para él la clase había terminado, que saliera y fuera por un libro y por su día, estaba completamente confundido, pensó por un momento en que si la profesora estaba ebria o si lo había hecho como premio por haber resuelto muy bien los ejercicios

—¿Qué pasa? ¿No quieres salir?

—¿Por qué hace esto? Aun queda una hora de clases.

—Porque yo se que tu algún día vendrás a mí y me hablaras de tu tristeza.

Mark sintió como su tiempo se volvió nada, como su corazón latía a mil segundos por segundo, una incomparable confusión se hizo de él su sombra y su mejor amiga.

—No estoy triste y no tengo por qué decirle nada y lo que está haciendo no tiene sentido. Responde Mark con un tanto enojado.

—En mis tiempos libres sirvo como psicóloga en un instituto, la lógica es mi guía y ella jamás me defrauda, ve y haz lo que más te gusta hacer fin de la discusión. Responde Elizabeth con mucha amabilidad.

—Hasta luego Profesora.

Elizabeth simplemente asintió con la cabeza y una hermosa sonrisa sin interés alguno.

Mark estaba totalmente confundido, se hizo muchas preguntas, entre las cuales se destaca el que si la profesora estaba interesada en él, si le gustaba a ella, lo cual lo veía imposible. Luego pensó en que como es psicóloga logró captar su tiste realidad, pero ni en cien años le contaría que su familia lo odia o eso creía. Como todos los días, ese no sería la excepción y se dirigió al rio Felicity, rio que queda como a unos metros de su casa, se acomodó en un árbol en el cual siempre se destina a leer algún libro prestado de la biblioteca de la universidad o comprado en alguna librería de algún centro comercial. En ese momento leería uno de la biblioteca ya que había terminado su anterior libro, pero el pensamiento de Sara y Elizabeth no lo dejaban adentrarse a la historia del libro, por un lado estaba Sara que no veía hace ya una semana desde aquel extraño acontecimiento y esa extraña huida, no entendía y quería entender y por otro lado estaba la profesora, en estos momentos el debería estar en clases y está en el rio con permiso de la misma que ahora dice ser psicóloga, pero echó a un lado esos pensamientos y se dispuso a leer su historia. La tranquilidad del rio, el agua, las hojas caer, algunos que otros insectos, eran su melodía perfecta para adentrarse en un mundo fantástico hecho letras. Pero ya transcurrido más de treinta minutos, se escucha un extraño sonido, como si pisaran una rama y esta se partiese por tal acto, Mark deja a un lado el libro, ya estando de pie se dispone a averiguar qué es lo que por allí se encontraba, pensó por un instante en que podría ser un animal furioso lo cual lo aterraba, o podría ser una inofensivo y solo era cuestión de dar a conocer su susto y seguir con su lectura, pero hasta no saber que había él no podía hacer mas nada que averiguar.

No sé dañarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora