CAPÍTULO 7

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Los días de la semana pasaban cada vez entre más disturbios, acrecentó la ansiedad del pelimiel al sentirse tan prisionero de su propia jaula

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Los días de la semana pasaban cada vez entre más disturbios, acrecentó la ansiedad del pelimiel al sentirse tan prisionero de su propia jaula. Su padre era un hombre temperamental y se molestaba por el más mínimo detalle que causara o que imaginase, como por ejemplo, hace tres días Danny llegó tarde del trabajo debido a que cubría el turno de un muchacho que iba a organizar una fiesta sorpresa para su novia, acabando su espalda con más sangre derramada que las risas proporcionadas en la fiesta, según le contaron.

Sentía que no podía más, llevó casi todo el día siguiente en cama y se obligaba a sí mismo a tener todo listo para la llegada del –según él– cónyuge borracho. Faltó a clases y aún no se había puesto del todo al tanto con los apuntos que le arrebató al azabache, con quien últimadamente se había alejado un poco.

Veía una y otra vez la caligrafía de Louis, de letras separadas y algo torpes. Casi ilegible para cualquiera que estuviera acostumbrado a la caligrafía corrida, aunque la verdad es que casi compartía su pésima letra, solo que la suya era peor. Danny veía garabatos hechos alrededor de las notas, algunos de ojos contorneados y otros de labios femeninos; no podía evitar pensar en que casi olvidaba dos pequeños pero importantes detalles: Louis es heterosexual, y él también.

¿Por qué su vida era tan miserable?

¿Estaría pagando por las vidas que quizás él arruinó?

Él no era de esos chicos que hacían que los demás se suicidaran, sólo le gustaba hacer bromas crueles y cosas comunes. No es como si él lo hubiese sufrido antes, todos le decían que serían un gran deportista de pequeño y tal vez lo hubiese sido, pero la realidad era otra bastante distinta, y es que los músculos eran ganados tras cada gota de sudor que recorría sus músculos cada vez que trabajaba bajo el sol o levantaba pesos que no le correspondían a su edad. No dejaría jamás que nadie sintiese lástima por él, aunque tal vez un amigo no lo hubiese hundido en el pozo en el que está metido. Michael de vez en cuando lo empujaba más a adentrarse, y no lo culpaba, Danny no confiaba ni en su propia sombra como contarle la verdad de su vida.

Y Louis, un caso tan aparte, tan ajeno y casi fantasioso. Tanta humildad, humor, coquetería sutil y apoyo era demasiado bueno como para ser verdad y aunque resultase un desastre, Danny quería decirle desprenderse de la mentira, revelar su rostro y tal vez terminaría con toda ésa locura, no tendría que mentir más ni preocuparse, aunque le dolería en cantidades astronómicas perder a la única persona que le importaba su bienestar... No podía esperar que lo aceptara, eso sería irreal y no quería hacerse ilusiones, se odiaría más a sí mismo por ello.

El año todavía no acabaría y le costaría un mundo reponerse del golpe duro que sería revelar la verdad si hipotéticamente se decidiera a hacerlo, porque después de todo, ¿Quién no aprovecharía esa oportunidad para humillarlo? Saldar tantas cuentas pendientes que escondian las lágrimas entre súplicas que sus víctimas anteriores llenaban en su memoria.

Por ello se dio el lujo de pensar en detalle y con mucha objetividad, ¿Qué pasaría si dice la verdad? Eran muchas respuestas para ésa interrogante y de sólo pensarlo le dolía la cabeza; todas las acciones quedarían al aire una vez se quite el traje de su cruel broma.

Temía abrirse por primera vez y ser la burla máxima, pero tal vez era lo que él merecía, lo que todos esperarían de él, un fallo más de su inútil existencia... Lo único que quizás no soportaría sería ver ésa mirada de decepción mezclada con furia en el rostro de su azabache amigo secreto, Louis era su único amigo y él no lo sabía.

En su mente poseía el caos que se apoderaba más de él y lo quemaba por dentro, como si un fuego se extendiese por sus venas acabando irremediablemente siendo convertido en cenizas, derrotado como alma en pena.

Debía encontrar una solución rápida a todos sus problemas y debía hacerlo ya... Y fue entonces cuando todo empeoró.

— ¿Qué es esto? —en la oscuridad la voz ronca de Esteban dominó el silencio mientras que Danny se dio cuenta de que el gato no rondaba por la casa.

El joven de ojos café apenas había abierto la puerta por llegar tarde del trabajo nuevamente sabiendo lo que le esperaba, pero aquella simples tres palabras retumbaron sus oídos como un fuerte golpe inesperado; sus cabellos se pusieron de punta uno a uno y el aire del miedo... Su corazón bombeaba frenéticamente sangre y pensó que pronto se saldría de su pecho.

— ¿De qué hablas? —se limitó a cruzar la puerta unos cuántos pasos, sin cerrarla y dejando pasar la luz de la luna.

Su padre se levantó y pisaba fuertemente la cerámica con las suelas de madera de sus botas, dando sonidos huecos e intimidantes hasta quedar frente a frente con Danny y rebasarlo en altura y musculatura.

— ¿Quién es Louis Galea? Y más importante aún... ¿Quién es Katherine?

 ¿Quién es Katherine?

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Agresivo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora