CAPÍTULO 18

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— Buenas tardes señora, ¿Se encuentra Louis Galea? Es Uriel, Louis no contesta en el teléfono —a interlocución se oía lejana para los oídos de Danny, eran de buena calidad los micrófonos, lo justo para no aturdir y dejarse oír—

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— Buenas tardes señora, ¿Se encuentra Louis Galea? Es Uriel, Louis no contesta en el teléfono —a interlocución se oía lejana para los oídos de Danny, eran de buena calidad los micrófonos, lo justo para no aturdir y dejarse oír—. Sí. Claro, lo siento mucho. ¿Cómo está Jazmín? Oh, me alegra mucho. Sí, me gustaría. Gracias —se apartó del aparato—. Aquí está, ya lo pasan.

— Gracias, mañana hacemos el examen de química juntos por esto.

— Genial, me toca hacer el trabajo yo.

— Te sorprenderé, ya verás. —Danny sonrió de lado mientras tenía el aparato en el teléfono esperando.

Habían pasado días desde su reincorporación y Michael tenía los mismos días que no se presentaba. No por daños, sino por falta de gana pues se le veía evitando ir a clases. Sabía bien que en realidad evitaba verse con su persona, los rumores decían que Michael había regado el chisme para darle una «cálida bienvenida sorpresa», y no era secreto alguno que Danny esperaba paciente por su presa mientras que se recuperaba. Había dejado de toser sangre, no tenía trabajo y su abuela lo único que pagaba eran la renta de las novelas de la tienda de los discos. Le urgía ponerse al tanto de su vida y del tiempo que perdió en el hospital. Por suerte, Uriel lo ayudaba en cuanto a lo académico se refiere y su nueva tía –la cual no consideraba como tal– lo ayudaba con el transporte, aunque tenía mala espina con su hijo Freddy.

— ¿Aló? —se oyó desde el otro lado, inmediatamente reconoció la voz de Louis.

— Hola.

— ¿Uriel?

— No, Danny. Llamábamos para saludarte, estoy con Uriel. ¿Quieres el alta voz?

— No hace falta. Qué novedad, ¿Por qué...?

— Te has perdido de unas cuántas cosas por aquí, ¿Cuándo te presentas?

— ¿Todo bien? Mañana viajamos de vuelta.

— Algo así, ¿Qué tal todo?

— Bueno, ahí va. ¿Me pasas a Uriel?

— Claro. —Danny le pasó el teléfono al mencionado.

Se alejó un poco para darles un poco de privacidad y que él no se alejara por su cuenta, ya que estaba en la posición indicada para aún oír la charla.

— Hola amigo, ¿Cómo estás?... Ya veo, es una fortuna. Bueno, hay cosas que tienes que saber, no te has conectado ni para escribirte. Tendrás unas cuántas sorpresas, pero no quiero estresarte... Bueno, algo así, digamos que Danny no es tan malo ahora. Já, más o menos. Es raro. Claro que si, ya sabes que siempre lo tengo, tu también. Hasta pronto.

Uriel cortó el teléfono y vio su pantalla un rato.

Se encontraban en el colegio, las cosas seguían al rojo vivo y Danny se encargaba impaciente de quitar cada publicación en las redes sociales, de tratar de calmar los rumores a su modo poco ortodoxo. En la casa de Rachel las cosas seguían igual, las visitas semanales con su psiquiatra lo dejaban agotado mentalmente, los medicamentos antidepresivos le daban bastante somnolencia y gran parte de las clases las pasaba a un nivel bajo de tolerancia.

Agresivo. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora