Cap. 6. Los árboles ya no se mueven.

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Aveline p.o.v

-¡Barbas y bigotes!- dice el enano sorprendido- puede que el cuerno haya funcionado.

-¿Qué cuerno?- dice Susan.

-El cuerno que haría despertar a la reina Aveline y traería de vuelta a los antiguos reyes- dice el enano observándome de arriba abajo, después se acerca a mí y se arrodilla mientras solloza- ¡Lo siento mucho reina Aveline!

-¿Qué os ocurre?- digo agachándome.

-Siento mucho no haberle podido traer ofrendas mientras vos dormíais, solo unos pocos sabían el paradero de vuestra cueva y no supe cómo llegar- dice el enano compungido, alzo una ceja y acto seguido dejo escapar una sonora carcajada, el enano alza la cabeza y me mira con asombro.

-No os preocupéis, no voy a haceros nada por no traerme una mísera ofrenda, señor...

-Trumpkin- dice el enano orgulloso.

-Bueno... ¿Y ahora qué?- dice Peter. Trumpkin mira la barca de los telmarinos que Edmund trajo a la orilla y se gira a nosotros para sonreírnos.

-Altezas, debéis conocer a alguien- dice Trumpkin.

(...)

El fondo se transparenta perfectamente gracias a la cristalina agua. Veo unos pocos pececillos nadar y sonrío. Peter va remando, a sus espaldas tiene a sus hermanos y a Trumpkin, pero yo estoy de frente a él, observando a sus musculosos brazos remar, él me mira todo el rato y cada vez que su mirada azul conecta con la mía, me sonríe y aunque no hablemos, nuestras miradas imploran un momento a solas. El paisaje es precioso, meto los dedos en el agua para sentir su refrescante tacto, cierro los ojos durante unos instantes para crear una sombra de agua, una criatura que me costó mucho aprender a conjurar, una criatura legendaria y hermosa con forma humana (hecha toda ella de agua por lo que los rasgos no se distinguen) que puedes invocar en el agua, para mero entretenimiento.

Pero no se oye nada, ni un pájaro, ni siquiera el sonido de los árboles al mecerse con el viento, nada.

-No se mueven- dice Lucy como si acabara de leer mis pensamientos.

-Son árboles- dice Trumpkin mirándolos- ¿Qué esperabais?

El comentario de Trumpkin me sorprende, cuando los Pevensie y yo gobernábamos en Narnia, al pasear, los árboles se movían al son del viento, casi creando una melodía que relajaba a cualquiera y ahora, nada, como si los hubieran dormido y no quisieran despertar.

-Antes bailaban- dice Lucy.

-Después de vuestra partida y del sueño de Aveline, los telmarinos nos invadieron- dice Trumpkin- los supervivientes se retiraron a los bosques y los árboles, se escondieron en sí mismos de tal manera que no se les ha vuelto a escuchar.

-No lo entiendo- dice Lucy negando con la cabeza- ¿Y Aslan dejó que esto pasara?

-¿Aslan?- dice Trumpkin- nos abandonó casi a la vez que vuestras majestades, dicen que fue él quien os durmió, reina Aveline y que acto seguido os llevó a vuestros aposentos para después desaparecer.

-Es cierto- digo observando a la criatura que nada a la vez que Peter rema- pero seguro que se fue por algún motivo, no creo que se fuera simplemente porque le apeteciera.

-No queríamos marcharnos- dice Peter dirigiendo su mirada hacia atrás unos segundos antes de volver a mirarme- jamás quise dejar a Aveline aquí sola.

-Supongo que eso ya da igual- dice Trumpkin un poco afligido.

-No sé con quién vas a llevarnos pero, llévanos hasta los narnianos- dice Peter endureciendo su tono y frunciendo ligeramente el ceño- y todo cambiará.

(...)

Tras media hora más o menos remando, Peter alcanza una orilla y me despido de la sombra de agua que poco a poco, se va desvaneciendo hasta no quedar nada, Peter se baja de la barca y cuando voy a salir yo, Peter me agarra de las piernas y de la cintura para llevarme hasta la orilla al estilo princesa. Me aferro sorprendida a su cuello, sonrojándome al notar las miradas de todos sobre nosotros. Peter me deja con gentileza en el suelo y yo le doy un beso rápido.

-Me dijeron que El Sumo Monarca y la Gran Hechicera eran el perfecto ejemplo de una pareja enamorada de verdad- dice Trumpkin- pero no me imaginé que fuera para tanto.

Lucy y Susan se ríen haciendo que yo me sonroje más todavía. Observo a Lucy caminar hacia lo que parece un oso, me quedo observándola con cuidado, porque aunque no lo parezca, sigue siendo una niña.

-¡Hola oso!- grita Lucy y Susan, Edmund y Peter dejan su tarea para observar a la pequeña al igual que yo.

El oso gruñe un poco y se pone de pie, ese gesto no me gusta nada, pero aun así, Lucy sigue caminando hacia él, como si no pudiera percibir los peligros que pudieran surgir.

-Tranquilo, somos amigos- dice Lucy pero el oso continúa de pie, sin hacer nada. Lentamente, saco mi ballesta y preparo un virote en ella.

-¡No os mováis majestad!- dice Trumpkin sacando su daga del cinto. Me lo temía, y mucho, Peter me mira, implorándome que haga algo, yo solo pongo la ballesta a la altura de mis ojos, rezando para no tener que usarla.

Pero en el momento en el que Lucy se gira para mirar a Trumpkin, el oso empieza a correr hacia ella.

-¡Apártate de ella!- grita Susan pero el oso no hace ni caso.

Me adelanto unos pasos y apunto al oso, aunque me es difícil si va corriendo, el oso va a abalanzarse sobre Lucy por lo que no dudo, aprieto el gatillo y el virote sale disparado, clavándose en el cuello del oso y haciendo que una pequeña lágrima caiga por mi mejilla. Pero no solo el virote le ha dado, sino una flecha también, una flecha lanzada por Trumpkin, me giro para ver que sujeta su arco con detenimiento.

-¿Por qué no se paraba?- dice Susan frunciendo el ceño.

-Será porque tenía hambre- dice Trumpkin andando hacia la pequeña Lucy, que está pálida por el susto.

Peter ayuda a Lucy a levantarse mientras alza su espada contra el oso, que aparentemente yace muerto.

La llamada (Peter Pevensie y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora