LXXVII. El Gran Tonel De Heidelberg

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Ahora viene el vaciado de la caja. Pero para comprenderlo del todo debéis saber algo de la curiosa estructura interna del órgano sobre la que se trabaja. Considerando la cabeza del cachalote como un cuerpo sólido oblongo, se puede, siguiendo un plano inclinado, dividirla a lo largo en dos cuñas, la inferior de las cuales es la estructura ósea que forma el cráneo y las mandíbulas, y la superior es una masa untuosa completamente libre de huesos, cuyo ancho extremo delantero forma la frente visible, expandida verticalmente, del cetáceo. Si, en mitad de la frente, subdividís horizontalmente esta cuña superior, entonces tendréis dos partes casi iguales, que antes ya estaban divididas naturalmente por una pared interna de una densa sustancia tendinosa.

La parte inferior de la subdivisión, llamada «la jarcia trozada», es un solo panal inmenso de aceite, formado por el cruzamiento y recruzamiento, en diez mil celdillas imbricadas, de densas fibras blancas y elásticas, en toda su extensión. La parte superior, conocida por la caja, puede considerarse como el Gran Tonel de Heidelberg del cachalote. Y del mismo modo que ese célebre gran barril está misteriosamente esculpido en su delantera, así la vasta frente arrugada del cetáceo forma innumerables trazados extraños como adorno emblemático de su prodigioso tonel. Asimismo, igual que el de Heidelberg siempre se ha llenado con los vinos más excelentes de los valles del Rin, el tonel del cachalote contiene la más preciosa de todas las soleras oleoA sas: a saber, el preciadísimo aceite de esperma, en estado absolutamente puro, límpido y fragante. Y no se encuentra esta preciosa sustancia libre de mezcla en ninguna otra parte del animal.

Aunque mientras está vivo permanece perfectamente fluido, sin embargo, al exponerse al aire después de la muerte, empieza muy pronto a condensarse, produciendo hermosos vástagos cristalinos, como cuando empieza a formarse en el agua el primer hielo, delicado y sutil. La caja de un cachalote grande suele producir unos quinientos galones de aceite de esperma, aunque, por circunstancias inevitables, una parte considerable de él se derrama, se escapa y se vierte, o se pierde irrevocablemente de alguna otra manera, en el delicado asunto de poner a salvo todo lo que se puede.

No sé con qué refinado y costoso material se revestiría por dentro el tonel de Heidelberg, pero ese revestimiento no podría compararse en riqueza superlativa con la sedeña membrana color perla, que, como el forro de una rica piel, forma la superficie interior de la caja del cachalote.

Se habrá visto que el tonel de Heidelberg del cachalote abarca toda la longitud de toda la parte superior de la cabeza, y dado que —según se ha expuesto en otro lugar— la cabeza abarca un tercio de la entera longitud del animal, entonces, calculando esa longitud de ochenta pies para un cachalote de buen tamaño, tendréis más de veintiséis pies para el aforo del tonel, al izarse verticalmente a lo largo, junto al costado del barco.

Como, al decapitar el cachalote, el instrumento del operador queda muy cerca del lugar donde posteriormente se abre un acceso al depósito del aceite de esperma, ese operador debe tener extraordinario cuidado, no sea que un golpe descuidado e inoportuno alcance el santuario y deje escapar, despilfarrado, su inestimable contenido. Es también ese extremo decapitado de la cabeza el que por fin se eleva, sacándolo del agua y reteniéndolo en tal posición con los enormes aparejos de descuartizamiento, cuyos enredos de cáñamo, en un costado, forman una verdadera selva de cables en esa zona.

Una vez dicho todo esto, os ruego que ahora os fijéis en la operación maravillosa y —en este caso concreto— casi fatal con que se detenta el Gran Tonel de Heidelberg del cachalote.

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