LXIII. La horquilla

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Del tronco crecen las ramas; de éstas, las ramitas. Así, en temas productivos, crecen los capítulos. La horquilla aludida en una página anterior merece mención por separado. Es un palo bifurcado de una forma peculiar, de unos dos pies de largo, insertado verticalmente en la borda de estribor junto a la proa, con el fin de proporcionar un apoyo al extremo de madera del arpón, cuyo otro extremo, desnudo y afilado, se proyecta oblicuamente desde la proa. Así el arma está al momento a mano de su lanzador, quien la agarra de su apoyo tan prontamente como un habitante de los bosques descuelga su rifle de la pared. Es costumbre tener dos arpones descansando en la horquilla, llamados respectivamente primero y segundo hierros. 

Pero esos dos arpones, cada cual con su pernada, están ambos unidos a la estacha con este objeto: dispararlos ambos, si es posible, en un momento, uno tras otro, contra la misma ballena, de modo que si en el tirón sucesivo se saliera uno, el otro pudiera conservar su presa. Es doblar las probabilidades. Pero muy a menudo ocurre que, debido a la carrera instantánea, violenta y convulsiva de la ballena, al recibir el primer hierro, se le hace imposible al arponero, aunque tenga movimientos de relámpago, lanzarle el segundo hierro. Sin embargo, como el segundo hierro ya está unido a la estacha, y la estacha corre, de aquí que el arma debe ser a toda costa lanzada cuanto antes fuera de la lancha, como sea y a donde sea, pues de otro modo el más terrible peligro amenazaría a todos lo hombres. En consecuencia, se tira al agua en esos casos, lo que, en muchos casos, es prudentemente practicable gracias a las adujas de reserva de la estacha de la caja (mencionada en un capítulo precedente). Pero este crítico acto no siempre deja de ir acompañado de las más tristes y fatales desgracias.

Además: debéis saber que cuando se tira por la borda el segundo hierro, se convierte desde entonces en un terror errante y afilado, dando caprichosas corvetas en torno a la lancha y la ballena, enredándose en las estachas, o cortándolas, y formando una prodigiosa sensación en todas direcciones. Y, en general, tampoco es posible volver a sujetarlo hasta que la ballena está completamente capturada y es cadáver.

Considerad, entonces, cómo debe ocurrir en el caso de cuatro lanchas atacando todas ellas a una ballena insólitamente fuerte, activa y astuta; cuando, debido a esas cualidades suyas, así como a los mil accidentes adicionales de tan audaz empresa, pueden colgar de ella a la vez ocho o diez segundos hierros. Pues, desde luego, cada lancha está provista de varios arpones que atar a la estacha, si el primero se dispara ineficazmente sin recuperarse. Todos esos detalles se narran fielmente aquí porque no dejarán de explicar varios pasajes muy importantes, aunque intrincados, en escenas que se describirán más adelante.

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