8- Lo prometido es deuda.

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Alaia McCartney.
Ya era la hora de ir a casa, y por desgracia tenía que ir sola, ya que Emma, Theresa y Miranda tenían que ir en otra dirección.

Por suerte, mi casa no quedaba muy lejos, así que tan solo tenía que recordar bien la dirección que me dijo mi madre.

Recto, izquierda y recto...

Mientras que caminaba iba hablando con mis amiga de Seattle, Carla, la cuál tan solo me pedía que le contara como me fue en mi primer día...

No me fue tan mal, ¿no? ¿o si?

Es igual el caso es que odio escribir mientras que camino, pues cada vez que lo intento acabo estampada en el suelo o con la cara pegada en algún poste.

Oí que alguien me llamó, y antes de poder girarme, vi que ese alguien ya estaba a mi lado.

Daniel...

—Muchas gracias por hacer que Stacy este las tres últimas horas dándome el coñazo. — Dijo él para despida soltar una pequeña risa.
—¿Porqué le tenéis tanto miedo a esa chica? —Le pregunté con una ceja elevada mientras que guardaba mi móvil en el bolsillo trasero de mi pantalón.
—Yo no le tengo miedo.—Dijo seguro de si mismo. — Pero no quiero tener problemas con ella.
—¿Por?
— Su madre es el la nueva mujer del director, y más de una vez me han expulsado por haber tenido una discusión tonta con ella, y no a sido una expulsión de un día, sino de un mes.
—Pues sinceramente, no voy a dejar que esa imbécil haga lo que le de la gana sólo porque sea la hija de la mujer del director. Y veo fatal que expulsen a una persona tantos días solo porque la hija de su mujer este metida en el tema.
— Al final te irás acostumbrando. —Dijo él riendo.

¿Es enserio?

Créeme, no lo haré. —Dije con seguridad.
—Eso decía yo, pero finalmente lo único que querrás es pasar de ella para no meterte en problemas.
—Me da igual tener problemas, no voy a dejar que esa chica haga lo que quiera conmigo.
— Pues espero que te vaya bien.—Dijo él riéndose. — Por cierto, mañana a últimas hora tendré un partido en el campo del instituto, acudirá mucha gente, ¿vendrás? —Me preguntó él.
—Pues no se, si van Emma, Theresa y Miranda puede que si, son las únicas a las que conozco.
— ¿Acaso a mi no? Te recuerdo que me conociste incluso más antes que a ellas. —Dijo él y ambos reímos.
—Si, pero tú estarás jugando.
—¿Y? Puedes ir perfectamente, si van Emma, Miranda y Theresa te puedes sentar con ellas en las gradas, y sino van puedes sentarte conmigo en los banquillos y cuando salga te quedarás ahí con mi entrenador.
—Me lo pensaré. —Dije riendo.
—Ir sería una forma de integrarte un poco más. Además, mañana a última nos toca matemáticas, así te podrás saltar una clase, no creo que quieras estar sola con la profesora de mates.—Dijo él mientras que reía, intentando convencerme y permanecí unos segundos en silencio pensando su propuesta.
— La idea de estar sola en una clase de matemáticas me está convenciendo. —Dije riendo y él se detuvo, así que yo también lo hice.
—Bueno, no se si lo recuerdas pero esta es tu casa.—Dijo el señalándola y sonreí.
— Ya se me había olvidado.—Dije entre risas.—Adiós.—Me despedí de él y justo cuando le di la espalda para abrir la puerta de mi casa oí como me llamaba, así que me giré para poder mirarlo mientras que hablaba.
—Prometeme que irás con, o sin tus amigas. —Me pidió y solté una risa.
—Esta bien, te lo prometo, iré.—Le dije con una sonrisa para que después él se despidiera de mi sonriente.

Entré en mi casa y vi que mi madre me miraba con una sonrisa de oreja a oreja desde el interior de la cocina.
—¿Cómo te a ido? —Me preguntó ella mientras que servía un zumo sobre un vaso.
— Todo lo bien que le puede ir a una persona su primer día en un instituto que ya lleva ocho meses empezado.—Dije riendo y cogí el vaso de zumo que ella me ofreció.
—¿Has echo amigos? —Me preguntó mientras que se colocaba las manos en sus mejillas y los codos apoyados sobre le encimera de la cocina.
—Tres. Miranda, Theresa y Emma.—Le respondí.

Se perfectamente que conocí a más gente, pero tan solo tomé como amigas a ellas.

—¿Y cómo se llamaba ese chico? — Me preguntó mi madre riendo y reí junto a ella.
—Daniel.—Le dije con una sonrisa.
—Daniel... —Dijo ella con una sonrisa pícara.
—Es un amigo mamá, no empieces a montar tus películas.—Dije y me fui alejando de ella hasta llegar a mi habitación.

ℐ𝓃ℯ𝒻𝒶𝒷𝓁ℯ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora