Alaia McCartney.
Al oír las palabras de mi madre sentí como si me acabasen de dar una patada en el estómago, y se que Matheo sintió exactamente lo mismo que yo. Nunca hablo mucho de mi padre, él para mí era perfecto, tengo muchísimos recuerdos buenos con él, pero lo que yo no sabía es que era un borracho y tenía una adicción a las drogas enorme, y mi familia nunca ha tenido mucho dinero, no hemos llegado a ser pobres, pero tampoco ricos... Y un día así sin más agarró absolutamente todo el dinero que teníamos y se lo gastó en droga y en pagar las grandes deudas que debía a varios narcotraficantes. Mi madre se quiso divorciar de él después de eso, y ya pocas veces lo he visto, de vez en cuando cuando ha estado ingresado o algo así, pero no más, tampoco me agradaba mucho verlo.
—Mamá, ¿estás segura? —Le preguntó Matheo a mi madre y esta asintió con la cabeza en señal de afirmación.
—Sé que no os gusta la idea, pero por favor, hacerlo por mí. —Nos dijo mi madre a ambos. — En unos días me iré, ya le he pedido unos días libres al Sr. Kennedy, así que ya está todo preparado, y vuestro padre ha aceptado a venirse él aquí para que así no tengáis que viajar ni perder clases.Sabía que mi madre estaba afectada, más que nada por el tema de mi abuela... Es mayor ya, tiene cerca de noventa años, y que una anciana se ponga tan enferma a esa edad, asusta... Y por eso mismo no empecé a discutir con ella o a enfadarme, pero desde luego que no me hacia gracia estar aquí con mi padre, sería como estar con un completo desconocido.
Sin decir ni una palabra más me levanté y subí por las escaleras hasta llegar a mi habitación, y una vez dentro de esta vi en mi móvil que tenía muchos mensajes de Daniel, los cuáles no pensaba responder. Me pasé toda la tarde estudiando y haciendo las tareas pendientes que tenía. Desde mi habitación se podía oír a Matheo discutir diciendo una y otra vez que no iba a permitir que mi padre entrara en esta casa. No era capaz de concentrarme, hoy era uno de esos días en los que sólo quería desconectar y salir del mundo aunque sea por unos segundos... La noche cayó y yo seguía encerrada en mi cuarto con un montón de libros y cuadernos en frente de mí, intentando concentrarme en otra cosa que no fuesen mis problemas, pero no había forma. De pronto mi móvil comenzó a vibrar, y vi que esta ya era el vigésimo mensaje que me mandaba.
+Alaia, por favor... Háblame.
Me pareció que ya era hora de responderle así que eso mismo hice.
-Dime.
+Quiero verte...
-No estoy de humor.
+Dame una oportunidad. Te espero en la carretera de en frente de tu casa. Estoy yendo ya, por favor ven. Necesito hablar contigo.Solté un suspiro, y lo cierto es que quería estar con él... Me di una ducha rápida, y agarré unos jeans oscuros y una sudadera ancha color rosa nude, y después de vestirme y tal, bajé por las escaleras y no vi a nadie, así que agarré mis llaves y me salí para después dirigirme hacia donde Daniel me había dicho. Cuando llegué él estaba subido en su coche mirando la pantalla de su móvil, y en cuanto este se dio cuenta de que yo estaba ahí, guardó su móvil para después indicarme con su cabeza que me subiese al coche, así que eso mismo hice. Daniel arrancó el coche y comenzó conducir.
—¿Y bien? —Le dije para que comenzara a hablar.
—Aquí no. —Me respondió él.
—No me apetece ir a ningún sitio. Se supone que querías hablar. —Le dije sin siquiera mirarlo.
—Quiero llevarte a un sitio... —Me dijo este.Me mantuve en silencio hasta que él aparcó el coche, para después bajarse de el. Al igual que él, me bajé y él pasó su brazo por encima de mis hombros, y mientras que caminábamos en silencio, este se paró.
—Espera. —Dijo Daniel con una pequeña sonrisa para después colocarse detrás de mí y tapar mis ojos con sus manos.
—¿Qué estás haciendo? No pienso caminar así. —Dije mientras que tocaba sus manos las cuáles se encontraban sobre mis ojos.—Me puedo caer.
—Yo te dirigiré. —Me dijo él comenzando a andar, y haciendo que yo también lo hiciera. Estuvimos así por unos minutos, hasta que él se paró. —Llegamos. —Dijo él a mis espaldas y después quitar sus manos de mis ojos... En cuanto los abrí, no pude evitar sonreír. Nos encontrábamos en el taller abandonado en el que nos quedamos después de la fiesta.
—Daniel... —Dije soltando una pequeña risa mientras que él me abrazaba por la espalda.
—¡Oh! Hay más... —Dijo él agarrando mi mano y me llevó hasta una esquina del taller, donde había una pequeña mesa con un mantel blanco, dos platos y una vela en medio. Sonreí y este cogió un plato grande que se encontraba en una estantería. —Soy un pésimo cocinero, pero bueno... —Dijo Daniel entre risas mientras que mostraba el plato, en el cuál habían pechugas con nata, mi comida favorita. Sonreí y él comenzó a servir la comida, y una vez todo listo comenzamos a comer.
—Esta delicioso. —Le dije con una sonrisa.Por un momento se me olvidó todo, mientras que comíamos estuvimos hablando de todo tipo de cosas y sin parar de reírnos. Realmente necesitaba esto. Después de la cena, nos sentamos en el remolque de la camioneta en la que estuvimos el día de la fiesta, hacía frío y por suerte Daniel había traído mantas, así que mientras que intentábamos entrar en calor con la ayuda de las mantas, nos pasamos un buen rato hablando y tumbados sobre el remolque, encima de una manta para estar cómodos mientras que mirábamos las estrellas a través del tejado roto. Por unos segundos nos quedamos en silencio, hasta que Daniel habló.
—Oye... Ahora que estamos algo mejor, quiero preguntártelo; ¿Porqué no querías que nadie se entrara de lo nuestro?
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ℐ𝓃ℯ𝒻𝒶𝒷𝓁ℯ.
RomanceNos quedamos dormidos en un mundo y despertamos en otro. Así de impredecible es la vida... A veces pasa lo que no esperas, y esperas lo que no pasa. El mundo sigue su curso, aunque a veces no sea lo que queramos, pero que raro que al final de todo...